Ha vuelto a pasar. Mientras la clase media y baja discutía sobre limitar su consumo de envases de plástico y los Estados hacían un llamamiento para que limitemos el uso de la calefacción, nos estábamos distrayendo de una forma mucho más sencilla de beneficiar al medio ambiente y acercarnos a los objetivos para reducir el cambio climático: obligar a los ricos a que no vivan por encima de nuestras posibilidades.
El origen del descubrimiento: durante la pasada cumbre climática organizada por la ONU Kevin Anderson, doctor universitario en Medio Ambiente, y Greta Thunberg, reconocida activista ecologista, han difundido con sus declaraciones los descubrimientos de una de las últimas publicaciones de Oxfam: sólo con limitar el consumo del 10% más rico del planeta a niveles de un ciudadano europeo corriente podríamos reducir de golpe un tercio de la huella ecológica de la humanidad (en torno a 1.5 grados centígrados) aunque el 90% restante de la gente no hiciésemos absolutamente nada.
La hipótesis pikettiana medioambiental: funciona exactamente igual que la teoría sobre las desigualdades económicas que difundió Thomas Piketty: el 10% de la población más acomodada del planeta es responsable del 50% de las emisiones de todo el globo. Si cogemos el 20% de la cúspide (donde también entraríamos la mayoría de europeos) descubrimos que generamos el 70% de todas las emisiones. La mitad más pobre de la población mundial tan sólo genera alrededor del 10% de las emisiones. Y, sin embargo, vive mayoritariamente en los países más vulnerables ante el cambio climático.
Las consecuencias del estilo de vida de los más ricos las pagan los más pobres.
Metodología: hasta ahora para establecer los grados de responsabilidad del cambio climático se hacía un análisis por países, pero esta nueva teoría afirma que debería ponerse el foco en los percentiles de renta de cada país ya que, según las emisiones recopiladas por el International Climate and Environmental Research, en Oslo, el consumo individual es responsable del 64% de las emisiones mundiales (el 36% restante son Gobiernos, inversiones de transporte y el transporte internacional).
La brecha contaminante en dos ejemplos: así, mientras un ciudadano sueco normal consume 4.3 veces más que un keniata, un superrico de este país puede consumir el equivalente a 60 ciudadanos keniatas. O también, que la huella de carbono total de la mitad de la China más pobre, 600 millones de personas, es idéntica a la del 10% de los estadounidenses más ricos, 30 millones de personas.
Ricos-ricos y ricos-pobres: también se advierte que las diferencias de consumo entre los ricos de cada país son enormes: Estados Unidos sigue siendo el país proporcionalmente más contaminante del mundo y con diferencia, aunque los chinos se les van acercando. A día de hoy, un tercio de ese 10% más rico del mundo vive en Estados Unidos, y la mayoría de los otros agentes supercontaminantes viven en los mejores países de la OCDE.
Los ricos van a hacer todo lo posible por limitarlo: como revela Oxfam, “los únicos beneficiarios de que tanto en París como en lo sucesivo no se adopten medidas firmes para combatir el cambio climático son los miembros de una élite mucho más reducida, que tienen un interés personal en que la economía mundial siga siendo intensiva en carbono y profundamente desigual”. El número de milmillonarios de la lista Forbes con intereses en el sector de los combustibles fósiles ha pasado de 54 en 2010 a 88 en 2015, mientras que el conjunto de sus fortunas personales se ha incrementado en un 50%, pasando de más de 200.000 millones de dólares a más de 300.000.
¿Has oído hablar de las tarjetas de huella ecológica? Las Carbon Credit Card, una idea que lleva pululando años en el mundo ecologista. Una fuente unipersonal vinculada a nuestras emisiones de CO2 y que nos cobrasen impuestos en base a nuestro uso de los recursos del planeta.
Todo esto no lo solucionaría todo: el trabajo explica cómo se ha puesto demasiado el foco en la responsabilidad de los países emergentes o de la ciudadanía media, pero también apunta a que harán falta medidas colectivas: el consumo energético de China, India, Brasil y Sudáfrica no para de crecer, y los últimos estudios muestran que, Tratados de París aparte, las emisiones globales de carbono pueden haber aumentado hasta un 3.7% en 2018.
A día de hoy, si queremos implantar medidas urgentes y efectivas, podríamos empezar por limitar el uso de jets privados y piscinas climatizadas de los millonarios, pero ojo, después de ellos vamos de cabeza el resto de europeos.
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