El mercado de valores vive tiempos de agitación. Democratizado el acceso a la bolsa, miles y miles de inversores aficionados han comenzado a participar en el gran casino regulado que es el capitalismo. Esto, ya lo vimos a principios de año, ha tenido un impacto mixto en la estabilidad del sistema. Si algo nos enseñó el affaire Robinhood y GameStop, además de que el juego está trucado, es que hay un buen puñado de jóvenes hambrientos. De inversiones fugaces, espectaculares y muy rentables a corto plazo.
Exactamente la receta opuesta para el enriquecimiento.
A la tumba. ¿Qué se necesita para ser un buen inversor? La pregunta ocupa la mente de millones de personas sin acceso a crédito o ante la perspectiva de un largo y tedioso camino hacia la jubilación. La respuesta no es tanto stonks como morirse. Un estudio ya clásico de Fidelity, una de las principales empresas financieras de Estados Unidos, analizó el rendimiento de multitud de carteras entre 2003 y 2013. ¿Cuáles resultaron más rentables? Aquellas en manos de inversores muertos o de personas que, sencillamente, se habían olvidado de ellas.
La clave. La desarrolla este interesante artículo (en inglés) de The Conservative Income Investor (que bien podría ser la definición de "publicación de nicho"). Al estar muertos, los inversores no cayeron presa de los habituales pánicos que impulsan los movimientos cíclicos en bolsa. Cuando las cosas iban mal o se adivinaba un periodo de caídas, aguantaron. No vendieron. No podían hacerlo desde la tumba. A largo plazo el mercado se estabilizó y siguió su ritmo ascendente (siempre ascendente). Como resultado se convirtieron en inversores muy sabios:
Las estadísticas indican una y otra vez que la gente no aguanta. Un estudio del Instituto Dalbar publicado en 2012 mostraba cómo los inversores recibieron entre 1992 y 2012 tres puntos porcentuales menos que lo generado por el S&P 500, y que el periodo medio de posesión de una acción para el inversor típico es de seis meses. ¡Seis meses! Cuando posees acciones durante menos de un año no estás utilizando el mercado de valores para adquirir participaciones en un negocio y beneficiarte de su crecimiento. En su lugar, simplemente estás tratando de adivinar noticias y expectativas a corto plazo, y tus beneficios quedan atados a cómo otras personas reaccionan a las noticias y a la información.
En resumen: pierdes dinero cuando, comprando y esperando, sin hacer nada, ganarías tres puntos porcentuales más al año. Que es lo que hace el S&P 500.
Típico. Es una recomendación bastante habitual en algunos círculos financieros. No vendas, no caigas presa del pánico, aguanta. Lo contaba nuestro compañero Alejandro Nieto en este otro artículo: "Salirse cuando parece que la cosa va mal puede hacer perdernos las sesiones clave que nos den rentabilidad. De hecho es bastante habitual que después de jornadas malas vengan buenas. Así que en momentos de pánico y euforia hay que hacer lo mismo: seguir la política de invertir cuando se tenga capital disponible y olvidarnos de ello".
Los datos. La evidencia respalda estas ideas. Es bastante habitual que a malas sesiones les sigan otras muchas buenas (y generalmente menos mediáticas). Y a largo plazo casi todo tiende a subir. Entre 1900 y 2019 las bolsas mundiales produjeron rentabilidades anuales de entre el 4% y el 6%, descontando la inflación. En el camino nos hemos topado con recesiones mundiales que han puesto al capitalismo a los pies de los caballos (1929 y 2008) y crisis muy duras pero más puntuales (1973, por ejemplo). En bolsa, las nubes negras tienden a desaparecer.
Pero es tentador. Ganar dinero en bolsa, evidentemente, no es tan sencillo como comprar y esperar (lo explicamos con algo más de detalle aquí). Y nuestro propio cerebro tiende a incentivarnos al cortoplacismo. La evidencia académica al respecto es amplia: cuando la bolsa cae el pánico se apodera de la mayoría de inversores (Bitcoin tiene cierta experiencia en ello, aunque a la larga siempre haya terminado subiendo), en muchas ocasiones al margen de los cimientos económicos o financiero de la empresa en la que hayamos invertido (otro caso: BHP).
Con todo, la evidencia en torno a los beneficios de una "cartera perezosa" es amplia. Fondos indexados que se limitan a invertir tu dinero en valores seguros y estables (como los protagonistas del Ibex 35, por poner un ejemplo) suelen ser una buena idea. Inviertes, te olvidas y al cabo de cierto tiempo recoges las ganancias. Muchos de ellos cobran poco al usuario. Lo que es lo mismo que prometer poco, por lo que no tienen incentivos para probar suerte con inversiones más arriesgadas.
Estabilidad. Resumiéndolo mucho, la clave sería la estabilidad. Otros trabajos han ilustrado cómo mover mucho el dinero, es decir, invertir muy a menudo en diferentes valores, tiende a ofrecer peores rentabilidades. Es una cuestión muy vieja. En 1990, Terrance Odean publicó un análisis ya clásico sobre la materia donde descubrió que las carteras de las mujeres inversoras rendían un punto porcentual mejor al año que las de los hombres. El motivo no era otro que su conservadurismo, con un 45% menos de movimientos. Apostaban más a la estabilidad.
Y nada hay más estable que la muerte.
Imagen: Jamie Street
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