Si eres de los que cuando vio Prometheus pensó que Ridley Scott había ido demasiado lejos, te espera un buen viaje con lo que vas a leer a continuación.
2001, ceremonia de los Oscar. Siguiendo al éxito que había logrado en taquilla, los académicos también se rinden ante la historia del general romano caído en desgracia llamado Máximo. Recoge cinco estatuillas de las 12 a las que optaba, incluyendo Mejor Actor y Mejor Película. Pasamos al año siguiente, cuando el productor del filme, Douglas Wick, propone una precuela. Algún hecho indeterminado le hace cambiar de idea. Se desarrollan planes para, en sustitución, hacer una secuela.
Ridley Scott y Russell Crowe se muestran entusiasmados con la propuesta, pero hay un pequeño problema: como sabe todo aquel que haya visto la épica epopeya, Gladiator dejaba pocos cabos sueltos. Máximo acababa muerto y bien muerto. ¿Cómo se podría, entonces, continuar con los avatares del guerrero? Scott se decantaba por la opción de hacer avanzar el reloj y dejar que fuesen los vivos los que continuasen con la crónica latina, pero Crowe no estaba dispuesto a desaparecer de este potencial taquillazo así porque sí.
Y aquí es donde entramos en algún momento entre 2005 y 2008 en el que el británico contacta con Nick Cave. El Nick Cave que toca junto a su banda The Bad Seeds. El mismo que, aunque había realizado hasta ese momento un buen número de poderosas bandas sonoras, apenas había hecho nada como creador audiovisual en la gran pantalla, sólo el guión de la película de un australiano y que protagonizaba él mismo. A Cave la idea le parece genial, pero le pregunta a Crowe: ¿oye, tú no te habías muerto en la película? A lo que Crowe responde: “sí, a ver cómo lo solucionas”.
Como un niño que se queda encerrado en una tienda de gominolas, Cave se pasará los siguientes meses o años ilusionado, jugando con esa idea de un proyecto de posibilidades infinitas. Sólo después veríamos que él mismo, en algún punto, se dio cuenta de que Hollywood intentaría censurarle, como finalmente ocurrió.
El guión de 103 página de “Gladiator 2, by Nick Cave” existe, circula desde 2009 por la red y puedes leerlo si dudas por algún momento que lo que vamos a contar es real. Para empezar, Cave reconoció que el título que debería llevar la secuela es Gladiator 2: El matacristos, pues ese es exactamente el plan que se le encomienda a nuestro héroe.
Más allá del pan y circo
Máximo despierta en el purgatorio. No es el Elíseo de campos de trigo que había soñado. Ni rastro de sus queridos esposa e hijo, a quienes vimos morir y fueron en la anterior entrega el motor de su venganza. Allí están Júpite, Marte y otros decrépitos dioses romanos. Hefesto, cuentan (no, no tenemos ni idea de por qué Cave usó el nombre griego para referirse a Vulcano) les ha traicionado. Si quiere volver a ver a su familia, le dicen, deberá volver a la Tierra y matar a esas nueva divinidad indigna apoyada por Hefesto, un tal Cristo a cuyo credo se están adscribiendo demasiados aldeanos. American Gods, la novela de Neil Gaiman sobre dioses que pierden la adoración de las masas en favor de nuevos iconos, se lanzó en 2001.
Máximo, humano otra vez, aparece teletransportado a la Roma de veinte años después de su derrota de Cómodo, que ahora gobierna con terror Lucio, su sobrino. En algún momento de la trama volvemos al Coliseo y ahora hay naumaquias con enjambres de cocodrilos, pero esto es un detalle sin demasiada importancia. Lo bueno viene después: hacia el final de la película descubrimos que ese nuevo dios cristiano… No es otro que el propio hijo de Máximo. Sí, ese mismo al que vimos muerto… y del que se intuía que había sido quemado vivo en la cruz. ¿Convierte esto a Máximo en San José? Más aún, ¿en el Dios todopoderoso? No importa, lo único relevante ahora es que el gladiador se ha dado cuenta de que ha sido instrumentalizado de la forma más cruel por los viejos dioses. Contra ellos y contra el imperio romano. Máximo abandona su título de “Matacristo”. Su misión ahora es del todo la opuesta.
El clímax de la película nos mete ya en el terreno de la metafísica, del espectáculo sin reservas, un viaje a los confines de la imaginación. La batalla de Máximo es ahora la batalla del ser humano a través de los siglos. El guerrero va avanzando a lo largo de los siglos. Sus espadazos en la arena romana se transforman en golpes de gracia durante las Cruzadas, en disparos de rifle durante la Gran Guerra, en la orden de apertura de fuego a los tanques con los que abatió a los nazis, pasaremos después incluso por Vietnam. Lo has adivinado: estamos ante el guerrero anónimo de la Historia.
En el presente, Máximo no tiene que ponerse al frente de ninguna contienda. Puede vehicular la violencia desde una fría sala dentro del Pentágono. La película termina con él en la Sala de Guerra hablando con la figura fantasmagórica de algún asesor de seguridad nacional o del mismísimo presidente de los Estados Unidos.
En entrevistas posteriores Cave ha reconocido que se lo pasó bomba escribiendo la historia, sabiendo que sería un producto palomitero condenado al ostracismo. La recepción, eso sí, no fue la esperada. Según el músico, la respuesta del actor que había encargado el libreto fue: “No me gusta, tío”. “¿Qué me dices de ese final?”, interrogaría insistente Cave, a lo que Crowe, parco, repetiría: “No me gusta, tío”.
Pero Scott sí se mostraba contento con la idea. A pesar de la reticencia inicial de Crowe, cuenta el cineasta, “intentamos hacerlo funcionar [el guión de Cave]. Russell no quería abandonarlo del todo porque funcionaba muy bien a nivel de cuento. A ese nivel es brillante. Creo que [Cave] disfrutó haciéndolo. Es una de esas situaciones en las que piensas: ‘Bueno, tal vez podamos ajustar esta fantasía y traer a Máximo de entre los muertos’”. Las malas lenguas cuentan que todo esto fue la manera que encontraron sus responsables de asegurarse, agujero legal mediante, de que Gladiator se quedaría como estaba, sin precuelas, por los siglos de los siglos.
Y no me cansé se jurarte que no habrá segunda parte...
Pero ese enjambre colectivo sediento de dinero y dispuesto a vender hasta a su madre para conseguirlo llamado Hollywood no ha permitido que así sea. Como contamos hace poco en Espinof, existe desde hace un par de años un proyecto en activo con la idea de hacer Gladiator 2, con su mismo director a los mandos.
Sí que será protagonista Lucio, el sobrino de Cómodo, al igual que aparecía en la ficción de nuestro cantautor favorito, pero esta vez no habrá Máximo, no al menos uno interpretado por Crowe, ya mayor para volver a calzarse las sandalias. El guion lo realizará Peter Craig, el guionista de The Town y de dos entregas de la franquicia Los Juegos del Hambre. Da igual cuál sea el resultado final, sabemos de sobra que no será lo mismo que el salvaje Matacristos que nos habían prometido.
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