A las puertas del Día Internacional de la Mujer, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo ha publicado un exhaustivo informe sobre el estado de la desigualdad de género en el mundo. Un aspecto llama poderosamente la atención del trabajo: más allá de los avances en materia de igualdad, los sesgos y los prejuicios contra las mujeres persisten. Nueve de cada diez personas en el mundo los mantienen.
¿Por qué? El estudio (PDF) abarca una variedad de encuestas provenientes de 75 países del mundo. Pese a que los datos están algo desactualizados (2016 en algunos casos) el cuadro es consistente: el 91% de los hombres y el 86% de las mujeres siguen teniendo algún tipo de sesgo discriminatorio, ya sea político, educacional, o económico, hacia las mujeres.
¿De qué tipo? El 50% considera que los hombres están más capacitados para liderar políticamente a sus países, y el 40%, incluyendo hombres y mujeres, cree que toma mejores decisiones económicas. Habiendo una gran disparidad de respuestas entre los países, choca que el 30% del total siga considerando hasta cierto punto aceptable (en una escala del 1 al 10, todas las respuestas por encima del 2) pegar a su mujer.
Distinciones. Tanto hombres como mujeres muestran sesgos, pero difieren en su forma. Los hombres (el 63%) se consideran en mayor proporción más capacitados para dirigir y ordenar, y muestran en mayor grado (el 52%) entre dos y cuatro formas distintas de prejuicios. Las mujeres están menos sesgadas hacia sí mismas, pero el 50% de ellas sigue colocando a los hombres por encima de ellas en la arena política.
Qué sucede. Dos cosas. Por un lado, que los derechos de las mujeres han avanzado durante las tres últimas décadas, pero también que se han estancado notablemente en los últimos años. Y por otro, que ese avance ha sido recibido con escepticismo cuando no agresividad por algunas partes de la población. Cuestión que el trabajo identifica y mide:
La proporción de gente con sesgos entre moderados y fuertes hacia la igualdad de género ha crecido durante los últimos años en 15 de los 31 países analizados. La proporción de mujeres y hombres que a nivel mundial muestra sesgos de género creció del 57% al 60% entre las mujeres, y del 70% al 71% entre los hombres. Y las encuestas han mostrado cómo los hombres más jóvenes están incluso menos comprometidos con la igualdad.
La reacción. En la resistencia de los sesgos hay mucho de tradición y norma cultural (determinados roles sociales y trabajos considerados femeninos o masculinos), ¿y también de reacción al movimiento feminista? Es una idea tan vieja como el feminismo. Las políticas de género buscan neutralizar o modular las tradiciones y las normas sociales establecidas. Cambios que, de un modo casi natural, son percibidos de forma negativa.
En palabras de los autores:
La reacción contra los roles de género cambiantes en los hogares, en los puestos de trabajo y en la política afecta a sociedades enteras influenciadas por una transformación en las relaciones de poder. Una resistencia que puede conducir a la percepción de un choque, y que revela sesgos subconscientes.
Como explica aquí una psicóloga, hasta hace poco la palabra "feminismo" tenía connotaciones negativas entre muchas mujeres. Los procesos de cambio jamás están exentos de resistencia. La experiencia dice que, en el largo plazo, terminan siendo aceptados como la nueva norma social.
Imagen: Carlos Tischler/AP
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