En el tiempo que ha pasado este fin de semana Alemania ha visto triplicar los casos de contarios por coronavirus dentro de sus fronteras. También, de un incremento del 60% entre ayer y hoy, según las cifras que maneja el instituto Robert Koch. El famoso factor de reproducción (R) ha pasado del 1,06 que tenían hace apenas una semana a 2,03 si tenemos en cuenta el intervalo de los últimos siete días y de 2,88 si contamos los valores de los pasados cuatro días.
En cualquier caso, R debe estar por debajo de 1 para que se considere que el virus no crece a un nivel de propagación superior al necesario para mantener los sistemas sanitarios sin colapsar (en España rondamos el 0,6 o 0,7). Que cada infectado esté contagiando a entre dos y tres personas es una noticia gravísima.
Un matadero fuera de control: hace unos días se daba el aviso de alarma de que podía haber un alto número de contagiados entre los trabajadores del matadero de Gütersloh, el más grande de todo el país. Tras un primer análisis, dieron positivos en coronavirus 650 de entre los 6.100 empleados. Ahora que han pasado una prueba por persona, el resultado es 1.300. El 22,6% de todos los trabajadores, según las cifras de las autoridades locales que ya están investigado el suceso. Se ha puesto a 7.000 personas de la región en cuarentena y se han cerrado más de 100 escuelas y guarderías cercanas a la fábrica.
El jefe de Gobierno de Renania del Norte-Westfalia, conservador y hasta ahora firme defensor de las mínimas restricciones posibles en pos de la economía, ha reconocido que la magnitud del suceso se les ha ido de las manos y abre la posibilidad de extender la cuarentena a toda la población de la zona.
Ciudadanos de segunda: muchos ciudadanos han manifestado su rechazo al grupo empresarial Tönnies, el que dirige el centro. Hay sobre la mesa una comisión para estudiar el reparto de responsabilidades por una más que probable vulneración de las leyes contra infecciones, tanto de las frecuentes del sector como de las nuevas vinculadas al coronavirus. Los trabajadores son en su mayoría matarifes polacos, rumanos y búlgaros trasladados, subcontratados y mantenidos en condiciones precarias, a tal nivel que la policía está teniendo problemas para controlar la cuarentena domiciliaria obligatoria a la que se tienen que someter ahora todos los empleados de Tönnies.
Mientras dure el contrato, los empleados viven hacinados y con un nivel de higiene deficiente. Ahora no se les permite salir de sus viviendas, compartidas con otras personas que podrían estar infectadas, hasta que se hagan dos tests y salgan en ambos casos negativos.
No me confinarás: esta es también la situación de más de 700 personas en un complejo residencial de Gotinga, en el norteño estado federado de la Baja Sajonia, a las que se ha obligado desde hace casi una semana a permanecer confinados por otro brote confirmado en su edificio, la misma situación en la que se encuentran vecinos de cinco inmuebles de Berlín y, según el Robert Koch, "residencias de personas mayores, hospitales, instituciones de solicitantes de asilo y eventos religiosos" diseminadas por todo el país. La diferencia es que en Gotinga sus residentes han decidido responder: al menos 200 personas han intentado escapar y, según la policía, se han dedicado a arrojarles botellas y piedras y les han amenazado con barras de hierro.
Así, el número total de contagiados en Alemania supone un incremento de 537 en las últimas 24 horas mientras que, por comparar, la media en España, con la mitad de la población, está en 154 casos diarios.
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