La parcial destrucción de la catedral de Notre Dame, una de las joyas de la arquitectura medieval, consternó a media humanidad. La brutalidad del incendio acaparó titulares, sentidas declaraciones y alrededor de 1.000 millones de euros en futuras donaciones. Decenas de multimillonarios, figuras públicas preocupadas por la conservación del patrimonio artístico, prometieron donar grandes sumas de dinero para reconstruir un edificio al borde de la ruina total.
Meses después, las donaciones brillan por su ausencia.
Cifras. Lo afirma tanto el departamento de prensa de Notre Dame: "Los grandes donantes no han pagado (...) Quieren saber con exactitud dónde se está gastando su dinero y sólo en ese caso aceptan entregarlo de antemano". Dicho de otro modo: los multimillonarios que prometieron donar filantrópicamente su fortuna quieren controlar los trabajos de reconstrucción, no sólo "pagar el salario de los trabajadores".
Muy poco. Dadas las circunstancias, Notre Dame ha recibido tan sólo el 10% de las sumas prometidas inicialmente (80 millones de euros de los 850 apalabrados en los días posteriores al incendio). Aquellos mil millones tan admirables que llegaron a los titulares de prensa han quedado en muy poco. Y mientras tanto, explica el Ministerio de Cultura francés, el techado de la catedral "podría derrumbarse" en cualquier momento.
Nombres. ¿A quién podemos culpar? La iglesia cita a algunos de los empresarios más acaudalados de Francia. François-Henri Pinault, propietario de Gucci e Yves Saint Laurent, prometió 100 millones de euros. Bernard Arnault, propietario de Louis Vuitton y Dior, anunció una donación de 200 millones de euros, al igual que la fundación Bettencourt Schueller (L'Oreal). Total prometió otros 100 millones.
Ninguno los ha entregado todavía.
Gente corriente. De modo que el grueso de las donaciones, quienes realmente parecen preocupados por Notre Dame, son personas anónimas, comunes y corrientes, con patrimonios limitados. El gobierno francés lo atribuye a dos factores: por un lado, hay quien anunció donaciones por pura vanidad pública (sin mayor interés en el patrimonio artístico); por otro, el dinero se entregará conforme se establezcan planes y pliegos más concretos para la reconstrucción.
Ideas. El problema surge del complejo entramado público-privado que debe reparar los daños causados por el incendio de la catedral. La estricta separación Iglesia-Estado de Francia, como vimos en su día, requiere del interés de agentes privados y particulares para asegurar el cuantioso presupuesto (140 millones de euros, para empezar) requerido para costear una reconstrucción de este calibre.
Es un modelo caprichoso, dado que depende del interés de figuras multimillonarias para pagar las obras, y que provoca que florezcan ideas y proyectos de lo más alocado para rediseñar la catedral. Como se está viendo.
Imagen: GTRES