¿Se acabará el chocolate para el año 2050? Durante los últimos años se han acrecentado las voces que advierten sobre una gran crisis del chocolate. El valor del mercado global del chocolate sigue alcanzando máximos históricos y puede que se duplique su valor de 2015 para el año 2025. Su consumo está respaldado por sus beneficios para la salud: posible ayuda contra el envejecimiento, efectos antioxidantes, alivio de estrés y regulación de la presión sanguínea, entre otros.
¿Dónde se encuentran los más adictos al chocolate? Tradicionalmente, más de la mitad de toda la producción de chocolate era consumida en Europa Occidental y América del Norte. El país más "goloso" del mundo es Suiza, donde se consumieron más de 8 kg de chocolate por persona en 2017.
Nuevos mercados para el chocolate
Aunque los mercados occidentales estén a la vanguardia en el consumo de chocolate, el futuro de este mercado podría estar en China o la India, países que cuentan cada uno con más de 1.000 millones de habitantes. El rápido crecimiento de la urbanización, el aumento de la clase media y el cambio en los gustos de los consumidores han disparado la demanda de chocolate en estos países.
La India es actualmente uno de los mercados donde el consumo de chocolate crece a mayor velocidad y la demanda no ha dejado de subir durante los últimos años. En 2016 se consumieron más de 228.000 toneladas, un aumento del 50% en comparación con 2011. A los indios les encantan los dulces y el chocolate se ha convertido en uno de sus caprichos favoritos porque se comercializa como un producto sano y hace que la gente no dude a la hora de consumirlo en forma de snack.
En el caso de China el chocolate estaba considerado un manjar escaso hasta que se produjeron las reformas económicas a principios de los 80. Desde entonces el país sigue estando muy por detrás de la media en cuanto a consumo de chocolate con menos de 1 kg al año por persona.
Pero las cosas están cambiando al mismo tiempo que surgen nuevas modas como la "cultura del café" , algo que también afecta a la forma en la que se utiliza y se consume el chocolate. También hay millones de chinos acomodados que compran online chocolate extranjero de calidad, algo que ha hecho que empresas como Alibaba se replanteen sus modelos de negocio para seguir estando a la vanguardia.
La producción de chocolate corre peligro
Pero los fabricantes de chocolate están en apuros porque la planta del cacao con la que se produce el chocolate solamente crece en climas húmedos tropicales y a la sombra de las selvas, lo que limita la cantidad de zonas para su cultivo. Las principales regiones de cultivo del cacao se encuentran en África Occidental, donde solamente Costa de Marfil y Ghana producen más del 50 % del total de la producción mundial.
Sin embargo, debido al calentamiento global se estima que el cultivo de cacao en estas regiones vaya literalmente cuesta arriba para mantener las condiciones óptimas de cultivo. El problema sigue estando en las pocas zonas de cultivo disponibles, puesto que en muchas de estas zonas se ha prohibido su cultivo o no es adecuado. Los enemigos de la planta de cacao son de diferentes tipos, pero los más importantes son las enfermedades y las plagas.
Los cálculos actuales indican que estos problemas causan pérdidas anuales de entre el 30 y el 40% de la producción total a nivel mundial de cacao.
En junio del año pasado, Costa de Marfil anunciaba que tendría que retirar toda una plantación de cacao de 100.000 hectáreas que había sido contaminada por el virus de los brotes hinchados para evitar que se propagara esta enfermedad. Pasarán por lo menos 5 años hasta que la zona pueda ser reforestada. Como resultado de estas causas "naturales" y de las fluctuaciones de los precios, los cultivadores de cacao están pasándose a otras alternativas que puedan aportarles más beneficios y sean más fáciles de cultivar.
En Indonesia, el tercer productor de cacao más grande del mundo, se ha producido un descenso de la producción de cacao desde 2010 debido al mal tiempo y al envejecimiento de las plantaciones. Como consecuencia, algunos agricultores se han pasado a otros cultivos como el maíz, el caucho o el aceite de palma.
Los productores ponen sus miras hacia el Este y hacia el Sur
Estas amenazas generales y la alta demanda procedente de los nuevos mercados mandan un mensaje claro a los principales productores de cacao.
Ghana, el segundo productor de cacao del mundo, tiene los ojos puestos en Asia y específicamente en China como su próximo "gran objetivo". Para potenciar su producción anual de cacao, Ghana está intentando asegurar un préstamo de 1.500 millones de dólares del banco chino Eximbank. Esta colaboración tiene el apoyo de los gobiernos de ambos países, puesto que el interés mutuo es obvio, tal y como se refleja en el potencial del mercado de chocolate chino.
También hay otros mercados atractivos en Oriente Medio y África, donde los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí son líderes en consumo de chocolate por persona, muy por encima de la media regional. Los consumidores de estos mercados consideran el chocolate como un símbolo de riqueza, lo que impulsa la demanda en marcas de lujo.
Los productos con chocolate también tienen un buen mercado en Algeria, pero por otros motivos. Según Euromonitor, para los argelis el chocolate es una fuente de energía popular entre la gente joven y se consume de forma individual, siendo raro que se utilice como regalo.
¿El chocolate puede ser sostenible?
Los mayores productores de chocolate toman parte en iniciativas para la sostenibilidad como Rainforest Alliance, UTZ y Fairtrade.
El fabricante Mars Wrigley Confectionary, líder global en producción de dulces por ventas netas en 2017, invirtió 1.000 millones de dólares para crear un cacao más resistente al calor. Además, en 2009 Mars fue la primera empresa de chocolate del mundo en comprometerse a utilizar el 100% de su cacao de tipo certificado para el año 2020, una iniciativa a la que se han sumado posteriormente varios competidores como Hershey's, Ferrero y Lindt.
Mondelez International también quiere que todo el cacao que utiliza sea sostenible y Milka es la última de sus marcas que se une a Cocoa Life, una iniciativa lanzada en 2012 que busca empoderar a los cultivadores de cacao.
Aunque estas iniciativas son un gran paso adelante, muchos de los participantes en la cadena de suministro admiten que no son suficientes para sacar a los cultivadores de cacao de la pobreza, uno de los mayores problemas a los que se enfrentan. Un ejemplo es Costa de Marfil, uno de los principales países productores de cacao. Un cultivador de cacao con la certificación UTZ solamente cobra un salario anual adicional de entre 84 y 134€, aproximadamente un 16% más que un cultivador sin dicha certificación.
Pero también surgen otros problemas, como el limitado alcance de las certificaciones. Los cultivadores deberían de pertenecer a cooperativas para beneficiarse plenamente del proceso, pero en el caso de Costa de Marfil solamente cerca del 30% están registrados en una cooperativa. Otro escollo es asegurarse de que no se utiliza mano de obra infantil en ninguna parte de la cadena de suministro, algo que es básicamente imposible de controlar.
Los productores locales de cacao en África tienen sus propios planes y han anunciado una iniciativa similar al OPEC. Lo que persiguen es tener más influencia a nivel mundial sobre el precio del cacao mejorando la coordinación de los niveles de producción y de las políticas de comercialización entre los países. Estas medidas podrían servir para proteger de mejor forma a los pequeños cultivadores de cacao que son vulnerables a las oscilaciones de precios en el mercado global.
Puede que decir que se avecina un "chocapocalipsis" sea una exageración, pero los riesgos están ahí y debemos tenerlos en cuenta. Está bien ver cómo los principales participantes en el proceso de manufacturación del chocolate están poniendo de su parte para mejorar las cosas. Queda por ver si será suficiente para salvaguardar el futuro del chocolate.
Imagen: Charisse Kenion/Unsplash
Autora: Jovana Stanisljevic, Grenoble École de Management (GEM).
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.
Traducido por Silvestre Urbón.