Hace dos años el rostro fantasmagórico de Sahar Tabar causó sensación en los mentideros de Internet. Su historia viral hablaba de una joven iraní que, obsesionada con el aspecto físico de Angelina Jolie, había decidido someterse a más de cincuenta operaciones de cirugía estética para desfigurar su rostro del modo más tétrico posible. La noticia, como tantas otras de un tiempo a esta parte, sólo revestía una fracción de veracidad. Pero se hizo popular. Dentro y fuera de Irán. Tanto que, dos años después, las autoridades de la República Islámica han decidido detenerla y borrar todo rastro suyo en las redes sociales.
"Blasfemia". Pese a la habitual opacidad con la que operan los medios de comunicación iraníes, diversos medios internacionales han confirmado tanto el arresto como los motivos esgrimidos por la justicia para efectuarlo. Tasnim, un periódico afín al gobierno, habla de "crímenes culturales y corrupción social y moral", además de blasfemia. Sahar Tabar fomentaría una imagen inapropiada entre la juventud iraní, vistiendo de forma contraria a las reglas establecidas por la república islámica, "incitando a la violencia" y obteniendo una renta de forma inapropiada (por sus beneficios publicitarios vía Instagram, quizá).
Cancelada. A esta hora su cuenta personal en IG ha quedado suspendida. Desde que saltara a la fama a mediados de 2017, Tabar se había convertido en una de las personalidades digitales más reconocidas de Irán, si bien por motivos un tanto extravagantes. Contaba con más de 300.000 seguidores en Twitter y con miles de historias publicadas a su estela, numerosas de ellas falsas. Según la BBC, su detención coincide con la de otros blogueros e influencers de Irán, lo que ha generado cierto debate e indignación en las redes sociales del país. La represión de opinadores y activistas en práctica habitual de las autoridades iraníes.
Origen. ¿De qué modo una mujer que ansía calcar el aspecto de Angelina Jolie puede representar una amenaza para los cimientos de la República Islámica? Por un lado, Sahar Tabar jamás ha deseado igualar la imagen de Jolie mediante cirugías estéticas imposible. Su tétrico aspecto simulaba el de un zombie girl, en una obsesión por el aspecto mortuorio y la estética calavérica igual de inquietante, pero no tan surreal. Sus fotografías virales no eran el resultado de cincuenta operaciones y la pérdida de cuarenta kilos de peso, sino de un dominio muy avanzado del maquillaje y de extensas ediciones en Photoshop.
Censura. Lo extremo de su imagen, y las referencias a tabúes relacionados con la muerte y los no-vivos, han podido ser interpretados por el régimen iraní como una fuente de subversión a censurar. Es algo frecuente. Hace algunos meses, otra influencer local, dedicada a promocionar su talento como bailadora, observaba cómo su cuenta era suspendida y prohibida por las autoridades. El contenido de sus vídeos tenía connotaciones sexuales y carnales inaceptables, más aún cuando mostraba partes de su cuerpo como el vientre o aparecía sin el obligatorio velo. A la suspensión se sumó un posterior arresto que causó gran controversia.
No son detenciones aleatorias, sino sistemáticas, y que pueden terminar con penas de prisión.
Limitado. Para Irán, las redes sociales representan un subterfugio capaz de esquivar su férreo control social, en especial entre los más jóvenes. De ahí que Instagram sea la única red social con una penetración real entre su población. Facebook o Twitter, como sucede en otros países autoritarios, siguen prohibidos. El rol de esta última durante las protestas de 2009, en las que miles de personas salieron a las calles exigiendo la ampliación de sus derechos políticos y el ejercicio pleno de sus libertades, motivó un veto de nueve años que las autoridades no tienen previsto levantar.