Siria lleva siete años sumergida en una guerra civil interminable que ha desangrado el país, ha provocado la mayor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial y ha escenificado el conflicto congelado, pero latente, entre diversas potencias de Occidente y Oriente Medio. Este fin de semana, tras los bombardeos de Estados Unidos, Reino Unido y Francia a las posiciones del régimen de Bashar-Al Asad, ha tomado una nueva, siempre incierta dirección.
Dado que han sucedido muchas cosas desde que la revolución de 2011 derivara en una cruenta represión gubernamental y, finalmente, en un conflicto civil armado, puede que sea útil repasar cuál es el estado de la cuestión en Siria en pleno 2018. Qué intereses mueven a cada uno de los actores y quién apoya tácita o directamente a los protagonistas principales de la guerra: el gobierno de Al-Asad; la amalgama de grupos opositores; las fuerzas kurdas; y los movimientos salafistas.
Acorralado ISIS y expulsado de la que fuera su capital, Al-Raqqa, Siria es hoy más que nunca un conflicto sobre el que pivotan otros tantos. Y pese a que no existen enfrentamientos directos entre Arabia Saudí e Irán o entre los países de la OTAN y Rusia, sobre el territorio devastado del país sí se despliegan amplios juegos de apoyos a través de los que cada potencia coloca sus cartas. Así se reparten los apoyos en la complejidad siria.
Estados Unidos → rebeldes y kurdos
De forma lateral, Estados Unidos ha estado apoyando a las facciones rebeldes desde el inicio de la guerra. Generalmente a través de armamento. Más allá de las aspiraciones democráticas originales de la revolución siria, hoy extremadamente difuminadas, Estados Unidos optó por los rebeldes en oposición a Bashar Al-Asad, hombre-fuerte del país hasta 2011. Al-Asad era próximo a otros dictadores similares de perfil socialista lejos de la órbita estadounidense.
Sus dos acciones militares en Siria, de hecho, han sido meramente reactivas a ataques químicos de Al-Asad: en ningún momento han tenido un sentido estratégico real para ayudar a la oposición, una amalgama incomprensible de grupos democráticos, islamistas y radicales. Su apoyo hoy es ya marginal. Washington también ha enviado armamento a los rebeldes kurdos (en especial durante su ofensiva contra ISIS). Sus lazos son menos sólidos que los que le atan al Kurdistán iraquí.
Francia y Reino Unido → rebeldes
La posición de Europa ha sido, como casi siempre en estas situaciones, definida por la política de Estados Unidos. Antaño peso pesado en la región, Francia ha tenido un carácter más agresivo tanto bajo la tutela de Hollande como ahora durante la presidencia de Macron, con bombardeos a las posiciones del Estado Islámico. En Reino Unido Siria sigue siendo una cuestión controvertida. En ambos casos, las líneas de apoyo siguen los dictados marcados por Washington.
Rusia → Bashar Al-Asad
Desde el inicio del conflicto, Rusia ha interpretado a Siria como una forma de asentar su preeminencia perdida en el tablero global. Para Vladimir Putin, Bashar Al-Asad es una pieza innegociable cuya caída no está dispuesto a permitir. De ahí la extraordinaria implicación del Kremlin en la guerra, ya sea a través de sistemáticos bombardeos a la oposición como ofreciendo apoyo logístico desde Latakia, el principal puerto de Siria hacia el Mediterráneo.
En Siria, Rusia se juega algo más que una mera victoria geopolítica a corto plazo: se juega su capacidad de influencia en la política internacional. Y de ahí las amenazas de represalias posteriores a los bombardeos estadounidenses.
Irán → Bashar Al-Asad
En su mismo espacio juega Irán, aunque por motivos diferentes. No sólo operan factores religiosos (Al-Asad es alauita, una rama litúrgica del islamismo chií, cuyo bastión de proa internacional es el régimen de los Ayatollah), sino también estratégicos: Siria era uno de los pocos estados de Oriente Medio no enfrentados abiertamente a Irán, merced a su carácter laico y natural alejamiento de Arabia Saudí. Su apoyo a Al-Asad busca asegurarse un aliado y un foco de influencia en la región, tanto a nivel político como estratégico (mediante una presencia militar fija en la zona).
Arabia Saudí → rebeldes
Especialmente si tenemos en cuenta que, para Arabia Saudí, Al-Asad es una pieza a cobrarse. Al igual que Rusia y Estados Unidos, Irán y la monarquía saudí utilizan a Siria como una forma de disputarse la influencia en Oriente Medio: la derrota de uno implica la victoria del otro. Arabia Saudí financia de forma activa a diversos grupos de la oposición ligados al islamismo más radical (dinamitado ISIS). Para Riyadh, la hipotética caída de Al-Asad representa una oportunidad de sembrar con influencia al régimen que surja después.
Israel → Israel
Hasta ahora, el papel de Israel en el conflicto sirio había sido limitado. Hasta ahora. La creciente influencia de Irán y el enfrentamiento abierto (si bien frío) entre ambos países durante la última década ha provocado que sus intervenciones sobre el terreno (en los Altos del Golán, que controla) hayan sido mayores, lanzando misiles contra drones iraníes y escalando los enfrentamientos poco a poco. De nuevo, Siria puede servir de proxy al conflicto latente entre Israel e Irán.
Como se apunta aquí, es una novedad preocupante: ni Rusia ni las tres potencias occidentales tienen demasiados incentivos para llevar las hostilidades a más; Israel e Irán quizá sí.
Turquía → enemigos de los kurdos
El verso suelto por antomasia de Siria: miembro de la OTAN, la línea de apoyo de Turquía, a priori, debería ser la misma que la de Estados Unidos y sus aliados. Es más complejo: aunque nominalmente Erdogan sí apoya a la oposición siria, su única preocupación real son los rebeldes kurdos. Ha emprendido campañas militares activas contra las fuerzas sirias tanto en su frontera como en el interior del terreno sirio, llegando a tomar ciudades controladas por los kurdos como Afrin.
Turquía apoyará a todo aquel que se enfrente a los kurdos. De ahí que haya chocado poco con Rusia, pese al derribo de uno de sus aviones por otro turco hace tres años. Y de ahí que mantenga un perfil muy diferenciado dentro del conflicto: cualquier cosa, excepto el YPG. Aunque su dura posición le haya implicado chocar con Estados Unidos más de una vez.
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