El culebrón de AstraZeneca está suponiendo una crisis de reputación a la Comisión Europea. En pos de la europeidad, de la hermandad y unidad de los pueblos y también para sacar mejores precios por comprar lotes mayores, cada uno de los 27 aceptó delegar sus negociaciones de acceso a la vacuna a un mando único. Si bien fue bonito ver cómo todos los europeos empezábamos a vacunarnos al unísono en España, Países Bajos o Alemania, haber aceptado una rebaja del 50% de las vacunas previstas ha hecho que muchos se replanteen si hicieron bien en ceder esas competencias.
Como están señalando también políticos y activistas de multitud de frentes, a la UE le está saliendo otra grieta en su estrategia, el fracaso en sus promesas para ayudar a los países pobres.
El COVAX, el fondo de acceso global a las vacunas. Lo impulsó la OMS junto con otro par de organizaciones, se han “interesado” por él casi todos los países del mundo, hay 91 países que podrían ser receptores de sus logros. Reino Unido no está y Estados Unidos tampoco, aunque este último cambiará su política con la nueva Administración de Biden. Si los países ricos no se comprometen casi en su totalidad, la consecuencia sería que aquellos estados sin recursos no podrían empezar a acceder a vacunas hasta 2023 mientras que los ricos se sientan sobre millones de dosis de vacunas sin inyectar, con toda su población para entonces ya cubierta.
El principal objetivo de COVAX hasta ahora: que, para finales de 2021, se hayan entregado 2.000 millones de dosis de las cuales 1.300 vayan para países pobres, el 20% de su población, la gente más envejecida y con mayores riesgos de morir. No sería pedir tanto dado que, por ejemplo, Bélgica planea tener vacunado al 70% de su población para final de año, Alemania al 60% y España dice que tendrá al 100%. Europa está sentada, además, sobre acuerdos de compra de aquí a final de año de 2.300 millones de dosis, que servirían para vacunar a los 27 tres veces. Ocurre así en muchos otros países, como Canadá, donde se ha comprado mucho más de lo que técnicamente se podría necesitar, tanto por los acuerdos que pudiesen fallar como para, precisamente, se supone, para ayudar a los países necesitados.
Ahora no tenemos ni ese 20%: a día de hoy el COVAX aún no ha arrancado. No se ha suministrado ni una sola vacuna a través de este esquema. La UE ha puesto 500 millones de euros siendo así el principal contribuidor, y luego tanto filántropos como países del resto del mundo o incluso europeos que han querido contribuir algo más (por ejemplo Francia o Alemania) están poniendo cientos de millones, pero según la OMS faltan 2.800 millones de financiación. Los responsables de la OMS han tenido que emitir comunicados de reproche ante lo que está pasando. Representantes de países acogidos al plan han empezado a hacer declaraciones acusatorias muy enfadadas. Otros países del plan, como Sudáfrica, están empezando a comprar vacunas porque cuentan con que esas ayudas no llegarán y temen que se cumpla la profecía y no puedan empezar a inyectar hasta 2022.
El caso de Palestina. Mientras en el vecino Israel, que ha ido (más o menos) por libre, ya hay un 40% de población vacunada, el otro estado de la Tierra Santa apenas ha recibido por el momento 5.000 dosis de vacunación para un país de 5 millones de habitantes, y lo que les queda por esperar. Uno de los objetivos de Europa con el COVAX es llegar a los estados vecinos lo antes posible; Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Georgia, Moldavia y Ucrania entre otros. Por el momento sólo están llegando unidades simbólicas. "Parece que la UE está perdiendo el cariño de la gente de los Balcanes Occidentales", dijo el presidente de la junta directiva del Centro de Política Europea.
Los acuerdos bilaterales: es por esta vía que el barco empieza a hacer aguas: “al menos 12 acuerdos se han firmado solo en 2021 y están elevando los precios a medida que los países intentan saltarse la cola”. Anuncios como el de AstraZeneca demuestran que las farmacéuticas están llevando a cabo acuerdos bajo cuerda con países, algunos incluso que habrían firmado comprometerse con el plan de solidaridad, lo que no sólo constituirán muertes para cientos de miles de personas al final de la pandemia por la ineficaz distribución de las dosis (hombres ugandeses de 80 sin vacunar en 2021 cuando sí lo estén veinteañeros españoles), sino que esta picaresca individual afectará al favorable poder de negociación de entes gigantes como la CE y aumentará el precio de las dosis para todos. Y aumentará también, claro, la tensión de decenas de países con quienes se comprometieron a ayudarles.
Foto: Thein Zaw, AP Photo.
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