Cualquiera que haya pasado un fin de semana en una estación de esquí aprende una lección con rapidez: hay que ponerse protección solar en la cara. Porque de lo contrario, te puedes quemar. Y mucho. Da igual que esté nublado, porque la nieve refleja la luz y de esta manera acaba quemándonos el rostro.
Algo así es lo que querían hacer unos científicos para hacer retroceder el deshielo del Ártico el pasado mes de febrero. Mediante millones de bombas de agua abastecidas con energía eólica, su idea era sacar agua del mar a la superficie. Una vez ahí, la gélida temperatura ambiente se encargaría de congelar el agua, extendiéndose una capa nueva de nieve que reflejaría la luz solar y detendría el deshielo.
El problema, como vimos en su momento, era más bien de ejecución. ¿Cómo construimos, trasladamos, instalamos y mantenemos los millones de bombas necesarias? Ahora un grupo de investigadores suizos han decidido acometer el proyecto en su país, pero a una escala mucho menor.
La utilización de nieve como espejo
El glaciar Morteratsch es uno de los más grandes de los alpes suizos, también uno de los más afectados por el deshielo. Con 16 kilómetros cuadrados de extensión y siete de largo, sus dimensiones le permiten servir de estación de esquí durante los meses de la primavera. El problema es que este glaciar está retrocediendo y en los últimos años lo ha hecho a un ritmo de entre 30 y 40 metros anuales.
Los habitantes de la zona dependen en parte del turismo generado por la estación de esquí, razón por la que se pusieron en contacto con el doctor Johannes Oerlemans de la Universidad de Utretch. Especializado en paleoclimatología, Oerlemans estudió el caso y con la ayuda de los habitantes de la zona llegó a la conclusión de que un glaciar similar llamado Diavolezzafirn podía servirles de punto de partida.
Este glaciar había crecido ocho metros en los últimos diez años esparciendo nieve artificial sobre su superficie. Oerlemans calculó que el Morteratsch sería capaz de crecer más de 800 metros en veinte años si proyectaban nieve cada verano en una superficie de 0,5 kilómetros cuadrados. Sin embargo, nos topamos de nuevo con la complejidad de la ejecución: serían necesarias 4.000 máquinas de nieve artificial.
Un piloto de 100.000 dólares
Antes de acometer semejante proyecto, Oerlemans y su equipo quieren llevar a cabo un piloto bajo otro pequeño glaciar situado cerca del Diavolezzafirn. Con una inversión de 100.000 dólares, utilizarán cañones de nieve para expandir una fina capa de nieve artificial sobre el glaciar. De esta forma, la capa blanca reflejará la luz del sol y protegerá el glaciar frente al deshielo.
Si el equipo de investigadores tiene éxito, esperan poder convencer al gobierno suizo sobre la viabilidad del proyecto y conseguir financiación para el resurgir del glaciar Morteratsch. La economía suiza genera alrededor de 44.000 millones de euros en 2015 a través de la industria del turismo. Que, a su vez, depende del estado de las pistas de esquí en el país alpino.
Los glaciares constituyen grandes masas de hielo que se desplazan lentamente a lo largo de una montaña. Cada año, nuevas capas de nieve se añaden en invierno que rellenan el deshielo producido en los meses de verano. Sin embargo, el calentamiento global y las altas temperaturas de los últimos meses ha acelerado el proceso de deshielo. Hasta el punto de que las nevadas de invierno no son suficientes para mantener y hacer crecer un glaciar.
Dado que las políticas contra el calentamiento global han recibido un duro golpe con la nueva administración Trump, algunos "pirados" como este grupo de suizos han decidido corregir el problema a su manera. Y no es del todo descabellada.
Imágenes | Kimberly Vardeman y David Stanley.
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