Las ratas son tan consustanciales a París como el acordeón, la baguette o la Torre Eiffel. Desde los retratos desvencijados de Victor Hugo hasta Ratatouille, pensar en la capital francesa también implica decorarla con numerosas colonias de ratas repartidas por cada barrio.
La histórica conexión bebe, en gran medida, de su boyantía demográfica. Desde su crecimiento a mediados del siglo XVIII, París se convirtió en un vivero habitacional atestado y constreñido por las murallas que la protegían. Entorno ideal para que prosperaran las ratas, animales capaces de alimentarse de los restos despreciados por los humanos y entusiastas procreadores. Se calcula que 30 ratas son capaces de generar otras 900 en menos de un año.
¿Y cuántas ratas tiene París? La cifra es incierta, y algunos calculan que más de seis millones (una feliz familia de ratas por cada parisino). Sea como fuere, la ciudad parecía haber controlado el censo roedor hasta que el último lustro la sumió en una espirar conflictiva con sus subterráneos vecinos. De un tiempo a esta parte, París está preocupadísima por las ratas: amedrentan a los turistas (no necesariamente una mala idea) y conviven en la superficie con los humanos.
Ni que decir tiene que la cuestión acarrera preocupantes implicaciones en materia de salud pública (algunas ratas tienen la costumbre de morder a los humanos, sinónimo automático de alarma en toda Europa). El ayuntamiento parisino ha emprendido diversas campañas de exterminio, con relativos grados de éxito. En un surreal giro de los acontecimientos, algunas de ellas se han topado con la protesta de grupos vecinales clamando por el fin del "genocidio" animal.
En fin, sea como fuere, París es una ciudad tan de las ratas como de los parisinos, y algunos alcaldes locales no se sienten cómodos con el lienzo. Es el caso de Geoffroy Boulard, líder conservador del 17º arrondissement (barrio) de París. Insatisfecho ante la falta de respuestas del consistorio dirigido por Anne Hidalgo (socialista, de signo político contrario), ha iniciado una vivaz campaña pública para solicitar medidas más drásticas contra las ratas.
¿Y cómo lo ha hecho? Con un mapa. Bautizado "Señala a la rata", aspira a erradicar a parte de la plaga mediante la colaboración ciudadana. Cualquier parisino que se tope con uno de los roedores por sus calles, por los establecimientos o por sus casas puede acceder a la cartografía, pública, y abrir una incidencia. Señalar un punto en el mapa, declarar la calle, las condiciones en las que fue avistada y publicarlo. Un vistazo al barrio ilustra la gravedad del problema.
Según Boulard, el mapa servirá para que los servicios de exterminio puedan acercarse al punto en cuestión e investigar o acabar con la colonia. Puede que sea de gran ayuda, pero en realidad el objetivo es más político: meter presión a Hidalgo y a su equipo de gobierno por un problema que París arrastra durante años, y que representa un lastre de imagen pública. Al fin y al cabo, lo que el mapa revela es que las ratas están por-to-das-par-tes. Cosa que ya se sabía.
En cualquier caso, es útil como ejercicio de investigación y como ensalzamiento del mapa como herramienta pública. Más allá de eso, París combate contra un titán: se sabe que las ratas pueden proliferar en las más extremas condiciones (las trincheras de la Primera Guerra Mundial, por ejemplo), y su habilidad reproductiva dificulta las tareas de limpieza. De ahí que las autoridades locales, Boulard incluido, incentiven a los vecinos para colaborar en su aniquilación (taponando agujeros, cubriendo los restos alimenticios, etcétera).
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