El ciclismo es un deporte acostumbrado a fundir los límites de lo legal y lo ilegal, de lo moral y de lo amoral, a vetos y sanciones que pasarían desapercibidos en otros deportes, a espacios grises y a botiquines abigarrados en la trastienda del pelotón. De tanto en cuanto, no siempre, todos esos factores se reúnen en un mismo escándalo. El que ocupa hoy a Nairo Quintana es uno de ellos.
Los hechos. La Unión Ciclista Internacional (UCI) anunció ayer la descalificación de Quintana del pasado Tour de Francia, donde terminó 6º. Quintana es uno de los mejores corredores de su generación. Ganador de un Giro de Italia (2014) y una Vuelta a España (2016), además de muchas otras carreras, había obtenido su mejor resultado en el Tour en cuatro años. El motivo de la sanción-no-sanción (ahora hablaremos de esto): el consumo de Tramadol.
¿Qué es el Tramadol? Un analgésico opioide. O dicho de otro modo: un anestesiante, un calmante muy potente destinado a paliar dolores graves y de amplio uso en hospitales. Restos del medicamento aparecieron en la sangre de Quintana en dos controles diferentes realizados durante la disputa del Tour de Francia (8 y 13 de julio). La UCI prohibió el uso del Tramadol en marzo de 2019, tras años de debate en torno a sus efectos perniciosos sobre la salud de los deportistas.
¿Es dopaje? El caso de Quintana opera en un espacio de grises muy común al ciclismo y al deporte profesional en términos agregados. El Tramadol no tiene efecto sobre la "mejora del rendimiento deportivo". Al contrario que otras sustancias dopantes (EPO, hormona de crecimiento, cortisona y un largo etcétera) no logra que un corredor rinda por encima de sus posibilidades naturales. Es un analgésico, un calmante. Por todo ello, la Agencia Mundial Antidopaje no lo considera "dopaje".
¿Qué hace en la lista de sustancias prohibidas por la UCI, entonces? La UCI lleva años tratando de lavar la imagen del ciclismo, con mayor o menor éxito. En algunos casos, como el Tramadol, ha optado por una política muy celosa: si considera que un medicamento tiene efectos nocivos en la salud del deportista y que no hay razón para usarlo en competición, opta por sancionarlos. Pero dentro de unos límites.
El tecnicismo. Así, Quintana ha sido descalificado por incumplir las "normas médicas" de la UCI, pero no las "normas antidopaje". Esto último le es imposible, dado que el Tramadol no figura dentro de la lista de sustancias vigiladas por la AMA. La consecuencia deportiva de este claroscuro es que ninguna sanción recae sobre Quintana, que podrá seguir compitiendo. Su nombre figuraba en la lista de inscritos para la inminente Vuelta a España, de la que se ha retirado por voluntad propia.
Aplica a todo. El Tramadol es el caso paradigmático del escrutinio propio al que se somete el ciclismo. Al igual que la UCI, muchos equipos, miembros todos ellos del MPCC (Movimiento Para un Ciclismo Creíble) llevan años prohibiendo su consumo a sus ciclistas (incluido Arkéa-Samsic, estructura francesa en la que milita Quintana y con la que ha renovado por tres años más). Cuando la UCI y la AMA permitían el consumo de Tramadol, el MPCC lo vetaba y censuraba.
Fue su impulso y el de otras voces médicas el que condujo a su definitiva prohibición.
¿Por qué? Es una pregunta lógica. Si calma un dolor, ¿por qué prohibirlo, cuando deportes como el tenis y deportistas como Rafael Nadal presumen en público de haber competido todo un Roland Garros con el pie anestesiado? Porque el ciclismo ha decidido aplicar la fe del converso: necesita ser más papista que el Papa para recuperar su credibilidad. De ahí que tienda a aplicar con celo medidas de limpieza aun cuando estas se extiendan a medicamentos comunes y no a productos dopantes.
Los efectos. El Tramadol es también simbólico de los vicios adquiridos por el pelotón. Quienes hayan tenido contacto con él sabrán de sus efectos duros e incluso adictivos (es un opioide al fin y al cabo). Antes de su prohibición los corredores lo consumían con alegría no tanto porque les hiciera ser mejores, sino porque les permitía lidiar mejor con la fatiga acumulada y el cansancio. Un golpe de anestesia para olvidar el dolor y llegar hasta el máximo en las etapas más duras.
El Tramadol tiene además un efecto secundario: adormece. Gran parte de las caídas registradas durante la última década se deben (o al menos esto argumentó la UCI) a sus efectos sedantes. Cuando un pelotón hace abuso de un analgésico, pedalea dormido a 50 km/h. Y todo esto sin necesidad médica, porque la mejor forma de calmar el dolor de piernas es... Bajarse de la bicicleta.
¿Es el Tramadol moral? Es la gran duda, una que sólo el ciclismo debate con regularidad, un deporte preñado siempre de tintes filosóficos. ¿Supone una "mejora exógena del rendimiento deportivo" dormir las piernas y seguir pedaleando? ¿Dónde comienza entonces el dopaje y termina el recurso legítimo a la medicina? ¿Es entonces el paracetamol "dopaje", cuestión ya discutida entre los ciclistas? Estas y otras cuestiones fueron zanjadas por la UCI en 2019, prohibiendo el Tramadol, pero no por la AMA, que regula a todos los deportes y no está interesada en el asunto.
De ahí la disparidad de criterios y el vacío legal. Y de ahí la posición inusual a la que se somete el ciclismo de un tiempo a esta parte: mientras en el fútbol las "infiltraciones" son de uso corriente y de difusión pública, sin que nadie se plantee su conveniencia o legitimidad, en el ciclismo se convierten en positivos en la sombra, tejemanejes y dopaje.
La tendencia. La descalificación de Quintana sigue la senda iniciada años atrás por el Caso Froome (consumo de salbutamol, es decir, ventolín), finalmente sin sanción. Los escándalos de dopaje que el ciclismo registra de un tiempo a esta parte son de "baja intensidad". Medicamentos comunes que operan ante todo como calmantes y que tienen un impacto marginal en el "rendimiento deportivo". Así, el deporte se retrotrae a la era pre-EPO, cuando sus estrellas daban positivo con regularidad (Merckx, Fignon) por sustancias menores como las anfetaminas.
Dos miradas para este fenómeno. La optimista dice que la era de las transfusiones de sangre, la EPO y la hormona de crecimiento ha quedado atrás. Ya no hay burros convertidos en caballos de carreras. Lo que vemos es lo que hay. La pesimista dice que la UCI, simplemente, está mirando para otro lado, o que hay un nuevo y más sofisticado dopaje del que aún no tiene conocimiento. Sea como fuere, en 2021 se registraron un total de 0 positivos en el WorldTour.
Imagen: Commons
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