Cuando Pantone eligió su "color del año" para 2020, un azul tan sobrio como clásico, difícilmente podría imaginar los acontecimientos que transformarían nuestra vida para siempre. También a nivel cromático. El confinamiento ha realineado nuestra relación con determinados colores, en especial aquellos que decoran las paredes de nuestras casas. De los grises y rojos apagados hemos pasado a colores más orgánicos.
Un ejemplo. Lo proporciona este interesante artículo de Art News. Proveedores de pintura de todo el mundo han registrado dos fenómenos paralelos desde principios de marzo: un aumento paulatino de las ventas, fruto del interés de muchas personas de repintar sus casa durante el confinamiento; y una sutil evolución en nuestros gustos. Del primero dan fe otros reportajes españoles de principios de la pandemia, cuando las ferreterías observaron un repunte en la compra de pintura.
En datos. Tiendas británicas como Farrow & Ball han registrado hasta un repunte del 20% en las ventas; otras, como Sherwin & Williams, veían crecimientos más modestos a finales de abril (2%). La clave aquí es la tendencia: colores rojizos y azules de tonalidad oscura, como el elegido por Pantone a principios del año, han caído un 90%; mientras que verdes y azules más naturales, además de amarillos y morados apagados, han crecido hasta un 59%. Tonos más orgánicos, más naturales.
Motivos. No cuesta entreverlos: el confinamiento obligó a millones de personas a replantearse la distribución y el aspecto de sus casas, inadaptadas al trabajo en remoto. Esto tuvo un impacto directo primero en algunos muebles (las sillas de oficina y los escritorios volaron, por ejemplo) y después en los colores. Se acabaron los grises tan característicos de la pasada década, o los rosas asalmonados. Queríamos menos artificio y más contacto con lo ausente, el aire libre.
Gamas tan brillantes y vívidas como el rosa coral, elegido "color del año" por Pantone en 2019, han pasado a mejor vida. No queremos que nuestra casa nos sobreestimule, pero tampoco que nos deprima. Queremos un entorno sobrio, con la suficiente luz y contacto natural como sea posible.
Conexión. Hay un patrón común entre los colores que deseamos incluir en nuestro hogar y la huida hacia la naturaleza y el medio ambiente anhelada por miles de personas durante los últimos meses. Si un color debiera definir nuestra relación con la pandemia bien podría ser el "verde". No sólo porque las actividades al aire libre, en parques, tienen menos riesgo de contagio (lo que las hace más atractivas); sino también por el pequeño éxodo de urbanitas hacia zonas rurales, gracias al teletrabajo.
Lo vimos hace algunas semanas: son numerosas las familias que han hecho de sus segundas residencias una vivienda permanente, lejos de las grandes ciudades; o jóvenes que han regresado al pueblo. Allí, entre el verdor, hay menos gente, menos multitudes, más seguridad.
En casa. Una pandemia y un confinamiento que, por naturaleza, nos han impulsado a las tareas del hogar. A arreglar aquello que siempre estaba pendiente. A las pequeñas pasiones frugales. Desde la fiebre por hacer pan hasta la repostería casera, pasando por el repintado de la casa o el arreglo de muebles y otros elementos de la casa. Es un cambio de perspectiva que se ha traducido, como es lógico, en los colores que priorizamos. En unos meses sabremos si Pantone también lo ve así.
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