Quiero pescado; y si no, carne: por qué el voto cuadrático es una buena idea para la democracia

Cada ciclo de elecciones alguien en Twitter se acuerda de esta popular viñeta de Mauro Entrialgo. Es una votación cualquiera, un plato de cena, pero en ella se trasluce uno de los problemas clásicos de la democracia: la tiranía de la mayoría. Si sólo tenemos derecho a dar una única elección, es fácil que salga beneficiado quien recaude más adeptos, aunque exista detrás más masa social dispuesta a elegir una opción diferente a su preferencia personal pero de mayor consenso. Como todo está inventado, alguien ha llevado esta idea hasta el final.

Bienvenidos al voto cuadrático. Grosso modo, el mecanismo es el siguiente: tú, votante, tienes 100 fichas para repartir entre los candidatos y las propuestas de candidatos que más te importan. Dar un voto a un único candidato sólo cuesta una ficha, pero si quieres darle más apoyos el voto se encarece. Así, si quieres darle un segundo voto, son cuatro fichas; tres votos, nueve fichas; y así hasta que dar 10 votos se llevaría tus 100 créditos. Es decir, un sistema que permite un apoyo acérrimo, pero que penaliza la inmovilidad. Al final, como mucha gente elige varias opciones, tenemos un sistema del que emana un triunfador medio, al gusto de la mayoría.

Quién: el ideólogo es Glen Weyl, doctor de derecho del Departamento de Economía de la University of Chicago e investigador para Microsoft. En 2013 publicó un paper junto a varios coautores explicando el invento, que inicialmente no era una propuesta de funcionamiento para elecciones políticas sino empresariales (curiosamente este sistema tiene muchísimo predicamento en el mundo del blockchain). Tiempo después Weyl y un colega suyo en Microsoft escribieron un libro y fundaron una empresa, Collective Decision Engines, para promocionar el voto cuádratico. 

De la teoría a la realidad: si estamos hablando de esta teoría ahora es porque, por primera vez, se ha puesto en marcha. Y con éxito. El Caucus demócrata de la Cámara de los representantes de Colorado llevaba tiempo votando los proyectos de ley más importantes, sin alcanzar resultados satisfactorios. Hasta ahora cada legislador decía 10 o 15 proyectos de ley que respaldaba de entre una lista de cientos, lo que provocaba que proyectos segundones tuviesen mejor nota que algunos más importantes. 

Este año los legisladores probaron este mecanismo, y se encontraron con que habían salido electos proyectos de mayor calado. Ninguno de los votantes gastó sus 100 fichas en un único sufragio, y muchos esparcieron sus fichas de forma más sabia. Un representante afirmó “este año ha habido una clara separación entre las favoritas y las propuestas del montón”. 

No es un caso aislado: hay muchos otros sistemas teóricos que han pensado cómo fortalecer la democracia. El recuento Borda, del siglo XVIII, hace que des tu apoyo a distintos candidatos según orden de preferencia. Otro sistema, llamado "antiplural", hace que la gente vote a sus candidatos menos tolerados, lo que hace que ganen aquellos que despierten menos rechazo. También está el candidato Condorcet, que evita el hermetismo de las carreras electorales (por ejemplo, Trump ganó a Hillary porque Hillary ganó a Sanders, pero, ¿habría ganado Trump a Sanders?).  

Y sus problemas: para empezar, la mayoría de ciudadanos ya vivimos en un sistema electoral que representa la opinión de los distintos grupos (esto es, la democracia parlamentaria, donde los partidos ganan escaños según un porcentaje de votos). Lo segundo es que, según algunos analistas, el voto cuadrativo podría potenciar a grupos extremistas dispuestos a llevar hasta el final determinadas ideas políticas (potenciar el efecto de las minorías intransigentes). Pese a todo, y como señalan economistas, es un sistema con mucho potencial al que debemos seguir la pista. 

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