Rumanía convocó un referéndum para prohibir el matrimonio homosexual. Nadie fue a votar

¿Para qué sirve un referéndum? En ocasiones, para absolutamente nada. Le acaba de suceder a Rumanía: el estado había llamado a las urnas para testar la opinión de la sociedad rumana sobre el futuro del matrimonio homosexual, pero casi nadie acudió a los colegios electorales. Tan sólo el 20% de los rumanos se dignó a perder su domingo votando sobre tan, a priori, transcendental cuestión. La consulta requería del 30% de participación, por lo que caerá en saco roto. Un voto perdido.

¿Qué se votaba? La consulta había sido impulsada por un grupo tradicional y conservador, la Coalición para la Familia, gracias al apoyo de la Iglesia Ortodoxa rumana y a la colección de tres millones de firmas. Su objetivo era clarificar el significado de la palabra "matrimonio" en el ordenamiento jurídico rumano, aspirando a reducirlo a la unión de un hombre y una mujer. De triunfar, la reforma habría frenado constitucionalmente la legalización del matrimonio homosexual.

¿Por qué fracasó? Por falta de interés. Sólo el 20,4% de los electores acudió a las urnas. Su fracaso simboliza bien los problemas endémicos que arrastran los sistemas políticos del este de Europa: un pequeño grupo radicalizado y muy bien movilizado había logrado colocar sobre la mesa una cuestión poco relevante para la mayoría de los rumanos, o al menos lo suficientemente compleja y matizada como para encontrar una resolución imposible en un referéndum binario.

La sociedad rumana decidió pasar por encima de tan crucial asunto, ahogando en el camino las aspiraciones de los grupos conservadores y tradicionalistas rumanos.

¿Victoria LGBT? Pequeña, pero sí. Diversos gobiernos del Este de Europa habían incluido ya cláusulas en su ordenamiento legal que impedían la aprobación futura del matrimonio homosexual. Letonia o Polonia lo hicieron por la vía ejecutiva; otros, como Eslovaquia o Croacia, lo hicieron mediante un referéndum. La cuestión LGBT era una de las principales brechas ideológicas entre Europa Occidental y Europa del Este, una que resaltaba lo complejo del proyecto político emprendido por la Unión Europea cuando abrió sus fronteras a los estados orientales.

El voto en ningún caso favorece la aprobación del matrimonio homosexual en Rumanía. Pero sí paraliza su prohibición y estigmatización, y lo hace, además, utilizando de forma indirecta la herramienta del referéndum, con la carga de validación popular que ello conlleva. En junio, una pareja homosexual logró que la UE reconociera su derecho a la residencia en Rumanía (y en cualquier otro país) sobre la base del matrimonio (gay) y la reagrupación familiar.

Los límites. El caso rumano ilustra bien los límites de un referéndum. Si bien son útiles para medir la opinión pública en un determinado momento, simplifican cuestiones a menudo complejas (como sucedió en Reino Unido). Irlanda aprobó el matrimonio homosexual recientemente mediante un referéndum, pero países como Macedonia ni siquiera son capaces de aprobar un cambio de nombre apelando al juicio popular. En Rumanía, la opinión pública no tiene demasiado claro qué hacer con los derechos LGBT, pero el referéndum quería zanjar el asunto desde la raíz.

Imagen: Andreea Alexandru/AP

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