Los bajos índices de natalidad son un problema común a todas las naciones desarrolladas. De especial apremio en Europa, no son ajenos a Estados Unidos, país que ha disfrutado tradicionalmente de tasas de fertilidad superiores al viejo continente. No obstante, durante los últimos años su crecimiento vegetativo se ha ralentizado, y sus ciudadanos han dejado de tener tantos hijos como solían.
¿Hay alguna forma de cambiar una dinámica global y aparentemente inevitable? Viajemos a Alaska.
RBU. El estado cuenta desde 1982 con un programa similar a la renta básica universal. Lo explicamos en su momento aquí. El gobierno regional gestiona un fondo de inversión derivado de sus ingresos del petróleo, muy abundante. A final de año las autoridades hacen balance, calculan sus beneficios y entregan dividendos a todos sus ciudadanos. En 2019 superaron los $1.600 por persona.
Sin condiciones. Dinero en mano que cada uno puede emplear como desee.
Niños. ¿Cómo afecta la entrega de dinero incondicional a la natalidad de un país o de una región? Es la pregunta que tres investigadores del NBER, el departamento nacional de investigación sobre cuestiones económicas, se hacen en este trabajo. Su veredicto: el fondo permanente de Alaska habría incrementado la fertilidad en un 13% desde su puesta en marcha. Más dinero igual a más hijos.
Método. Para llegar a esa conclusión, el artículo crea una "Alaska Sintética". Tomando como referencia los datos combinados de otros estados de similares características a Alaska, los autores son capaces de diseñar una Alaska teórica donde las transferencias anuales no hubieran existido. En comparación, los residentes de Alaska tienen 11 niños más por cada 1.000 habitantes que los de su espejo sintético.
En otro modelo, el trabajo compara la evolución de la fertilidad en Alaska desde 1982, año de introducción de los dividendos públicos, con su evolución en otro conjunto de estados. Los resultados son muy parecidos.
Problemas. Hay varios. El principal: la natalidad de Alaska ha descendido durante las últimas tres décadas. En 2018 la tasa de fertilidad del estado cayó a un mínimo histórico, 69 hijos por cada 1.000 mujeres en edad fértil. En 1990 la cifra superaba los 86 niños por cada 1.000 mujeres. El reemplazo generacional también se ha venido abajo: si en 2008 era de 2,4 hijos por mujer, en 2018 era de 1,97.
Durante el último lustro, Alaska ha comenzado a perder población, fruto de un saldo migratorio negativo. Es decir, los dividendos no están frenando una tendencia asentada en el tiempo y estructural, de múltiples causas. Ahora bien, se trata de un problema afín al resto del territorio. Alaska sigue teniendo algunas de las mejores cifras de natalidad del país.
Más evidencia. A día de hoy, conocer el impacto de una renta básica universal en un país cualquiera es complejo, en tanto que ninguno ha desarrollado el proyecto a fondo. Sí sabemos que los subsidios y las transferencias netas de dinero pueden tener cierto efecto en la fertilidad. En Quebec, programas similares al de Alaska, con incentivos económicos muy claros, sí lograron remontar los nacimientos.
Complejo. ¿Por qué los países occidentales están dejando de tener hijos? Las causas son muy complejas. En general, hay una correlación positiva entre riqueza nacional y natalidad a la baja, lo que cuestiona el rol del dinero como un vector de fertilidad. Países como Finlandia, Hungría y Estonia han introducido subsidios muy agresivos para disparar los nacimientos. En algunos casos están resultando exitosos.
En España, donde los fallecimientos ya superan a los nacimientos, las mujeres admiten que permisos más generosos ayudarían a tener más hijos. Su principal barrera para tener hijos son las oportunidades perdidas. Es decir, no tanto el dinero directo como los sacrificios profesionales y laborales a los que, a día de hoy, obliga ser madre. Lo que comúnmente conocemos como "brecha de género".
Imagen: Christian Bowen