Al final el gran enemigo de Joe Biden en su empeño por prolongar su paso por la Casa Blanca no ha sido Donald Trump, ni el Partido Republicano, ni las burlas de Elon Musk. Su gran azote ha sido mucho más imparable (e implacable): el tiempo. Y le ha doblado el pulso. Tras meses de "runrún", presiones más o menos veladas y patinazos públicos que han ido minando su imagen, Biden ha terminado dando un paso atrás. No optará a repetir en el cargo. El motivo: camino ya de los 82 años y tras un carrusel de errores cada vez más sonoros, las dudas sobre su idoneidad como candidato demócrata lo han apeado de la carrera presidencial.
Su caso deja botando sin embargo una pregunta espinosa que ha ganado fuerza a lo largo de los últimos meses y probablemente siga sobre el tablero tras su marcha: ¿Debería aplicarse un límite máximo de edad para optar a cargos como el suyo?
Que las presidenciales estadounidenses de 2024 son anómalas y accidentadas es algo que ya sabíamos y quedó claro hace una semana, cuando Thomas M. Crooks se subió a un tejado para dispararle un balazo a Trump. Ahora los comicios pueden sumar un adjetivo más: inciertos. De forma sorpresiva y vía tuit, Biden publicó ayer una carta concisa pero clara en la que anuncia su decisión de dar un paso atrás y no encabezar la candidatura demócrata a la Casa Blanca.
"Lo mejor para el país"
"Ha sido el mayor honor de mi vida ser su presidente. Y si bien mi intención era buscar la reelección, creo que lo mejor para mi partido y el país es que renuncie y me centre en cumplir mis obligaciones como presidente el resto de mi mandato", asumió el dirigente antes de transmitir su apoyo público a Kamala Harris, quien lleva años ejerciendo como su vicepresidenta y es ya el nombre mejor posicionado para liderar la candidatura del Partido Demócrata en la pugna contra Trump.
El anuncio de Biden llega después de que él mismo insistiese por activa y pasiva, en ocasiones con indisimulada indignación, en su determinación de presentarse a las elecciones de noviembre, pero en realidad no es una sorpresa. Con su tuit de ayer el demócrata cede a las voces que durante los últimos meses han cuestionado su idoneidad como candidato apoyándose en un dato: su edad, 81 años. 82 casi.
El foco, claro está, no son los 81 años en sí, sino los 81 años de Biden, el estado de salud y lucided en el que ha llegado a esa edad el demócrata, quien durante las últimas semanas ha dejado deslices y lapsus sonoros, como presentar a Zelenski como "presidente Putin" u olvidarse del nombre de su Secretario de Defensa.
Su pecado capital fue sin embargo mostrarse titubeante —por veces incluso confundido— durante el debate televisado que mantuvo con Trump a finales de junio, una actitud que el republicano no dudó en usar a su favor: "Ni él sabe lo que ha dicho", llegó a espetarle en pleno prime time. Biden asumió su mala noche, pero el daño ya estaba hecho: el runrún sobre su supuesta debilidad, que ya circulaba antes del debate, se recrucedió. Y tanto dentro como fuera del partido le exigieron un paso atrás, algunos desde púlpitos tan potentes como The New York Times.
Lo que ha ocurrido con Biden, las voces que han cuestionado su idoneidad para el cargo, la polémica generada en torno a su estado de salud… ¿Son elementos de un debate puntual, acotado únicamente a su figura, o hay en EEUU una discusión más amplia sobre la edad y los cargos públicos? Esa es la pregunta del millón. Y la que se sigue con atención desde un Occidente cada vez más envejecido y una natalidad menguante. Para responderla hay dos datos clave.
El primero es que la edad ha tenido, al menos hasta ahora, un peso rotundo en el debate presidencial. Y es lógico. Juntos, los dos candidatos en lid suman casi 160 años: Biden tiene 81; pero Trump acaba de cumplir 78 y ambos sobresalen en el rango de edad de la historia presidencial de EEUU. Desde los lejanos tiempos de George Washington solo se les acerca Ronald Reagan, que dejó el cargo con 77.
Prueba de hasta qué punto esa situación ha marcado al pugna es que en febrero la edad de Biden ya generó ríos de tinta después de que un informe del fiscal Robert Hurt lo calificase de "anciano bien intencionado y con mala memoria".
Lo que dicen las encuestas
The Economist y YouGov han estado realizando encuestas sobre el porcentaje de estadounidenses que creen que la salud y edad de Biden "limitarían gravemente" su capacidad para ejercer de presidente si resultase reelegido en noviembre, y sus datos son elocuentes: reconocen tener esa inquietud el 61%. Hace un año un 57% ya veía con recelo cómo la edad y su estado de salud podrían afectar al demócrata si volvía a salir elegido de las urnas. Entre sus votantes afines el porcentaje era del 25%, pero el dato se disparó hasta el 30% tras el último debate con Trump.
No es el único porcentaje que muestra cómo la salud (y longevidad) son factores muy presentes entre los votantes estadounidenses. ABC News cita otras encuestas que muestran que el 56% de los estadounidenses afirman que la edad de Joe Biden supone un problema o que el 77% consideran que el demócrata es "demasiado mayor para cumplir de forma efectiva otro mandato de cuatro años".
Aunque no entra en detalles, el medio estadounidense asegura también que "una proporción considerable" de los encuestados también ven a Trump demasiado mayor. Sus porcentajes, eso sí, serían "significativamente" menores que los de Biden. Entre ambos candidatos hay una diferencia de solo unos años.
Los 81 años de Biden no son la única cifra clave en del debate. Hay otras dos aun más significativas porque demuestran hasta qué punto la edad de los dirigentes se ha colado bajo el foco público. En octubre de 2023 Pew Research Center publicó un informe que asegura que un porcentaje aplastante de la población de EEUU no ve con malos ojos aplicar un tope de edad a quienes ostentan ciertos cargos.
Para ser más precisos, concreta que el 82% de los republicanos y 76% de los demócratas apoyan un límite de edad máximo para los funcionarios federales electos. No solo se plantearían para dirigentes. El 68 y 82%, respectivamente, son favorables a extenderlos a los jueces que ejercen en la Corte Suprema.
¿Qué edades se consideran más adecuadas? No hay respuestas claras. Pew Research asegura que el 49% de los estadounidenses creen que alrededor de 50 años y el 24% eleva la franja ligeramente para situarla en torno a los 60.
El de Pew Research no es el único informe al respecto. Antes incluso, en septiembre de 2022, la cadena CBS News informó de una encuesta que llegaba básicamente a la misma conclusión: "Una gran mayoría está a favor de los límites máximos de edad para funcionarios electos". En concreto, el 72% se pronunciaba de forma afirmativa y 27% en negativo. La implementación de límites sería popular además en todas las franjas de edad. Entre los 30 y 64 años son partidarios el 75%; pero entre los mayores de 65 años los apoyan también el 74%.
Si bien las edades de Trump y Biden, especialmente la de este último, han reverdecido el debate, las preocupaciones en torno al estado de salud de los cargos electos no son nuevas. En 1919 el entonces presidente, Woodrow Wilson, de 63 años, ya sufrió un derrame cerebral que "perjudicó gravemente" sus capacidades. Para desempeñar sus funciones se apoyó en su equipo y su esposa, Edith Wilson.
La conveniencia o no de aplicar límites de edad en ciertas esferas públicas ya la deslizó hace meses la congresista demócrata Katie Porter, quien en pleno debate con candidatos para ocupar el escaño que había dejado poco antes en el Senado Dianne Feinstein, fallecida en el cargo a los 90 años, reconoció sin ambages: "Es una conversación que deberíamos tener todos los funcionarios electos".
Límites sí, pero por abajo
Pero… ¿Qué dice la ley? Que hay límites de edad para ejercer ciertos cargos, aunque solo por la base. "La Constitución establece umbrales de edad mínimos, pero no máximos, para los presidentes y miembros del Senado y la Cámara de Representantes. La edad mínima es de 35 años para los presidentes, 30 para los senadores y 25 para los representantes", recuerda el Pew Research Center.
Al margen de que la idea de establecer límites máximos de edad goce de mayor o menor apoyo social, el organismo admite que llevarlos a la práctica no resultaría sencillo. Y no solo por una cuestión de predisposición política. "Probablemente requeriría una enmienda a la Constitución y estas requieren una votación de dos tercios tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes de Estados Unidos, seguida de la ratificación de tres cuartas partes de los estados".
El debate por supuesto no resulta cómodo, ni sencillo. Si se abre el melón de los topes de edad para optar a la presidencia de EEUU, igual que se ha abierto en otros ámbitos, como conducir o ejercer ciertos cargos religiosos en la Iglesia, se abrirían otras tantas preguntas espinosas: ¿Por qué un límite mínimo de 35 años y no un máximo? ¿La edad siempre determina el estado de salud y lucidez del candidato?
¿Hay riesgo de caer en el edadismo? ¿Y en el capacitismo? Si se aplica un límite... ¿Se renunciaría a la franja de población con más veteranía y experiencia? Y la pregunta de las preguntas… ¿A qué edad se fijaría el topo, cómo decidirla?
Expertos como el geriatra Bradley Willcox ya han advertido de que no es lo mismo "edad cronológica" que "edad biológica" y que no todo el mundo envejece igual. Con esa idea presente se agrava el riesgo de fijar un límite de forma arbitraria.
"Esto anula por completo la realidad [entre la edad biológica y edad cronológica] porque se puede ser 20 o 25 años más joven biológicamente. Entonces, ¿vamos a establecer como límite la edad del calendario o la biológica?", cuestiona Willcox. El tema es ya objeto de estudio entre los académicos, si bien hay quien va más allá y advierte que establecer límites de edad que restrinjan quiénes pueden y no pueden presentarse como candidatos afectaría a "la naturaleza democrática" de EEUU.
Algo sí está claro: Biden ha dado un paso atrás, pero el debate que ha surgido en EEUU en torno a la edad de los candidatos seguirá sobre el escenario.
Imágenes | Gage Skidmore (Flickr) y Gage Skidmore (Flickr)
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