¿Quién está criando a sus hijos cómo propone la CUP?

Últimamente Anna Gabriel tiene una especial capacidad para meter en la agenda temas que no suelen estar. Pasó con las copas menstruales y acaba de pasar con la forma de criar a nuestros hijos.

Aunque tal y como lo ha planteado la diputada de la CUP (y, sobre todo, como se ha comunicado en la prensa nacional) la idea parece entre exótica y peregrina, lo cierto es que en los últimos años se está viviendo un cierto revival de formas más comunitarias de organizar la crianza de los niños. ¿Quiénes y por qué están intentando criar en comunidad?

¿Qué es la crianza cooperativa?


La crianza cooperativa "es un sistema de crianza en el que miembros del grupo diferentes a los padres genéticos (que llamamos 'alopadres') ayudan a estos a criar a sus hijos". Como podemos ver la 'crianza cooperativa' es un término deliberadamente difuso en el que caben numerosos niveles. Desde comunidades en que los hijos son 'de todos', hasta la simple ayuda de terceros. No está de más recordar que la alomadre por excelencia en humanos es la abuela.

¿De verdad es tan raro eso de la crianza cooperativa?

Lo cierto es que sí. Por un lado, la crianza cooperativa es un fenómeno relativamente raro en la naturaleza. Sólo un 3% de los mamíferos y entre el 8 y el 17% de los pájaros cuidan a sus crías de forma cooperativa. En la mayoría de las especies, las madres cuidan solo y exclusivamente de sus hijos, sin dedicar recursos a los hijos de los demás.

Por eso resulta tan raro que la crianza cooperativa haya sido (y sea) tan común en la historia de la humanidad. Pero así ha sido. Ya. Sé que es difícil de creer. Hoy por hoy, tendemos a pensar que lo "normal" es que los niños sean criados por sus padre en el seno de familias nucleares. Pero nunca ha sido así. De hecho, algunos teóricos han relacionado los cuidados alomaternales (es decir, que los miembros de la tribu críen a hijos que no son suyos) con la emergencia de algunos de nuestros rasgos más característicos como especie.

Si nos paramos a pensarlo un momento los niveles de altruismo y cooperación que encontramos en la especie humana tampoco son fácimente identificables en el mundo animal. Sí, hay muchos animales que viven en grupo e incluso hay especies (normalente de grandes primates) que viven envueltos en relaciones sociales tan complejas que harían las delicias de un guionista de telenovelas.

Pero aún así, están muy lejos de la capacidad de cooperación humana. Aunque como ya observó Darwin, "la diferencias psicológicas entre el hombre y los animales superiores son una cuestión de grado", hay muchas como la planificación, el conocimiento físico y social o el lenguaje que son (casi) netamente humanas. Además, la presencia de cuidado maternal exclusivo es un fuerte predictor negativo de la prosocialidad. En monos, los chimpancés y los macacos (especies "exclusivistas") tienen conductas menos prosociales que los monos capuchinos, los monos tití o los perros (especies no exclusivistas).

Burkart, Hardy y Van Schaik (2009) plantean tienen claro que aquí es donde surge lo específicamente humano: "Cuando la prosocialidad espontánea se extiende de la donación de comida a la información" pasamos de la etología animal a la psicología humana.

¿Por qué dejó de ser habitual?

Porque empezamos a ser más ricos. Hamilton (1966), una de las primeras personas que estudió la crianza comunitaria desde una perspectiva evolucionista, nos da la clave para entender por qué en los últimos siglos la crianza colectiva ha tendido a desaparecer.

La crianza cooperativa tiene ventajas tanto para las madres como para las alomadres (como se denomina a los cuidadores distintos a los padres biológicos). La madre, por un lado, necesita invertir menos recursos en la crianza y aumenta la probabilidad de supervivencia de sus hijos. Las alomadres además de propagar sus propios genes (no hay que olvidar que los principales ayudantes son las abuelas y las tías), pueden aprender y ensayar la maternidad. Es por esto que las hembras suelen ser alomadres cuando son o muy jóvenes o muy mayores.

Evidentemente, hay un punto en el que a una alomadre le sale más a cuenta tener sus propios hijos que cuidar a los de otros. Sobre todo cuando hay recursos de sobra. Esa es la clave. En la medida en que los grupos tienen recursos suficientes como para que todas las mujeres tengan hijos ocurren dos fenómenos: las mujeres dejan de criar a los hijos de otras personas y los hombres comienzan a tener que dedicar más recursos a la crianza (aumentando la igualdad en la pareja). Y la consecuencia directa es que los lazos comunitarios tienen a debilitarse.

Algunos de los experimentos modernos

Es decir, no solo no hay un único modelo familiar (por lo menos, hay siete), sino que la familia depende del entorno y las circunstancias en que nos movemos. Por ello, algunas personas y grupos a lo largo de los años han tratado de hacernos volver modelos de crianza más colaborativos. Uno de los más conocidos fueron los movimientos revolucionarios del siglo XIX y principios del XX.

Sin ir más lejos en el Manifiesto Comunista, Marx y Engles proponían directamente la "¡Abolición de la familia!". Aunque si seguimos leyendo, vemos que la crítica se dirige al modelo de familia burguesa y a la reivindicación de la crianza como una actividad social que estaba, en cierta medida, privatizándose. Y, claro, su intención es convertir también la crianza en una herramienta revolucionara alineada con los intereses de la clase trabajadora.

En esta línea, seguramente el experimento más conocido es la práctica de la crianza comunal en los kibbutz israelíes. Durante casi 80 años, los Kibbutz criaron a los niños juntos y separados de sus padres. llegaron a tener estructuras muy desarrolladas y aún hoy siguen siendo el movimiento más grande de crianza comunitaria. Es curioso que precisamente cuando la productividad y la riqueza de los Kibbutz comenzó a crecer se abandonó este tipo de crianza.

En los últimos años, no existen experimentos a gran escala de personas que comparten totalmente la crianza de los niños. Solo pequeñas comunidades han iniciado experimentos en este sentido. No obstante, Anna Gabriel acierta de pleno al señalar que estamos viviendo un revial de lo comunitario en la crianza de los hijos. Algo sorprendente porque va contra la tendencia de los últimos años.

¿Por qué está comenzado a ponerse de moda?

Cuenta Carolina del Olmo, autora del muy interesante ¿Dónde está mi tribu?, que al principio, durante el embarazo, todos los consejos del tipo «reúnete con gente» le parecían gilipolleces. «Si nunca hemos querido estar con otros, por qué íbamos a quererlo ahora. Mi chico y yo vamos a estar como Dios en nuestra casa como siempre», se decía.

Más tarde, vino la realidad, vio que sí que estaba más "sola que la una" y unas vacaciones familiares le hicieron comprender que, como decía el viejo dicho africano, "para criar un niño hace falta un pueblo entero". ¿Cómo se explica esto? Seguramente esta sea una de las grandes sorpresas que nos tenían guardadas: no es sólo la falta de recursos económicos los que favorecen la aparición de la co-crianza, sino también los educativos e informativos. ¿Qué saben las parejas jóvenes sobre ?

Fenómenos modernos, como el surgimiento de las 'doulas', la autoayuda o los coachs, están relacionado con esto también: las madre están solas sin saber qué hacer y necesitan cierto acompañamiento. Un acompañamiento que tradicionalmente lo ejecutaban las madres, tías o hermanas y que hoy por hoy no ejecuta nadie. El vacío que deja la erosión de las relaciones comunitarias es un caldo perfecto para la pseudociencia y la charlatanería.


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