En 2015, la comunidad internacional rubricó los Acuerdos de París con el ambicioso objetivo de salvar al planeta. Los diversos países del mundo deberían reducir lo suficiente sus emisiones como para impedir que las temperaturas del planeta superaran los 2º C, los 1,5º C siendo optimistas, respecto a la era pre-industrial. Tres años después, ¿qué tal están funcionando los pactos? No muy bien: tan sólo 16 países están cumpliendo con ellos.
Sólo unos pocos. Son los siguientes: Algeria, Canadá, Costa Rica, Guatemala, Indonesia, Japón, Macedonia, Malasia, Montenegro, Noruega, Papúa Nueva Guinea, Perú, Samoa, Singapur y Tonga. Con la excepción de Canadá y Japón, dos de las industrias más relevantes del planeta, los demás son países pequeños cuyas intenciones son loables, pero cuyo impacto en la tendencia global del planeta es marginal. Algunas tienen apenas 100.000 habitantes.
¿Y los demás? Es una buena pregunta. El listado previo proviene de un estudio (PDF) realizado por el Grantham Research Institute en el que se analizan y comparan tanto los objetivos económicos y medioambientales de cada nación firmante como sus leyes prácticas. Sobre el papel, todos están muy comprometidos con la causa: al menos 157 de los 197 países que firmaron en París tienen planes para reducir sus emisiones a lo estipulado.
En el día a día, sin embargo, la ambición es limitada. Apenas 58 de ellos han puesto en práctica leyes y políticas que reduzcan de forma efectiva los gases contaminantes. Y de entre ellos, tan sólo los 16 citados más arriba lo han hecho con arreglo a los objetivos de París. Es decir, mucho ruido, pero muy pocas nueces.
¿Por qué? Porque pese a su ambicioso carácter, París siempre tuvo un carácter voluntario. Los países firmantes jamás estuvieron obligados a reducir sus emisiones: todo dependía de la buena voluntad y de los incentivos a corto plazo. Como sabemos, no son la mejor herramienta para prevenir el calentamiento global. Estados Unidos, por ejemplo, se salió del pacto en cuanto Trump tomó posesión. Ahora Brasil aspira a hacer lo mismo con Bolsonaro.
La herramienta. París estipulaba que todos los países debían fijar unos objetivos nacionales a corto o medio plazo, y comunicarlos después en un Nationally Determined Contributions (NDC). La abrumadora mayoría de ellos lo han hecho, pero son papel mojado. Mientras sus objetivos de crecimiento económico miran a 2020, los NDC se posponen vagamente a 2030. La economía (y la industria) sigue pesando más que reducir las emisiones.
¿Qué hacer? El estudio recomienda a los gobiernos fijar objetivos claros y traducirlos a leyes medioambientales y a políticas concretas, no a meras ilusiones futuras. También pide que todos los países vayan más allá de 2030 (es decir, que fijen contribuciones máximas cada año más reducidas). Y sobre todo, que se fiscalicen a sí mismos en sus cumplimientos respecto a París. Es improbable que esto suceda a una escala global.
Era el gran talón de Aquiles de los Acuerdos de París. Que todo quedara en meras intenciones. Por el momento, está siendo así, y las consecuencias podrían ser desastrosas.
Imagen: Julian Stratenschulte/AP
Ver todos los comentarios en https://www.xataka.com
VER 0 Comentario