Llevamos años creyendo que su altar procedía de Gales. Ahora sabemos que su origen está mucho más al norte
Pocos monumentos prehistóricos resultan tan fascinantes, tan icónicos y enigmáticos como Stonehenge, la espectacular estructura megalítica que se alza en la llanura de Salisbury, Inglaterra. Desde hace décadas los expertos se devanan los sesos para entender su significado, comprender por qué muestra una acústica tan cuidada o averiguar de dónde proceden las gigantescas rocas que lo forman.
Ese último fue el objetivo de un estudio que acaba de arrojar un resultado que —ironías de la arqueología— abre más interrogantes de los que cierra. El motivo: ha averiguado que su altar, una enorme roca de seis toneladas, procede ni más ni menos que de Escocia, a más de 700 kilómetros de distancia.
La pregunta, claro, es cómo recorrió semejante distancia.
El dilema de Stonehenge. Stonehenge es un gran monumento megalítico… Y un gigantesco misterio. Y es así porque a pesar de lo mucho que se ha investigado a lo largo de las últimas décadas y todo lo que sabemos de él a día de hoy, de tanto en tanto surgen estudios que parecen abrir más incógnitas de las que cierran.
En 2023 por ejemplo se publicó una investigación que reveló que su acústica es similar a la de una catedral, lo que azuzaba de nuevo la pregunta de para qué se usaba el monumento en su época, a menudo considerado un espacio para rituales y enorme calendario solar, aunque hay también teorías que cuestionan este último uso. Ahora un nuevo estudio vuelve a cerrar una incógnita a costa de abrir otras tantas: la del origen de la piedra del altar, uno de sus grandes misterios.
Una roca, un enigma. Lo que han analizado los investigadores en un estudio en el que han partido expertos de las universidades de Aberystwyth, Adelaida, Curtin y University College London, es la piedra del altar de Stonehenge. La pieza resulta especial por una razón muy sencilla: las dudas sobre su origen. La roca en sí es un bloque de arenisca de seis toneladas, 50 cm de espesor y 5 x 1 m que se encuentra en el corazón mismo del círculo de piedras, prácticamente enterrada.
No sabemos exactamente cuándo se colocó allí. La construcción de Stonehenge comenzó hace unos 5.000 años y fue ampliándose a lo largo de los dos milenios siguientes. El momento exacto en que se añadió el altar sigue siendo un misterio, aunque una de las posibilidades que manejan los arqueólogos es que se instalara durante la segunda fase de construcción, hacia el 2620 y 2480 a.d.C.
Lo que sí daban por supuesto los expertos es que, al igual que el resto de las conocidas como "piedras azules" de Stonehenge, la piedra del altar procedía de tierras galesas, si bien aún no se había aclarado exactamente de qué zona.
¿Y qué han averiguado? Que estábamos equivocados. Si los arqueólogos no habían logrado precisar de qué zona exacta de Gales procedía la piedra del altar era sencillamente porque su origen no estaba en Gales, sino más al norte: en Escocia.
Para entenderlo antes hay que comprender la configuración de Stonehenge y su particular "mezcla" de rocas. En general, se consideraba que el monumento estaba compuesto por dos tipos de piedras: rocas procedentes de la vecina Marlborough, entre las que se incluyen las grandes columnas que forman la herradura exterior; y las "piedras azules", situadas en el interior de la estructura, más pequeñas y que en su mayoría proceden de la zona de Preseli Hills, en el oeste de Gales.
A la hora de clasificar las piedras de Stonehenge, hasta ahora se catalogaba el bloque del altar junto al resto de "piedras azules". Como recuerda la Universidad de Aberystwyth o el University College London, ambos implicados en los últimos hallazgos sobre el monumento, quedaba sin embargo una duda clave por resolver: el origen exacto de la roca de arenisca. Ahora lo sabemos con mayor precisión. Y asombrosamente no está en Gales, sino lejos, mucho más lejos: en Escocia.
Mirando (más) al norte. Tras analizar la edad y composición química del altar los expertos han llegado a la conclusión de que su origen no está en Gales, sino en Escocia. Sus características apuntan a la arenisca roja de la Cuenca de las Orcadas. "Tanto la composición química como la edad de los granos minerales de la arenisca indican que es muy probable que proceda del noreste de Escocia", precisa el comunicado lanzado por las universidades implicadas en la investigación.
La conclusión la han obtenido tras crear la "huella digital" de la roca del altar, que parece coincidir con las rocas de la cuenca del noreste de Escocia y presenta claras diferencias con los minerales de Gales. "Resulta emocionante saber que nuestro análisis químico y trabajo de datación han desvelado este gran misterio. Ahora podemos decir que esta emblemática roca es escocesa, no galesa", comenta el profesor Richard Bevins, de Aberystwyth, uno de los coautores del trabajo.
Más de 700 kilómetros. Trasladar el origen de la piedra de Gales a Escocia tiene una consecuencia evidente: suma un buen puñado de kilómetros al periplo que tuvo que recorrer el bloque de arenisca antes de acabar semienterrado en el centro del círculo de Stonehenge. Si Preseli Hills queda ya a una distancia más que respetable de Wiltshire, donde se alza el monumento megalítico, Escocia supone directamente una distancia asombrosa teniendo en cuenta que hablamos de una obra realizada hace varios miles de años. ¿Cuánta? Más de 700 kilómetros.
Replanteándose el viaje. "El nuevo descubrimiento implica que una de las piedras más famosas del mundo fue trasladada mucho más lejos de lo que se creía: al menos 700 km", explican las universidades. Los autores del estudio reconocen que aún no se sabe exactamente de qué lugar de Escocia procede la roca del altar, lo que abre un horizonte fascinante, como recordaba hace unos días el arqueólogo Mike Pitts a The Guardian: "Nos dicen que los habitantes den Neolítico la trajeron del noreste de Escocia, posiblemente de lugares tan lejanos como las Islas Orcadas o incluso las Shetland, en un viaje que podría durar entre 720 y más de 1.300 km".
Pero… ¿Cómo? La pregunta del millón que queda botando. La última investigación sobre Stonehenge deja varias preguntas. Una es el origen exacto del altar. La otra, aún mayor y mucho más fascinante es: ¿Cómo narices lograron sus artífices trasladar una enorme roca de seis toneladas más de 700 kilómetros?
Hay quien ya en el pasado, cuando se creía que procedía de Gales, apuntaba la posibilidad de que el bloque se desplazara por un proceso de glaciación natural, pero expertos como Nik Pearce, geólogo de Aberystwyth, cuestionan la validez de esa teoría. "Desde Orkney, no veo ninguna manera de que la piedra haya recorrido media docena de glaciares en el orden adecuado para terminar en Salisbury".
Así pues, se abre un horizonte todavía más fascinante: el de la logística antigua. "Teniendo en cuenta las limitaciones tecnológicas del Neolítico, nuestros hallazgos plantean preguntas fascinantes sobre cómo se movió una piedra tan grande a través de esa distancia", añade Anthony Clarke, autor principal del estudio.
¿Por tierra o por el mar? Hay hipótesis, aunque no consenso. De hecho los expertos no han tardado en plantear varias posibilidades. Clarke cree por ejemplo que, dadas las "importantes barreras terrestres" en la ruta entre el norte de Escocia y Salisbury, el transporte marítimo es "una opción viable". En su análisis para The Guardian, Pitts se inclina más por un traslado por tierra como parte de una lenta marcha que estaría cargada a su vez de sus propios significados y simbolismo.
Cualquiera de las dos teorías suscita nuevas preguntas, igual de interesantes: ¿Qué relaciones había entre las poblaciones neolíticas de Gran Bretaña? ¿Se trasladó la roca de una sola vez? ¿Cuánto tardó en completar el viaje? "Los hallazgos tendrán enormes ramificaciones para comprender las comunidades en el Neolítico, sus niveles de conectividad y sistemas de transporte", reivindican en Aberystwyth.
Algo está claro: miles de años después, el conjunto de Stonehenge conserva intacta su capacidad para sorprender y ampliar en el conocimiento humano.
Imágenes | Priyank V (Unsplash)
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