El cambio climático se articula en torno a dos variables: las variaciones que ya estamos viviendo, como olas de calor extremas en puntos antaño ajenos a ellas y el deterretimiento de los casquetes polares, y aquellas que están por venir. En realidad, la mayor parte de las consecuencias anunciadas o previstas por el calentamiento global se amontonan décadas, cuando no siglos, en el futuro. El aumento del nivel del mar o la muerte de las zonas templadas son, en nuestra cabeza, ficción.
¿Pero lo son en la realidad? No tanto.
El clima en 2300. Un estudio publicado en Nature Communications ilustra cómo el clima del planeta transformará nuestro planeta de aquí a tres siglos. Es un periodo de tiempo brutal si pensamos que trescientos años atrás aún no había comenzado el proceso que hipotecaría el futuro de la humanidad en la Tierra (la revolución industrial). Sus resultados son, claro, muy oscuros: aunque sostengamos las temperaturas tan sólo 2 ºC por encima de la media pre-industrial, el nivel del mar aumentará un mínimo de metro y medio. Es decir, malas noticias.
El problema. Por un motivo muy simple: la barrera de los 2 ºC fue el histórico acuerdo multilateral negociado por todas las naciones del planeta en París. El nivel del mar continuará subiendo aunque se cumpla el mínimo objetivo planteado por el consenso más delicado y precario de la diplomacia internacional (un acuerdo que, por otro lado, sigue lejos de sus propósitos). A largo plazo, tenemos poco margen de maniobra para revertir un proceso climático de larguísimo calado.
¿Por qué? Como explica Dmitry Yumashev en The Conversation, gran parte de las transformaciones climáticas que nos esperan están bloqueadas. Van a suceder. Las predicciones a trescientos o cuatrocientos años vistas pueden parecer una excentricidad, pero son fieles a la tozuda realidad de la Tierra, cuyos tiempos se extienden más allá de lo que varias generaciones puedan imaginar. El impacto de procesos tan grandilocuentescomo el deshielo del Ártico sólo se percibirá en su máxima extensión dentro de varios siglos. Eso no significa que sus consecuencias sean ficticias.
¿Qué pasará? Suponiendo que cortamos las emisiones a corto plazo y logramos sostener la temperatura del planeta, es probable que los mares asciendan hasta 1,2 metros. Irremediablemente, naciones como Países Bajos, la Italia septentrional, ciudades como Londres, y archipiélagos enteros como Filipinas tendrán problemas. Todo esto en el mejor de los casos: ahora mismo, la humanidad sigue emitiendomás de lo que solía, por lo que las perspectivas son mucho peores.
¿Tiene solución? Otros estudios estiman que el permafrost comenzará a derretirse (y a liberarse fatalmente) en medio milenio, o que el Ártico quedará completamente liberado de hielo para 2150. Ante procesos tan enormes, ¿podemos hacer algo? La esperanza es la tecnología. Sobre todo aquellas que sean capaces de extraer o liberar a la atmósfera de CO2. Es decir, nuestro futuro ya no depende de no emitir más (deberíamos descontarlo), sino de descarbonizar por completo.
Según las proyecciones científicas, sólo así podremos descontar una población creciente, unos recursos finitos y un desarrollo incesante. Queda mucho camino por delante.
Imagen: Witch Kiki/Unsplash
Una versión anterior de este artículo fue publicada en julio de 2018.
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