Algunas colaboraciones entre empresas chinas y occidentales han salido en las noticias por las acusaciones (incluyendo las del presidente estadounidense Donald Trump de que China se aprovecha de estos acuerdos para robar propiedad intelectual de sus competidores extranjeros, algo que puede ocurrir en el sector automovilístico o en el de la tecnología.
Sin embargo, menos se sabe de las colaboraciones entre los productores de vino franceses y chinos, un tema que ofrece un punto de vista diferente a estas rivalidades internacionales (o explotación extranjera, dependiendo de cómo se mire).
A diferencia de los coches y de los aparatos electrónicos, en la producción del vino no existe secretismo tecnológico. Esta bebida fermentada de milenios de antigüedad es básicamente un producto del país donde crecen las uvas y lo que diferencia a un buen vino del resto no es la tecnología disponible, sino los años de experiencia combinando agricultura, ciencia y arte.
Durante nuestra investigación visitamos las regiones vinícolas más importantes de China (desde los enclaves en la costa de Shandong a los paisajes rocosos y áridos de Ningxia, pasando por las exuberantes montañas de Yunnan) y nos encontramos con una mezcla de productores de vino locales y extranjeros, granjeros, enólogos y funcionarios del gobierno: todos ellos trabajando para sacar los vinos locales al mercado mundial.
La producción del vino en China se ha visto beneficiada por este tipo de colaboraciones internacionales y, según nuestra experiencia, está ayudando a los productores de vino chinos a superar los mayores obstáculos en su camino hacia el éxito.
No hay tecnología secreta que robar
China es actualmente el sexto país del mundo que más vino produce con un volumen de embotellamiento de 11,4 millones de hectolitros en 2016, justo por detrás de los 13 millones de Australia, y el quinto país en cuanto a consumo.
Hace unos años, tal y como explicábamos aquí, la industria vitivinícola China se centraba en hacer frente al aumento del coste de la mano de obra, en lidiar con las dificultades del clima y en mejorar la calidad de la vid. Pero ahora los mayores obstáculos para los vinateros chinos son la imagen del país y el aumento de la competencia de los vinos extranjero, siendo ahí donde las colaboraciones internacionales han tenido tanta importancia.
China tiene la reputación de ser un país de escándalos por falsificaciones y falta de seguridad alimentaria. Al mismo tiempo, la industria vitivinícola está más desprotegida de la competencia extranjera desde que algunos acuerdos de comercio bilateral con países como Chile y Australia eliminaran algunos aranceles. Pese a que siguen habiendo muchas trabas con Europa (así como con EEUU), los amantes del vino chinos siguen consumiendo grandes cantidades de vino francés a pesar de los precios desorbitados.
Esto ha hecho que los productores chinos de vinos premium tengan que subir el listón para poder competir con sus rivales extranjeros más experimentados. Paradójicamente, parte de la competencia no ha tenido reparo alguno a la hora de compartir su sabiduría y su experiencia.
A diferencia de los coches, para hacer buen vino no hace falta contar con una tecnología patentada propia. Cualquier persona lo suficientemente interesada puede aprender las técnicas vinícolas, ya sean las más tradicionales o las más modernas, leyendo, yendo a clases o con la ayuda de un mentor. Convertirse en un buen enólogo requiere experimentar con varios métodos demostrados, tanto en los viñedos como en la bodega. No existe una receta secreta, tan solo existe el trabajo duro y resolver problemas.
Este tipo de colaboraciones han sido fundamentales para ayudar a los productores de vino chinos a superar los problemas de imagen y a ser mejores competidores en el mercado.
Y llegaron los franceses
Puede que te sorprenda saber que una de las primeras empresas occidentales en colaborar con los productores chinos fue el productor francés de Coñac Remy Martin. Ocurrió en la ciudad china de Tianjin en 1980 y fue para construir una bodega. Este señor francés aportó sus técnicas de producción de vino y a cambio puso un pie en el prometedor mercado de la importación de Coñac. El resultado fue la bodega Dynasty Winery, la que ahora es uno de los mayores productores de vino de China.
Remy y otras compañías occidentales no solo trajeron sus técnicas a China, sino también trajeron sus marcas. Los chinos aficionados al vino (vulnerables a los mismos estereotipos que los occidentales) se preguntarán sobre la calidad de un vino local desconocido, pero si procede de un famoso grupo de producción francés, le darán una oportunidad.
Mientras que Dynasty es una marca que vende a gran escala, otras iniciativas franco-chinas se han centrado en crear vinos de alta calidad más exclusivos. Una pertenece al grupo LVMH y a una empresa estatal de Ningxia, una provincia china pobre que está considerada como la región vinícola más prometedora del país. En 2013, el conglomerado francés de empresas de lujo lanzó Chandon China, la última empresa salida de Chandon family: el gigante del vino espumoso a nivel mundial.
A diferencia de lo que ocurre en otros sectores, como el textil o la electrónica, los productores de vino occidentales no pueden trasladar sus fábricas a China para ahorrar costes. La producción del vino en China es cara debido al aumento del coste de la mano de obra y en algunas regiones es necesario "enterrar" las vides en invierno para protegerlas del frío extremo del invierno y después desenterrarlas cada primavera.
Tampoco puedes externalizar la producción de vino a otro país. La denominación de origen se aplica al territorio donde se ha producido el vino: el champán solo se puede producir en la región francesa de Champaña, al igual que un Ribera de Duero solo puede ser elaborado en España.
Calidad del vino en alza
El resultado para los viticultores chinos ha sido un aumento en la calidad del producto.
No hace mucho era muy difícil encontrar un buen vino chino. Las marcas de vino comerciales, como Changyu, Great Wall o Dynasty, se podían encontrar en cualquier supermercado del país. Sin embargo, las bodegas que ganaban premios y que salían en los medios de comunicación eran demasiado pequeñaso carecían de un buen márketing y de buenos acuerdos con los distribuidores como para poder llegar a los consumidores.
A día de hoy los vinos chinos de calidad están disponibles en las grandes ciudades porque los principales distribuidores han empezado a incluir más productores chinos en sus carteras de vinos de importación. Esto ha hecho que los mejores vinos chinos estén disponibles en las tiendas de selección frecuentadas por los aficionados al vino, como la tienda Pudao Wines en Pekín y Shanghái, así como en las cartas de vinos de algunos restaurantes.
Por ejemplo, en el restaurante de un hotel del principal aeropuerto de Guangzhou pudimos pedir en 2016 una copa de Pretty Pony, un galardonado vino tinto de la región de Ningxia de las bodegas Kanaan, algo imposible tan solo un año antes.
¿Es fácil comprar una botella de Pretty Pony en un supermercado normal si no vives en China?
Aunque las exportaciones de vinos chinos siguen siendo muy bajas (tan solo 1,2 millones de dólares estadounidenses en 2016 en comparación con los 15 millones de dólares de los vinos argentinos o los 3.200 millones de dólares de los vinos franceses) cada vez hay más supermercados y enotecas en Europa y en EEUU que cuentan en su surtido con algunos de los mejores vinos chinos, ya sea en Seattle, Melbourne, Londres o Madrid.
Aunque es poco probable que los productores de vino chinos sean una amenaza para sus competidores franceses en un futuro próximo, están decididos a hacerse un hueco en el mercado del vino a nivel mundial.
Imagen: Kentaro Iemoto
Autores: Cynthia Howson, Universidad de Washington; Pierre Ly, Universidad de Puget Sound.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.
Traducido por Silvestre Urbón.
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