La sección 377 del Código Penal indio ya es historia. 157 años después de que el gobierno colonial británico impusiera una legislación específica para criminalizar al colectivo LGBT, legislación mantenida y en ningún caso disputada durante más de medio siglo por la democracia más poblada de planeta, ser homosexual ya no es ilegal en la India. Es una decisión histórica espoleada por el Tribunal Supremo, quien ha considerado el artículo contrario a la constitución.
¿Por qué? Por su evidente carácter anacrónico. "Criminalizar el sexo es irracional, arbitrario y manifiestamente inconstitucional", ha explicado el juez encargado de leer la resolución del Supremo. Según el tribunal, "la historia le debe una disculpa" al colectivo LGBT indio por su sistemática persecución y ostracismo. Los jueces han apelado al respeto por las "elecciones individuales" y a la igualdad de derechos como base para respetar "la esencia de la libertad".
¿Cómo? La disputa por la sección 377 se remonta casi una década en el tiempo. En 2009 un tribunal de Nueva Delhi, la capital del país y un bastión progresista dentro de la India, establecía que el Código Penal no podría aplicarse a relaciones consensuales, cualquiera que fuera su naturaleza. Diversos grupos conservadores y religiosos apelaron el dictado en el Tribunal Supremo. En 2013, la máxima autoridad jurídica india establecía que, en efecto, la sección seguiría vigente.
Fue una derrota parcial para el colectivo LGBT. Desde entonces, numerosos activistas continuaron batallando. Se pusieron en manos de Menaka Guruswamy, abogada y cara visible del proceso contra la sección 377, y recurrieron la sentencia original del Supremo. Cinco años después han obtenido su justo premio, en un giro de los acontecimientos significativo. Pese a que numerosos partidos han celebrado la decisión, su perfil en el proceso ha sido bajo, conscientes de la polarización.
¿Quién? La ausencia de una postura oficial por parte del gobierno define muy bien el equilibrio político de la India: de carácter progresista y liberal en las grandes (grandísimas) ciudades, de claro tono secular y conservador en el campo (continúa siendo un país muy rural). La oposición a la campaña pro-LGBT ha sido capitalizada por las tres principales religiones de la India (hinduísmo, islamismo, cristianismo), unidas en su recelo a una derogación que juzgaban anatema.
Para políticos como el actual primer ministro, Narendra Modi, dependientes de la base agraria e hindú para mantener viva la llama de su nacionalismo religioso pero también conscientes del impulso de las ciudades, se trataba de una cuestión espinosa de la que mejor mantenerse al margen.
¿Y ahora? El enconado debate en torno a la sección 377 ilustra los conflictos internos de la India en su camino hacia la modernización, especialmente en entornos donde la presencia de las organizaciones religiosas sigue siendo tan relevante. No obstante, la ley a duras penas se aplicaba, y eran raros los encarcelamientos o la represión estatal. Sí tenía un claro signo estigmatizante y servía como herramienta de chantaje, amenaza y coacción para el colectivo LGBT.
El hito. Es un paso relevante desde cualquier perspectiva. La India es el segundo país más poblado del mundo y la primera democracia a nivel demográfico. Sin embargo, es aún una nota al margen a nivel global: 72 países del mundo aún mantienen legislaciones que penalizan o ilegalizan en mayor o menor grado la homosexualidad. En algunos casos reprimiéndola duramente. La mayor parte de estos países se encuentra en África (34), auténtico agujero negro de los derechos LGBT. En Europa, tan sólo un país sigue en la lista. Rusia, a consecuencia de Chechenia.
Imagen: Kandukuru Nagarjun/Flickr
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