Quizá no te hayas percatado, pero la actualidad informativa del último año ha estado dominada por un hecho un tanto inusual: el coronavirus y su consecuente pandemia. De un tiempo a esta parte vivimos en un ciclo continuo de noticias sobre incidencias acumuladas, tasas de mortandad, porcentajes de vacunación, restricciones de uno y otro tipo y variantes mutantes que amenazan con extinguirnos a todos. Si te sientes agotado, no estás solo. La prensa te ha conducido hasta ahí.
Todo mal. Lo ilustra un reciente estudio elaborado por tres investigadores del National Bureau of Economic Research, una de las principales instituciones públicas dedicadas a la divulgación científica en Estados Unidos. El trabajo se interesa por una cuestión que probablemente también haya atravesado tu mente: ¿por qué todas las noticias sobre el coronavirus son siempre malas? Para responder la cuestión analizaron 9 millones de noticias publicadas desde enero del año pasado en la prensa nacional estadounidense, internacional y local.
Negatividad. Utilizando una técnica de las ciencias sociales que clasifica el lenguaje en función de su positividad, neutralidad o negatividad y diseccionando 20.000 reportajes distintos, los investigadores descubrieron que los grandes medios estadounidenses (CNN, New York Times, Fox, Politico y un largo etcétera) son 25 puntos más "negativos" que el resto de publicaciones. Además, las noticias más catastrofistas y pesimistas tendían a ser las más leídas en cada medio. Y la "negatividad" era transversal al sector, al margen de su inclinación ideológica.
La explicación. La desarrollan los autores en este artículo del New York Times. El contraste es muy agudo con otro tipo de publicaciones escritas, como los journals científicos en los que se estudia el impacto y desarrollo de la epidemia en términos no mercantilistas y más divulgativos: "La prensa está pintando un cuadro algo distinto de lo que los científicos están diciendo". El motivo, continúan, es el deseo de sus audiencias por "consumir negatividad en las noticias". Los periódicos y las televisiones sólo estarían respondiendo a una demanda del mercado.
Contrastes. El trabajo se centra en las grandes publicaciones estadounidenses. El 87% de su cobertura sobre el coronavirus ha sido negativa. No sólo se trata de que los acontecimientos que hemos vivido durante el último año sean deprimentes y exasperantes por sí mismos, que lo son, sino del enfoque que los medios dan a la epidemia. Cuando los casos bajaban, por ejemplo, las noticias se centraban en puntos aislados donde estaban aumentando; cuando las vacunas comenzaron a administrarse, las historias versaban sobre fallos de suministro y falibilidad.
Digamos que los medios hemos sido muy buenos alterando a la población, pero no dibujando un esbozo realista, con sus lados positivos y negativos, de lo que estaba sucediendo a nivel general. Un ejemplo claro de esto es el "filtro Wuhan" que la BBC empleó accidental o intencionadamente para China. Los colores reales, tibios y normalitos de la vida real capturan menos nuestra atención que un buen amarillo calima.
¿Por qué? Es una buena pregunta. Una explicación se encuentra en la propia naturaleza del periodismo. Aquel viejo proverbio ("que vivas tiempos interesantes") es su bendición. La audiencia aumenta cuando suceden hechos extraordinarios, impactantes y llamativos, no cuando el día a día es una balsa de aceite donde sólo suceden cosas ordinarias. Los medios explotan lo anormal porque a la audiencia le interesa lo anormal. ¿Pincharías en un titular que dijera "Hoy no ha pasado nada fuera de lo común"? El aburrimiento no vende periódicos.
Lo hemos visto a cuenta de Donald Trump. Su presidencia ha sido cualquier cosa menos normal. Durante cuatro años, los programas se beneficiaron de sus políticas contradictorias y declaraciones escandalosas. Los espectadores crecieron porque cada día parecía una amenaza existencial para la democracia o la última línea de defensa de unos valores. Con Biden, un político moderado tirando a soso, la audiencia se ha hundido. Trump fue un mal presidente pero un excelente espectáculo televisivo.
Confusión. Esta dinámica es útil para los medios pero suele agotarse. Al fin y nuestra atención sobre un asunto tiene una duración limitada. El coronavirus ha puesto a prueba esta lógica. Llevamos un año en estado de excitación informativa, lo que nos ha conducido al agotamiento y la saturación. Es por eso que algunos medios, como la televisión belga, han decidido limitar el número de minutos dedicados a la epidemia. No podemos vivir sólo pendientes de gráficos que a duras penas entendemos.
Lado positivo. Paradójicamente, no todo son malas noticias. Lo vimos el pasado verano a cuenta de otro estudio que analizaba los patrones informativos y de consumo durante la epidemia. Hemos consumido más y mejor prensa que nunca, reduciendo el impacto de las noticias falsas (aunque tu grupo de WhatsApp de turno indique lo contrario). Tiempos extraordinarios también requieren de periodismo extraordinario. Por último, la "prensa internacional" y la regional fue mucho menos pesimista que la nacional: redujo la "negatividad" al 51% y 53%.
Por encima de las historias neutrales o positivas, cosa comprensible dado el 2020 que hemos vivido. Pero menos predominante.
Imagen: Amanna Avena
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