Gracias a sus rentas bajas y una cultura social aperturista, Berlín fue en su día el paraíso europeo de todos aquellos que quisieran empezar de cero. No por nada el 85% de su población vive de alquiler. Pero en los últimos diez años el precio de los alquileres ha crecido, de media, un 173%, siendo especialmente acuciante la presión en las viviendas más modestas. Miles de grupos antigentifricación protestan día sí día también contra el que consideran su enemigo: los grandes grupos inmobiliarios.
Wohnungsno: palabra en boca de todo berlinés para explicar la carestía de vivienda. El fenómeno empezó a mediados de los 2000: con la crisis, la inmigración tanto interna como externa creció enormemente: 40.000 personas más cada año en una ciudad que sólo crea unas 10.000 viviendas cada año, ninguna de ellas por parte del Estado. Por otra parte, cada vez más berlineses deciden vivir solos, reduciendo el número de personas que caben por unidad habitacional. Los grandes fondos no han dudado en pasarse a la compra de viviendas en una ciudad óptima para este tipo de especulaciones.
¿Qué fue de la vivienda social? Alemania tiene una red de viviendas de alquiler público muy importante, que se manifiesta en diversas fórmulas: a veces son edificios propiedad de los Lander, otras del Estado, otras de instituciones gubernamentales y también vivienda privada que se acoge a estos planes. Muchas de estas viviendas se erigieron como tal en los años 90, pero desde entonces ha habido una falta de inversión. De las 1.600.000 unidades habitacionales de alquiler que hay en todo Berlín, 600.000 se acogían en 2007 a estas fórmulas, pero desde entonces cada año entre 20.000 y 25.000 de estas viviendas salen del parqué público sin reemplazo.
No hay más vivienda pública, pero, ¿por qué hay menos? Porque el número de viviendas que quedan sujetas a las normas del alquiler social decrecen. El Mietspiegel, o techo de alquiler por barrios, era una herramienta para reducir las fluctuaciones de precios en base a la renta, pero distintas fórmulas, como la compra masiva de viviendas en los barrios (lo que sube el nivel de renta de la zona) o la imposición forzosa de mejorar arquitectónicas a los arrendatarios, están haciendo que los propietarios se descuelguen de esta modalidad.
Vamos, que los rentistas pobres cada vez lo tienen peor. El piso de dos habitaciones de Kreuzberg que en 2007 te costaba 600 euros, ahora vale más de 1.000.
El rostro del enemigo usurero: Deutsche Wohnen es un grupo de inversión inmobiliaria con 110.000 apartamentos en Berlín. Son conocidos por encontrar cualquier agujero del sistema para incrementar los precios abruptamente de todos sus inquilinos al mismo tiempo. El pasado otoño 680 familias de la Avenida Karl Marx descubrieron que el grupo iba a comprar todas sus viviendas de golpe, lo que les llevaría probablemente a su expulsión. Es un sistema que han repetido en multitud de barrios: la mayoría de los edificios que tiene comprados DW eran del antiguo sistema de vivienda pública.
Prohibir a lo grande: "Expropiar a Deutsche Wohnen & Compañía" es el nombre de una iniciativa ciudadana propuesta por el empresario y activista Rouzbeh Taheri. La idea es que de aquí a cuatro meses consiga recaudar 170.000 firmas para llevar a cabo una serie de medidas, entre otras, expulsar del mercado a los agentes con más de 3.000 pisos y expropiar sus viviendas, lo que, según estudios, son al menos 200.000 viviendas de la ciudad. Según encuestas de periódicos de la región, hay una mayoría de ciudadanos a favor de la medida. Y tampoco es la única iniciativa en este sentido.
¿Sería capaz Berlín de hacer algo así? Para algunos, esto choca con el derecho a la inviolabilidad de la vivienda. Para otros, el artículo 14 de su constitución les permitiría nacionalizar bienes esenciales para la ciudadanía “en determinadas circunstancias”. Es un embrollo legal con distintos pareceres y fórmulas para llevarla a cabo, pero las coaliciones de izquierdas que gobiernan Berlín y los gobiernos de centro-derecha que han gobernado el país en los últimos años se han mostrado favorables a este tipo de medidas.
Parece que, aunque el país derrotó al comunismo, su ideología no ha quedado del todo enterrada.
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