No hay mejor escenario que un Campeonato del Mundo para convertirse en héroe ante los ojos del mundo, aunque solo sea durante un día. En el mundo musical, se utiliza la expresión one-hit wonder para designar este fenómeno: grupos o artistas que, a lo largo de su carrera, solamente obtuvieron un éxito aislado pero excepcional. Su apogeo fue excesivamente breve y el resto de su trayectoria no estuvo a la altura de ese momento de gloria fugaz.
Como sucede en la casa de Gran Hermano, en un Mundial todo se magnifica, y una actuación estelar bajo los focos mundialistas es capaz de levantar unas expectativas imposibles de satisfacer en el futuro. Desde Joe Gaetjens hasta Asamoah Gyan, pasando por Rossi, Schillaci o Salenko, repasamos la historia de unas cuantas estrellas fugaces de la historia de los Mundiales. Brillaron durante demasiado poco tiempo, pero su fulgor fue deslumbrante. Diez flores de un día con historias convergentes y destinos dispares.
Joe Gaetjens (Brasil 1950): un ídolo con final trágico
El 29 de julio de 1950, un gol de Joe Gaetjens en Belo Horizonte logró una de las victorias más improbables de la historia de los Mundiales. Con ese cabezazo en plancha de Gaetjens, Estados Unidos conseguía vencer a la poderosa Inglaterra, la inventora del fútbol. Algo así como matar al padre. Un terremoto en el fútbol de aquellos días.
Aunque Gaetjens era natural de Haití, estudiaba y trabajaba en Estados Unidos, por lo que fue reclutado para el torneo mundialista. Solamente tuvo que firmar un papel expresando su deseo de convertirse en ciudadano estadounidense, algo que finalmente no sucedió.
Gaetjens aprovechó el tirón mundialista para cruzar el océano y jugar en la liga francesa, pero no tuvo mucho éxito y regresó a Haití, donde la historia toma un giro trágico. En 1957, poco después de que François Duvalier ganara las elecciones, inaugurando un régimen basado en el terror, la familia de Gaetjens, opositores del recién estrenado presidente, abandonaron el país por miedo a represalias. El ídolo de Belo Horizonte, al que nunca interesó la política, decidió quedarse en el país. En 1964 fue apresado y enviado a prisión. Nunca más se supo de él.
Pak Doo Ik (Inglaterra 1966): el partido de sus vidas
¿Cómo imaginar que Corea del Norte, un país aislado desde el principio de la Guerra Fría, con una selección amateur repleta de desconocidos oficiales del ejército, podía dar la sorpresa en el Mundial de 1966? Que lograra la clasificación para la cita ya resultó llamativo, pero que sacaran billete para cuartos de final, logrando la primera victoria de un equipo asiático en un Mundial, ante la potente Italia de Rivera, Fachetti y Mazzola, era algo inimaginable. Un gol de Pak Doo Ik tuvo la culpa.
La sorpresa pudo ser aún mayor, ya que en el partido de cuartos contra Portugal, Corea del Norte vencía por 3-0 a los 25 minutos. Solo una actuación espectacular de Eusebio, que marcó cuatro goles, pudo dar la vuelta al marcador (5-3) y poner fin al sueño de la escuadra asiática.
Como del resto de aquel equipo, y de cualquier cosa que ataña al régimen norcoreano, de Pak Doo Ik poco más se supo después del Mundial, aunque se cuenta que su proeza le sirvió para ser ascendido de cabo a sargento. En 2002 un equipo de la BBC grabó un documental (‘El partido de sus vidas’) en el que recreaba la hazaña, entrevistando a varios protagonistas de aquel partido, entre ellos Pak Doo Ik.
Paolo Rossi (España 1982): la redención de un proscrito
De repudiado a héroe en un mes escaso: ese fue el trayecto vivido por Paolo Rossi durante la disputa del Campeonato del Mundo de 1982. Su convocatoria había sido vehementemente discutida por la prensa transalpina, ya que llevaba dos años sin competir tras haber sido suspendido por un escándalo de apuestas, y existía un comprensible recelo sobre su estado de forma. No obstante, en medio del ruido mediático, el seleccionador Bearzot apostó por él como 9 titular de la azurra.
Los seis goles de Rossi y el apoteósico final en el Bernabéu, con el presidente Sandro Pertini dando brincos de alegría en el palco, enmudecieron a los descreídos.
Durante la primera fase del torneo, Rossi se comportó como su selección, extraviada y sin rumbo, y las críticas arreciaron. En la segunda fase, en cambio, Rossi se destapó con un hat-trick a Brasil, la favorita del torneo, el equipo que había recuperado la alegría del fútbol brasileño y ha quedado para la historia como paradigma del vencedor moral. Rossi redondeó su Mundial con dos goles a Polonia en semifinales y otro a Alemania en la final. Seis goles en tres partidos, y qué tres partidos: una exhibición portentosa
Tras el Mundial, Rossi firmó por la Juventus, donde ganó títulos (dos ligas y una Copa de Europa), pero ofreció un rendimiento irregular, persiguiendo la magia perdida tras aquellas inolvidables tardes de verano en España.
Josimar (México 1986): dos golazos improbables
En una Brasil repleta de estrellas (Junior, Sócrates, Zico, Alemao, Careca), heredera de la gran selección del 82, una serie de casualidades coronaron a un protagonista inesperado. Josimar, que nunca había sido internacional antes del torneo, fue convocado a última hora debido a la sorprendente baja de Leandro.
Ya en México, la lesión de Edson en el segundo partido del Mundial abrió un hueco en el once al lateral de Botafogo. Josimar respondió con dos de los mejores goles de un Mundial que no estuvo escaso de golazos. Un trallazo lejano por toda la escuadra ante Irlanda del Norte y un zapatazo cruzado tras un eslalon contra Polonia fueron la carta de presentación de Josimar.
Pese a los goles de Josimar, Brasil tropezó en la misma piedra que en 1982, los cuartos de final, esta vez frente a la Francia de Platini. Por su parte, la fama alcanzada por Josimar le llevó al Sevilla en 1988, donde jugó unos meses y dejó un recuerdo más agrio que dulce. No volvió a marcar con la camiseta de su selección y su voluble carácter no le ayudó a desarrollar una carrera estable. Un artículo de la época, titulado ‘Josimar, un futbolista roto’, era suficientemente explícito: “Los sueños y las promesas de Josimar no resistieron tres días de carnaval”.
Salvatore Schillaci (Italia 1990): del fondo del banquillo al pichichi
Cuando toda Italia esperaba a Vialli y Baggio, el mundo descubrió a Totò Schillaci. El país transalpino organizaba un Mundial por segunda vez en la historia y la inesperada estrella de la selección resultó ser un oportunista cazagoles de maneras poco refinadas, que había entrado en la lista a última hora. Se presumía que Schillaci era la última opción de una lujosa nómina de atacantes: Baggio, Vialli, Carnevale, Mancini y Serena.
En el debut contra Austria, Schillaci ingresó en el campo a falta de 15 minutos para el final, sustituyendo a Carnevale. Le bastaron cuatro minutos para desatascar el 0-0 con un cabezazo. Contra Estados Unidos, el seleccionador Azeglio Vicini realizó el mismo cambio al poco de empezar el segundo tiempo. En el tercer partido, contra Checoslovaquia, Schillaci ya fue titular.
Los seis goles del delantero palermitano lo convirtieron en máximo goleador del campeonato y condujeron a su equipo hasta las semifinales, donde cayó en la tanda de penaltis ante la Argentina de Maradona y Goycochea, otro protagonista casual. Acabado el Mundial, el desempeño de Schillaci no respondió a las expectativas creadas. Pasó de la Juventus al Inter y, acosado por problemas físicos, se acomodó en Japón con 29 años.
Sergio Goycochea (Italia 1990): el parapenaltis
Cuando Nery Alberto Pumpido se rompió la tibia y el peroné jugando contra la Unión Soviética en la primera fase del Mundial de 1990, los presagios no podían ser más negros para Argentina. Había perdido el partido inaugural contra Camerún, el juego del equipo no convencía, Maradona no parecía el mismo futbolista que había puesto patas arriba el Mundial cuatro años antes en México y, para más inri, su portero titular se lesionaba de gravedad. El suplente de Pumpido era Sergio Goycochea, un portero de escaso pedigrí entonces.
Pocos podían imaginar que ese guardameta semidesconocido se convertiría en el héroe de Argentina en el torneo, con actuaciones determinantes en las dos tandas de penaltis ante Yugoslavia (en cuartos de final) e Italia (en la semifinal). Goycochea detuvo dos penaltis en cada una de las tandas, empujando a Argentina hasta la final.
Tras el campeonato, Goycochea se convirtió en el guardameta titular de Argentina, pero la hiriente derrota por 0-5 ante Colombia en 1993 supuso el principio del fin de su trayectoria internacional. Ahora se dedica al mundo de la televisión: presenta un magazine, protagonizó la telenovela 'Por amarte así' y fue uno de los partipantes del reality show Celebrity Splash, donde quedó en cuarto lugar. Acaso su segundo momento de gloria.
Roger Milla (Italia 1990): la gloria tardía
Definitivamente, el camerunés Roger Milla no un one-hit wonder al uso. Su historia es la de ese veterano grupo musical que, harto de grabar y discos y patearse escenarios con más pena que gloria, logra un hit inusitado que asalta las listas de éxitos cuando ya no se espera nada de ellos. Camerún se presentó en el Mundial de 1990 como una de las cenicientas, pero pronto dejó claro que se iba a rebelar contra el papel asignado.
Derrotó a la Argentina de Maradona en el partido inaugural, sorprendió después a la Rumanía de Hagi y dejó en la cuneta a Colombia en octavos de final. Todo ello liderados por una estrella de 38 años que venía de vuelta de todo: había disputado el Mundial de 1982 y vagado por varios equipos franceses durante la década de los 80. Cuando, por expreso deseo del presidente Paul Biya, Milla fue convocado para Italia 90, ya estaba prejubilado jugando la liga de las Islas Reunión.
Saltando al césped en los segundos tiempos, Roger Milla revolucionó y puso la chispa a un torneo que se recuerda por su fútbol plúmbeo. Sus goles y su peculiar baile junto al banderín de córner situaron a Camerún en el mapa futbolero, dispararon las expectativas de las selecciones africanas en sucesivas ediciones y dejaron una huella indeleble en la memoria del aficionado. Aún tuvo tiempo de acudir al Mundial de Estados Unidos en 1994 para dejar la marca de goleador más longevo de la historia de los Mundiales en 42 años y 39 días.
Oleg Salenko (EEUU 1994): un récord (de momento) inalcanzable
Si marcar cinco goles en cualquier pachanga entre amigos es una tarea harto difícil, hacerlo en un partido de la Copa del Mundo tiene un mérito colosal. El futbolista ruso Oleg Salenko lo consiguió una inspirada tarde de junio contra Camerún, instalando una marca que nadie había logrado hasta entonces y nadie ha sido capaz de repetir después.
Pese a tener una digna trayectoria profesional, defendiendo las camisetas de Zenit, Dinamo de Kiev, Logroñés, Valencia y Glasgow Rangers, Oleg Salenko nunca volvió a brillar como aquella tórrida tarde de junio en San Francisco. Para la historia queda un récord difícil de igualar en el fútbol actual, como apunta el propio Salenko: “El problema es que ahora los equipos marcan dos goles y se dedican a amarrar el resultado. Antes, cuando marcábamos, corríamos como locos a por más"
Ilhan Mansiz (Japón y Corea 2002): el último gol de oro
El tercer puesto de Turquía en el Mundial de 2002 es una de las mayores sorpresas de la historia reciente de los Mundiales y Mansiz, suplente durante todo el campeonato, se convirtió en su imprevisto protagonista en el decisivo choque de cuartos de final. Su gol en la prórroga contra Senegal clasificó a su selección para las semifinales y desató la locura en Turquía. El de Mansiz fue el último gol de oro de la historia, el punto final de aquel invento de la FIFA para evitar prórrogas timoratas que tuvo justo el efecto contrario: miedo y sopor.
Crecido en su papel de improvisado héroe, Mansiz aún tuvo tiempo de dejar un regate inverosímil a Roberto Carlos en semifinales y marcar dos goles más en el partido por el tercer puesto contra Corea del Sur, convirtiéndose así en el máximo goleador de su equipo en el torneo. La historia de Mansiz aún tiene un último e inesperado giro de guión: al abandonar el fútbol, se convirtió en profesional del patinaje sobre hielo.
Asamoah Gyan (Sudáfrica 2010): sonrisas y lágrimas
Asamoah Gyan vivió en el Mundial de Sudáfrica las dos caras del deporte. Por un lado, el delantero acaudilló a su selección hasta los cuartos de final, con una actuación portentosa y goles decisivos. Su gol en la prórroga de octavos contra Estados Unidos puso a Ghana al borde del éxtasis.
Sin embargo, el cuento no tuvo el final soñado. Cuando su choque de cuartos contra Uruguay estaba justo a punto de irse a la prórroga, una clamorosa mano de Luis Suárez en la línea de gol otorgó al entonces delantero del Rennes la oportunidad de llevar a Ghana a las semifinales, pero el lanzamiento de Gyan se estrelló contra el larguero. Después, en la tanda de desempate, Gyan sí acertó su lanzamiento, pero el tiro a lo Panenka de Abreu privó a los ghaneses de ser el primer país africano semifinalista en una Copa del Mundo.
Su sobresaliente actuación en Sudáfrica le valió para fichar por el Sunderland, pero en la Premier League no acabó de cuajar. En 2011 inició un vagabundeo por ligas menores, desde los Emiratos Árabes Unidos hasta China, para terminar en el Kayserispor turco, su último destino hasta el momento.