La reforma laboral quería matar la temporalidad y lo hizo. Al menos en las estadísticas. Desde hace años no se ha visto en nuestro país un acelerón tal de contratos indefinidos. ¿Un éxito, no? Si hablamos del número global de contratos firmados, sí. Sin embargo, tal y como hemos visto en otros artículos de Xataka, las empresas están buscado mecanismos para seguir perpetuando esa temporalidad bajo la máscara de un contrato fijo.
Los datos ilustran que una de esas maneras es la utilización del despido durante el periodo de prueba. Durante este tiempo tanto la empresa como el trabajador pueden poner fin al contrato sin tener que justificar la causa ni indemnizar. Y les viene de perlas.
Burlando la reforma laboral. No es casualidad que desde julio de 2021 hasta julio de 2022, el no superar el periodo de prueba como causa para cese de contrato haya crecido un 902,6%. Es decir, se ha multiplicado por 10 con respecto al año pasado, antes de la reforma laboral. Los empresarios han encontrado un atajo para mantener aquella temporalidad que se pretendía eliminar. Dado que estos duran entre dos y seis meses, son una excusa perfecta para hacer "contratos basura" enmascarados de indefinidos y no tener que pagar indemnización por despido.
No es ilegal. Esta práctica no es ni siquiera un fraude. El problema es que los trabajadores acaban encadenando contratos indefinidos sin lograr la estabilidad que supuestamente deberían dar esos contratos fijos. Tal y como recuerda este artículo de Pymes y Autónomos, las empresas tienen penalizaciones por los contratos muy cortos. Pero parece que ni eso les disuade de estabilizar sus plantillas o reservar los temporales sólo en caso de mucha actividad o acumulación de tareas.
Temporales enmascarados. Tal y como comentábamos en este otro artículo de Magnet esto ha dado lugar también a un aumento de los contratos fijos discontinuos. Este tipo de modalidad, aunque sea considerada indefinida porque no tiene una fecha de término, en realidad no lo es. En la práctica, realizan una actividad estacional durante algunos meses y están sin trabajo durante la mayor parte del ejercicio. Es decir, que las empresas contratan bajo contratos indefinidos, a pesar de que en realidad ya tienen pactado cuánto va a durar el empleo, y suspenden el contrato al finalizar ese tiempo.
Tal y como ilustran las estadísticas de Randstad Research con datos del Ministerio de Trabajo, en los primeros ocho meses del año (y tras la reforma) el número de trabajadores que han firmado más de un contrato indefinido en un mismo mes ha sido de 175.183 personas, 11 veces más que en el mismo periodo de 2021. Si bien la reforma ha impedido la temporalidad (su objetivo principal), ha motivado otro fenómeno igual de precario: que aumente drásticamente el número de contratos indefinidos que se firman cada mes. Y sobre todo, que aumente la cantidad de personas que encadenan contratos de duración inferior a los 30 días.
Sube la parcialidad. Otra conclusión que podemos extraer de los primeros datos tras la reforma es que se ha incrementado la segunda causa de pobreza en el empleo: la parcialidad. En el primer trimestre, casi la mitad de los nuevos trabajadores indefinidos tenían un contrato a tiempo parcial, una cifra que multiplica por ocho el número de los años previos a la pandemia. Lo que nos lleva otra vez a pensar que la precariedad laboral simplemente se está trasladando de una modalidad a otra.
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