Hace cerca de diez años el popular Cesar Millán irrumpió en nuestras televisiones. El encantador de perros estaba aquí, y aunque sus métodos fueron bastante criticados, nos enseñó a entender un poco mejor a nuestros amigos de cuatro patas. Pero claro, depende de con qué lo comparemos tratar con perros puede ser un juego de niños.
Y es que la cosa cambia cuando tu pequeño compañero tiene unas uñas afiladas como cuchillas y unas capacidades de contorsionismo dignas del Circo del Sol. Es aquí donde entra en juego el encantador de gatos Jackson Galaxy con su programa My Cat From Hell para enseñarnos a convivir mejor con nuestros gatos. Pero de nuevo, una cosa es lo que diga un adiestrador y otra lo que nos cuente un especialista en el comportamiento de los animales, un etólogo.
La palabra etología puede sonarnos rara, pero se trata de una rama de la biología y de la psicología experimental que estudia el comportamiento de los animales. Vamos, lo que podríamos llamar un psicólogo animal. Por eso, si queremos que nuestro perro aprenda algunos trucos quizá queramos ir a un adiestrador, pero si lo que necesitamos es solucionar un problema de comportamiento lo mejor es ir a un etólogo.
Para aprender sobre el comportamiento de los gatos desde diferentes puntos de vista, decido hacerle las mismas preguntas a cuatro especialistas: Helena Varella, licenciada en Veterinaria y con Máster en Etología Clínica; Alberto Macías, Veterinario etólogo director técnico en Etología Veterinaria Asturias; José Luis Guerrero, veterinario de la clínica Cristina Veterinarios; y Rosana Álvarez, licenciada en Veterinaria y Máster en Etología clínica y bienestar animal de Etolia Etología Veterinaria
¿Cuales son las diferencias de comportamiento entre gatos y perros?
La primera pregunta era la obligada, ¿cual es la diferencia entre los perros y los gatos? La clave esencial me la da Alberto aclarándome que desde un punto de vista conductual son muchas más las diferencias que las semejanzas, ya que el perro necesita un grupo social para desarrollar su comportamiento, mientras que el gato es una especie asocial desde el punto de vista etológico.
¿Y por qué? Pues según Helena porque hace muchos más años que domesticamos a los perros, por lo que tienen una comunicación mucho más fluida al saber interpretar mejor nuestros gestos. Los gatos en cambio son más independientes básicamente porque nunca han necesitado un contacto tan directo con nosotros. De hecho, tal y como me comenta Juse Luis los gatos silvestres viven cada uno en su territorio, y sólo forman grupos en entornos donde hay abundancia de recursos.
En la misma dirección apunta Rosana añadiendo que el gato es "un cazador solitario perfectamente capaz de vivir solo". Por eso me da un consejo de oro: nunca tratar a un perro como a un gato o a un gato como un perro, ya que "cada especie tiene que ver cumplidas sus necesidades en función de sus características de vida."
¿Quién se adapta mejor a quién, un perro a un gato nuevo o un gato a un perro nuevo?
¿Es más fácil que un gato reciba mejor a un perro recién llegado o viceversa? Helena me comenta que la clave está en si ese perro o gato ha aprendido a convivir con la otra especie. Si no lo saben un perro es más peligroso, ya que "para él un gato es una presa y puede perseguirle y hacerle daño, mientras que un gato será perfectamente capaz de saltar y esquivar a un cachorro recién llegado".
Jose Luis en cambio opina que es más fácil que un perro se adapte a un gato "y lo adopte como un miembro más de la manada", después de todo han evolucionado precisamente para convivir. Mientras, para un gato adulto que no ha tenido contacto con otros animales, el introducir a un depredador en potencia puede ser "una verdadera agresión e invasión de su espacio".
En cualquier caso, tal y como añade Alberto, también "es importante el carácter de cada animal y las características del entorno". Aun así también se inclina por el gato como el sufridor, ya que un perro puede generarle un mayor nivel de estrés al ser el gato más sensible a los cambios en su entorno, aunque "si los animales son jóvenes siempre son más adaptables que los mayores".
¿Y por qué depende de la edad? Pues porque como me explicó Rosana si tienen contacto con la otra especie durante su periodo de socialización será mucho más fácil la adaptación, aunque siempre "hay que tener en cuenta variaciones como la historia de los individuos y las características del ambiente." También me explica que el periodo de socialización en perros va desde las 3 a las 12 semanas, y el de los gatos de las 2 a las 7 semanas de vida.
¿Es posible domesticar realmente a un gato, o somos nosotros quienes acabamos domesticados?
Esta es la clásica pregunta que todos los que convivimos con gatos nos hacemos alguna vez, o sea que no pude evitar hacérsela a nuestros expertos. El más contundente fue Alberto, que me dijo que no podemos pensar en domesticar a un gato si eso implica alterar su manera de ser. De hecho asegura que "en tal caso no nos gustan los gatos, sino los peluches". Por eso, de lo que se trata es de "aprender a compartir un espacio con ellos proporcionándoles lo que necesitan".
Jose Luis no es tan contundente, y asegura que sí se puede domesticar a un gato, aunque en el sentido de tenerlo totalmente integrado en nuestra casa. Pero también advierte de que "un gato no es un perro, y nunca nos reconocerán como un líder al que seguir. Es más una relación entre iguales que una relación de subordinación".
¿Pero por qué es así? Helena me apunta que es por su manera de ser como felino. "Es más independiente, necesita más tiempo para estar sólo, y el contacto físico y social no forma una parte importante de su vida". Esto es algo que tenemos que aceptar, y respetar su espacio si no queremos tener problemas de convivencia.
En la misma dirección de convivencia apunta Rosana, aunque hablándome de un debate entre especialistas que no terminan de ponerse de acuerdo en si los gatos están realmente domesticados o no. Ella opina que sí lo están, "aunque no al mismo nivel que los perros debido a la diferencia de tiempo en miles de años que llevan cada uno en este proceso". Además, precisamente por ese estar domesticados podemos encontrarnos con unos caracteres tan diferentes entre ellos.
¿Hasta qué punto pueden ser diferentes sus personalidades? ¿Es justa su fama de ariscos?
La última respuesta del punto anterior me dio el pie que necesitaba para otra pregunta clave, ¿cómo pueden ser de diferentes los gatos y por qué tienen fama de ariscos? Aquí la más contundente fue Rosana, asegurando que "llamarlos ariscos es antropomorfizar, es decir, atribuir cualidades de los humanos a los animales." También añadió que los gatos no son ariscos, sino que "sus características de especie los capacitan para poder vivir perfectamente en soledad".
Aunque "siempre hay excepciones debido a la genética", a grandes rasgos Helena profundiza en el tema de la personalidad para explicarme que hay dos tipos diferenciados de gato. Por una parte están "los típicos gatos muy gatos, que no les gusta la gente, que sólo te busca un rato por la mañana y luego el resto del día no quiere saber nada de tí". En el otro extremo tenemos a los gato-perro, "que vienen a recibirte a la puerta, se te suben encima, siempre te ronronean y buscan tu contacto".
De esto también puede depender la edad a la que lo adoptas por el tema del periodo de socialización que hemos tocado antes. Pero tampoco son todo causas naturales, ya que Alberto me puntualizó: "la gran mayoría de gatos ariscos que he conocido estaban sometidos a un manejo deficiente, o soportaban niveles de estrés excesivos"
Jose Luis de hecho reconoce que este comportamiento distante de los gatos se parece mucho al de los humanos. "No nos importa que nos den una palmadita en la espalda de vez en cuando pero si alguien se pone demasiado pesado, acabaremos quitándonoslo de encima adoptando una actitud que de forma inconfundible demuestre que no queremos tanto cariño".
También me da otro dato muy importante a tener en cuenta, y es que "necesitan adaptarse progresivamente a cualquier tipo de experiencia nueva". Además, si tenemos un conflicto con ellos "no vienen enseguida a reconciliarse con nosotros como los perros", y es precisamente por no entender que este es el comportamiento natural de los gatos es que muchos los tildan de ariscos.
Tengo dos gatos que se llevan mal, ¿hay alguna manera de reconciliarlos?
Algunas personas ven que sus gatos no se llevan del todo bien. Esto, según Rosana, "no tiene por qué ser solucionable", aunque esto no quita que "puedan vivir en el mismo territorio y tolerarse". Esto se puede tratar de propiciar "colocando todos sus recursos necesarios multiplicados y dispersos, de manera que no tengan que estar obligados a usarlos al mismo tiempo y en el mismo sitio."
En la misma dirección ha apuntado Alberto, señalando que la convivencia "depende de la personalidad de ambos" y que esto no es algo que se pueda modificar. Además, también apuesta por permitirles dispersarse en caso de conflicto dándoles una buena "disponibilidad y acceso a recursos como la comida, bandeja sanitaria, etc."
"Se pueden pelear por celos, porque no son sociales, no han acabado de tener una relación de amistad entre ellos, o porque no se consideran parte de una manada." me dice Helena, a lo que luego añade sonriendo que "si en personas la psicología es compleja en animales y gatos imagínate." Vamos, que no es tan sencillo como dar dos o tres trucos mágicos.
Por último, Jose Luis intenta explicarme estos conflictos de manera entendible, diciendo que "nosotros podemos elegir a nuestros amigos, pero no a los amigos de nuestro gato." Vamos, que buscándole compañía podemos acabar creando sin querer un conflicto, ya que son animales territoriales que reaccionan con desconfianza. Por eso hay que acercarles *"de forma muy gradual y progresiva, dejando tiempo y espacio para que puedan llegar a tolerarse sin agresividad"*, y sobre todo, no forzando el contacto.
¿Por qué hay quienes le caen mal a un gato? ¿Hay alguna regla de oro para ganarse su simpatía?
Otra pregunta del millón para quienes hemos traído amigos a casa y hemos visto que a nuestros gatos parecen caerles mejor unos que otros. Todo es en parte, según Helena, porque son muy sensibles a los olores. "A lo mejor simplemente con que una persona entre a casa con olor a perro ya es suficiente para que el gato no lo tolere". Además, también depende de "la actitud de la persona, su tono de voz, las gesticulaciones o el tamaño".
En la misma dirección apunta una vez más Alberto, diciéndome que "los gatos son analistas de su entorno", y que un gesto brusco, la manera de movernos, la voz o "si nos hemos empeñado en acariciarlos cuando no debíamos" son motivos suficientes para que un gato muestre recelos hacia una determinada persona.
A esto Jose Luis le añade la posibilidad de que "te hayas mostrado agresivo con él" o que simplemente "no te conozca y necesite un periodo para adaptarse a ti". En cualquier caso, su regla de oro en esta situación sería "tener paciencia y comprender la psicología de los gatos". Y es que todo es cuestión de su naturaleza, por lo que Rosana recalca que le caen mejor unas personas que otras "por la misma razón que ellos establecen grupos sociales entre diversos individuos de su especie".
¿Y qué hay de los niños? ¿Qué precauciones habría que tener cuando jugan con un gato?
Una eterna preocupación es la posibilidad de que alguien salga herido cuando un niño se pone a jugar con un gato. En este punto los etólogos me comentan que todo depende principalmente del niño. Alberto de hecho, hace hincapié en que "a los niños debemos enseñarles desde pequeños a relacionarse adecuadamente con los animales". Además, la norma básica sería que "SIEMPRE debe haber supervisión proactiva de un adulto cuando el niño y el gato estén juntos".
También es posible que el gato no haya aprendido lo que es un niño y como jugar con él, como me comenta Helena, y esto puede asustarle cuando ven a un pequeño entrar a casa corriendo, gritando y saltando. Aun así también coincide en que lo más importante es la educación del niño, y que sepa tratar a las mascotas "con delicadeza, intentando no hacerles daño ni no agobiarles si huyen":
"Dejar que sean ellos los que vayan acercándose si quieren, no agobiarles ni forzarles a conocer o estar con el niño" reitera Rosana, a lo que Jose Luis añade que los gatos se irán adaptando sin problemas a los nuevos miembros de la familia, aunque "necesita un contacto gradual y progresivo". También insiste en que los adultos tenemos que estar atentos, porque un niño puede "no interpretar adecuadamente las señales de aviso que dan los gatos cuando se sienten acosados".
¿Qué cambios ha habido en las recomendaciones a la hora de educar un gato en los últimos diez años?
En esta cuestión Alberto asegura que "cada vez tenemos un conocimiento mas preciso de la conducta felina, y eso repercute en los consejos prácticos que se ofrecen" para convivir con ellos. También asegura que no es tanto educar al gato como "aprender a proporcionarle un ambiente enriquecido y libre de estrés". En la misma dirección va Jose Luis diciéndome que no cree que a un gato se le eduque, sino que "es un compañero de piso con el que se convive".
Helena va en otra dirección diciendo que enseñarle trucos a los gatos también es posible, puesto que son muy inteligentes e incluso pueden hacer Agility. Eso sí, en este sentido "se abrió todo un mundo a raíz de la aplicación del clicker", un pequeño objeto que hace ruido cuando lo apretamos, y ayuda a entrenar en positivo "marcando lo que quieres que haga el animal clickando y dándole un premio".
Pero claro, enseñarle trucos a un gato es una cosa, y la educación otra, y ahí Helena reconoce que en los últimos años se está aprendiendo todo, básicamente porque es "un tema muy novedoso, y hace diez años nadie hablaba de ello". También apunta a eso Rosana, que asegura que sobre todo se ha corroborado mediante estudios que el contacto físico les produce estrés y que no necesitan al humano, y que no forman un vínculo social y de seguridad como lo hacen los perros."
¿Cuales son los errores más comunes que cometemos a la hora de educarlos?
Todos cometemos errores, pero quienes están acostumbrados a lidiar sus consecuencias seguro que son capaces de decir cuales son los más repetidos. Para Jose Luis uno de ellos es el intentar "evitar que nuestro gato haga algo asustándolo o con algún tipo de agresividad hacia él, aunque sea de baja intensidad". Con los gatos el castigo no funciona, y opina que sólo sirve para asustarlos o incluso que reaccionen agresivamente.
Helena puntualiza que en caso de llamarles la atención, que tampoco lo recomienda, sólo hay que hacerlo justo cuando están haciendo algo mal para que sepan qué está pasando. También nos apunta a nosotros como culpables por el exceso de contacto físico, y porque solemos tender, por ejemplo "a dejar comida en la cocina, lo que hará que enseguida aprendan a subirse a los sitios para buscarla".
El desconocimiento generalizado de la conducta y necesidades felinas, según Alberto, es la razón por la que tendemos a errar "no proporcionándoles un entorno físico adecuado o manipulándoles de forma incorrecta" con un exceso de caricias que les genera un estrés social. Y Rosana culmina la pregunta acusándonos de "pretender que sean de una especie a la que no pertenecen". No amiga, es un gato, no tu bebé achuchable.
¿Si un gato se sube a un mueble por un sitio, se recomienda que pueda recorrerlo y bajar por otro?
Antes hemos hablado del encantador de gatos Jackson Galaxy, y por eso he querido confrontar una de sus teorías con los etólogos sin decirles que lo decía alguien de la tele. Él dice que los gatos tienen que fluir, que sus circuitos necesitan una entrada y una salida. Para mi sorpresa, aunquedos de ellos no creían en esta teoría, otros dos la han ratificado explicándomela.
"No, no creo que sea verdad", me decía Jose Luis, "lo único que hay de cierto en eso es que con los gatos hay que pensar tanto en sentido horizontal como en sentido vertical". Exactamente la misma respuesta me dio Rosana, diciendo que no entendía de dónde podía provenir esa afirmación, pero que es cierto "que deben disponer de espacio tridimensional para utilizar, además de sitios donde poder esconderse, bien a ras de suelo o en alto."
En cambio Helena me dijo que es algo muy importante "porque el gato siempre necesita una vía de escape". También me explicó que los gatos suelen intentar no pelearse, por lo que "es bueno que tengan lugares para subir en alto y esconderse, y que tengan un lugar de entrada y otro de salida". Lo mismo opinaba Alberto, añadiendo que si no tienen vías alternativas de escape pueden tener "la sensación de estar acorralados, lo que les generará un estrés significativo".
Los gatos y las alturas, ¿qué hay detrás de esta atracción fatal?
Y ya que estábamos hablando de alturas, también quise que me aclararan de una vez por todas por qué los gatos sienten una atracción fatal hacia ellas. Para Helena la respuesta es simple: "Los gatos son cazadores y son presa, por eso tiene que buscar su mecanismo de esconderse." Por eso, subirse a los sitios les da tanto protección como "una vista privilegiada para ver lo que hay abajo para cazar".
Rosana insiste en que es porque prefieren un espacio tridimensional, y que en las alturas pueden estar "apartados de otros o lejos de estímulos amenazantes". Jose Luis añade que no sólo les encanta jugar en zonas altas, sino que si además "pueden observar el exterior como un jardín o la calle el lugar será perfecto para ellos." Esa también es la razón, dice, de que a veces pasen olímpicamente de las camas especiales que les hemos comprado y hemos colocado en el suelo.
Eso sí, ante esta tendencia Alberto advierte que los gatos "no perciben la profundidad del campo visual como nosotros". Vamos, que no calculan la altura con precisión, por lo que corren peligro de caerse desde algunas ventanas. Por eso, aconseja "si vivimos en un edificio de varias plantas, deberíamos mantener las ventanas cerradas en presencia de los gatos para evitar accidentes".
¿Por qué les gusta tanto a los gatos arañar las cosas? ¿Se puede evitar?
¿Cuántas veces has oído que alguien no quiere tener gatos porque lo arañan todo? ¿Hay alguna manera de evitarlo? En este aspecto Jose Luis lo tiene claro: "para un gato arañar es tan necesario como comer o respirar". Cuando arañan impregnan la superficie de feromonas que segregan unas glándulas de sus almohadillas, y es así como marcan su territorio y "etiquetan la zona como segura".
Helena añade que "rascan en los lugares más transitados y más visibles: el sofá". Que arañe no es algo que podamos impedir, pero sí podemos intentar que lo haga en otro sitio poniendo un rascador que les guste "al lado de los lugares que les gusta rascar. Así puede rascar en el lugar transitado y el foco de la casa."
Pero no a todos los gatos les gustan los mismos rascadores, por lo que Rosana aconseja "utilizarlos de diferentes texturas y orientaciones (horizontal y vertical) para que ellos elijan el que prefieran". Un truco que nos da para que no rasquen en determinados lugares es "rociar feromonas en esas zonas y colocar al lado un rascador".
Jose Luis y Helena coinciden en que el rascador tiene que ser estable, porque si se tambalea cuando lo intenta utilizar seguro que buscará otro sitio en el que rascar. Lo mismo que sus compañeros opina Alberto, añadiendo que "en ningún caso se debe recurrir a extirpar las uñas del gato, puesto que es un acto de maltrato animal intolerable". Esto es algo que todos deberíamos saber ya a estas alturas, pero que nunca está de más recordar.
Imágenes | Osmoon normanack, Marianne Perdomo, A. Davey. Takashi Hososhima, t.ohashi, Abri le Roux, Quinn Dombrowski, Isabelle Blanchemain, Onesharp, Rikki's Refuge, The Last Cookie y Jennifer C.
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