¿Qué objeto podría definir al siglo XX? Muchos cuentan con credenciales suficientes para presentar su candidatura. El cigarrillo, pese al consumo generalizado del tabaco durante los siglos precedentes, popularizó el acto de fumar entre todas las capas de población. El AK-47, un arma diseñada por un ingeniero soviético a mediados de la centuria, fue instrumental para un sinfín de liberaciones nacionales o revoluciones políticas. La televisión nos condujo a la sociedad de masas a un nivel sólo entendible hoy, no antes de su irrupción en casi todos los hogares.
Son buenos candidatos. Pero quizá no tan buenos como la lata de envasado.
Cuando pensamos en "el capitalismo" moderno bien podemos estar pensando en Coca-Cola: una solución farmacéutica con una receta tan sabrosa que se introduce en el mercado con un enorme éxito. Su síntesis definitiva no es la botella de vidrio sino la lata de aluminio, menos sostenible que la primera pero mucho más escalable y replicable en todo el mundo. ¿Qué es el capitalismo, qué es el siglo XX? Es una lata de Coca-Cola.
Entre otras muchas cosas, pero ante todo eso.
El camino hacia la lata, no obstante, estuvo plagado de obstáculos. Fue introducida por primera vez a mediados de los años treinta. Para entonces la mayor parte de bebidas comercialmente producidas se envasaban en vidrio. El metal tenía ciertas ventajas por aquel entonces inexploradas: se almacenaba mejor, se transportaba con más facilidad y se podía producir abaratando más los costes. Tan pronto como las latas se popularizaron comenzó una carrera tecnológica para abrirlas. Envasar cosas estaba muy bien, ¿pero cómo desenvasarlas en casa?
Los inicios y el uso real
La primera respuesta a esa pregunta fueron instrumentos ajenos a la propia lata.
Un vistazo a cualquier producto cultural estadounidense, especialmente a las series y a las películas, revelará como muchos de sus personajes utilizan o utilizaban una suerte de llaves para abrir algunos productos envasados. Es el caso de las conservas, pero también lo era de las cervezas. La más utilizada durante aquellos primeros años de introducción de las latas era una pequeña llave llamada "churchkey". Se abrían dos agujeros, uno delante y otro detrás, y el líquido fluía.
Los problemas de un sistema así saltan a la vista. Para abrir cualquier lata se necesitaba una herramienta extra, no siempre a mano. Si el invento envasado quería triunfar necesitaba ser autoconclusivo, resolver todos los problemas del consumidor de un sólo golpe. De otro modo tan sólo funcionaría como réplica menos cómoda y quizá menos sabrosa, por las deficiencias de los materiales químicos utilizados para impedir que el metal contaminase los productos, que el vidrio.
Post-Segunda Guerra Mundial las bebidas enlatadas sólo suponían el 10% del total.
Los primeros pasos hacia las anillas que conocemos hoy en día se dieron en los sesenta. Un ingeniero estadounidense, harto de tener que buscar objetos punzantes para abrir sus latas de cerveza siempre que se le olvidaba la llave de marras, creó un tirador de aluminio capaz de abrir la lata sin mayores complicaciones. El sistema se popularizó muy rápidamente entre todos los productores de cerveza o bebidas refrescantes. En un principio, aquellas anillas eran conocidas como "pull-tabs": se tiraba de ellas hasta arrancarlas.
Esto generaba un problema paralelo al que sólo se encontraría solución varis décadas más tarde. Las anillas terminaban mayoritariamente en el suelo. Al ser metálicas y punzantes solían causar quebraderos de cabeza allá donde la gente caminara descalza, como por ejemplo las playas. En un tiempo donde las preocupaciones medioambientales eran menores, la incomodidad de caminar y toparse con anillas de aluminio motivó otro avance tecnológico. La anilla fija.
Es el sistema que conocemos hoy en día. La anilla permite que apretemos y se abra una pequeña circunferencia en la parte delantera de la lata. El metal restante se pliega sobre sí mismo para no causar molestias y la anilla permanece fija. Coors y otros productores cerveceros introdujeron antes un sistema aún más simple, sin anilla: se apretaba con el dedo sobre el aluminio y se abría. Los riesgos, como cualquier persona que se haya cortado con alguna anilla sabrá, impidieron su despegue.
Pero para qué sirve realmente la anilla
Todo esto está muy bien. La industria nos provee con una herramienta, nosotros la utilizamos acorde a sus instrucciones. Pero todo lo anterior no explica por qué las anillas en cuestión cuentan con un agujero, demasiado pequeño como para introducir el dedo y lo suficientemente grande como para que su existencia obedezca a alguna motivación.
Una respuesta intuitiva podría ser "para ahorrar dinero", en tanto que el agujero permite utilizar menos metal y reducir costes. Otros consumidores tienen ideas más imaginativas. La teoría más popular durante los últimos tiempos, recogida aquí y aquí, entre otros, apunta a la pajita. ¿Beber directamente de la lata es antihigiénico o adultera el sabor del refresco? La ciencia tiene dudas al respecto, pero es un mito bastante extendido. ¿Cómo solventar este asunto? Utilizando una pajita. Sucede que, al introducirse en un líquido burbujeante, tiende a flotar y salirse.
Es aquí donde entraría la imaginativa solución del agujero. Girando la chapa e introduciendo la pajita al mismo tiempo en el agujero de la anilla y en el de la lata nos toparíamos con la solución a todos nuestros males, figurados o no.
La inventiva del ser humano ha encontrado todo un abanico de utilidades para las anillas de las latas, muy en especial durante un tiempo de conciencia medioambiental y espíritu de reciclaje. Sus aplicaciones en el armario son especialmente conocidas: valen para encadenar perchas y ocupar menos espacio en la barra; como grapas de pequeños atos donde guardar ropa interior; como cinturones; e incluso como pendientes. Un complemento DIY no muy distinto del clip y que permite un alto grado de personalización desde casa.
Llevados al extremo, y en Pinterest hay bastante extremo, pueden funcionar como base para bolsos o cestas de punto.
Sus usos alternativos no se limitan al armario. También tienen recorrido en la naturaleza. Hace algunos años, una marca de cervezas estadounidense ganó popularidad al ofrecer las anillas de sus latas como ganchos de pesca. La lata mostraba en un lateral el sencillo proceso de personalización y adaptación para convertir la anilla en un utensilio práctico en la vida salvaje. Fue un movimiento inteligente: Internet llevaba años repleto de manuales sobre cómo transformar una chapa en un anzuelo para la pesca, con colecciones bastante respetables.
En muchos sentidos, la anilla cierra el círculo de la sociedad capitalista: nace como un pequeño instrumento para facilitar la venta masiva de un producto y muere como un objeto coleccionable y reutilizable para un sinfín de usos. De la inventiva de la industria para mejorar tecnológicamente un producto al reciclaje de un producto aún con vida útil por medio de los consumidores. Y además ayuda a beber mejor en lata.
Ver todos los comentarios en https://www.xataka.com
VER 0 Comentario