De entre las muchas lecturas y acontecimientos que siguieron a la decisión del pueblo británico de abandonar la Unión Europea, hubo una, de carácter particular, que se extendió como la pólvora por los cuatro rincones de la red. Se trataba de este gráfico, en el que se mostraban los porcentajes de apoyo a cada una de las dos opciones. En una regresión casi perfecta, cuanta más edad tenía un votante más probable era que hubiera votado a favor del #Leave. Dicho de otro modo: los jóvenes querían quedarse, pero los viejos irse. Y su decisión había hipotecado a las generaciones del futuro para siempre.
¿Era justo? La lectura anterior, si bien cierta, ocultaba otra realidad, quizá más relevante: los votantes más mayores habían acudido a las urnas de forma mayoritaria, mientras que tan sólo una minoría de los electores más jóvenes lo habían hecho. No sólo se trataba de una cuestión de preferencias, sino también de una cuestión de interés: el votante anciano del #Leave probablemente estuviera más ideologizado, mientras que el joven del #Remain, pese a su disparidad de preferencias, observara la votación de forma lateral.
Age breakdown on Brexit polls tells underlying story. Older generation voted for a future the younger don't want: pic.twitter.com/kMPECqQF6u
— Murtaza Hussain (@MazMHussain) 24 de junio de 2016
La idea de una generación de pensionistas imponiendo su decisión a aquellos que representan el futuro del país se extendió, cuatro días después, al debate político español. Las elecciones del pasado domingo mostraron la robustez electoral del Partido Popular, un partido cuyo electorado por encima de los 65 años representa casi el 40%. El voto joven, dedicado a Podemos y Ciudadanos, había o bien perdido representación o se había estancado. El PP, un partido que ha hecho de la defensa del mundo rural y de las pensiones un punto fuerte en su campaña, reforzaba su posición para seguir gobernando España.
La demografía nos ha llevado hasta aquí, joven
La reacción fue similar, en un debate generacional (y en una competición electoral, dicho sea de paso), que sí existe, aunque quizá no sea conveniente articularla en según qué términos, y que por primera vez en la historia de los países occidentales ha llegado para quedarse. Si la generación de votantes entre los 20 y los 30 años siente que sus preferencias son menos importantes que las de aquellos que superan los 45 años de edad, están en lo cierto. Sí, el voto anciano ha determinado las dos últimas elecciones y ha permitido al PP ser el partido más votado de España. Y sí, es probable que siga siendo así en el futuro.
Podemos igual té, entre molts d'altres, un problemilla amb el vot femení (via @Andres_Boix) pic.twitter.com/4FilBlzkia
— Ton Vilalta (@TVilalta) 27 de junio de 2016
¿Por qué? Fácil respuesta: por pura y aplastante lógica demográfica. Observemos la actual pirámide de población española.
Y ahora observemos la predicción demográfica para España, 2020.
Y la de 2070.
Esa escueta barrita demográfica que se instala entre los 80 y los 84 años eres tú, millennial veinteañero frustrado por la poca capacidad de decisión de tu generación. En España, será el único momento a lo largo de tu vida en que tu cohorte sea más numerosa que las que te preceden (esencialmente, que los babyboomers, definidos laxamente como todos aquellos españoles que nacieron entre finales de los sesenta y finales de los ochenta).
Si nos fijamos en la actual, la brecha se produce entre las cohortes 30-34 y las 25-29. En 2015, las cohortes más numerosas de la población española tenían entre 35 y 44 años. Por encima de ellos, el estrechamiento es progresivo. Pero por debajo, y es aquí donde entra en juego el conflicto generacional, es dramático, muy rápido. Nos afecta de lleno a todos los menores de 30 años, pero indica una tendencia a largo plazo: los babyboomers, la generación más numerosa, aún no ha llegado a la jubilación. Si crees que la influencia de los pensionistas es elevada hoy, espera a que lleguemos a 2040.
El monstruo demográfico deforme de más arriba se llama "tus preferencias nunca serán mayoritarias". Porque cuando las generaciones previas se hayan marchado, los más jóvenes sí te estarán superando.
Si no puedes con ellos, únete a ellos
El patrón vale para España, para Italia, para Alemania o para Reino Unido. Toda Europa, a excepción de Francia, tiene números demográficos calamitosos a corto y largo plazo. Ahora bien, ¿significa eso que el PP tiene las elecciones ganadas durante décadas, que el voto joven no ha contado, como se infiere de los comentarios espolvoreados por las redes sociales? No exactamente. Por un lado, nadie está compitiendo con él por el voto pensionista porque no quiere: su caladero está en otros mares. Y por otro, el voto joven ya influye en España.
Intención directa de voto más simpatía por grupo de edad. #CIS pic.twitter.com/itsN1QA44j
— Pepe Fdez-Albertos (@jfalbertos) 3 de diciembre de 2015
Podemos y Ciudadanos, al fin y al cabo, son dos partidos que pierden votantes conforme la edad de estos crece. Sus números entre los pensionistas son bajísimos, pero muy notables entre los veinte y treintañeros. Si llevamos dos años hablando del fin del sistema de partidos tradicional en España se debe a que los jóvenes se han movilizado de forma distinta a los mayores, organizando sus preferencias de voto en torno a formaciones nuevas que aspiran a defender mejor sus intereses. El PP ha obtenido una buena victoria pero sigue estando lejos de la mayoría absoluta. No hay tanta tiranía anciana.
El PP, de forma paralela, tiene un problema: está perdiendo a su base joven de votantes, aquellos que en el futuro seguirán votando y seguirán siendo un activo importante en cada ciclo electoral. Es posible que sus apoyos decrezcan conforme lo haga su actual base demográfica, pero eso también puede significar poco. Los intereses y las políticas preferidas por las personas de más de 60 años son diferentes, por naturaleza, a aquellas óptimas para quienes acaban de salir al mercado laboral o están independizándose de casa de sus padres. Siempre habrá un partido que les escuche, al fin y al cabo.
O dicho de otro modo, siempre habrá partidos que recojan el sentir de los ancianos. Y es posible que esos partidos sean conservadores, porque los seres humanos quizá tendemos a convertirnos en animales políticos más conservadores con la edad, o que no lo sean: el PSOE ha construido amplias mayorías sociales contando con el voto de mayor edad. Pese a las limitaciones, la única forma que los partidos (y por ende sus votantes y militantes) jóvenes tendrán de superar sus actuales obstáculos demográficos será... uniéndose a ellos. O lo que es lo mismo: sumando el voto anciano a sus mayorías y a sus programas, buscando la centralidad tan ansiada de Errejón.
Esa parte del electorado está ahí. Y como hemos visto, va a ser esencial durante mucho tiempo.