A Ámsterdam se le ha indigestado el turismo. Al menos el denominado turismo de masas. Mientras en otras urbes europeas con un marcado peso del sector servicios—incluidos grandes destinos españoles— se celebra cada nuevo récord de visitas como un éxito económico, en la capital holandesa han cambiado de enfoque.
Allí el objetivo ya no es capar más turismo, sino ponerle freno en un intento por hacerlo compatible con la vida de sus vecinos. Con ese propósito sus autoridades han fijado un tope de pernoctaciones, desterrado los cruceros e incluso lanzado una campaña para repeler a los visitantes que buscan sexo y drogas.
Ahora la ciudad ha decidido ir un paso más allá y echar el freno a su sector. ¿Cómo? Prohibiendo la construcción de nuevos hoteles. Por cada uno que abra, otro debe cerrar. Y el balance de plazas no podrá aumentar en ningún caso.
No más hoteles, gracias. Eso es lo que acaba de hacer el Ayuntamiento de Ámsterdam. Y con rotundidad, además. El jueves lanzó un comunicado en el que anuncia su veto a la construcción de nuevos alojamientos e insiste en su deseo de frenar el turismo masivo. "Ámsterdam dice 'no' a los nuevos hoteles. Queremos que la ciudad siga siendo habitable, tanto para residentes como para visitantes. Eso significa: no al exceso de turismo, nada de nuevos hoteles y no a más de 20 millones de pernoctaciones hoteleras por parte de turistas al año", subraya.
¿Y en qué se traduce? En que a partir de ahora cualquier empresario o cadena que quiera abrir un hotel en la ciudad lo tendrá bastante complicado. Para montar su negocio, antes tendrá que haber cerrado otro. Y el número de camas no podrá aumentar en ningún caso. Los nuevos negocios deberán ser además "mejores" que sus predecesores, lo que pasa por instalaciones "más modernas o sostenibles".
Por si lo anterior no fuera suficiente, el Ayuntamiento de la capital holandesa incluso lanza una recomendación a quienes quieran abrir un negocio en la ciudad: "Animamos a los hoteleros a elegir una ubicación fuera del centro urbano".
(Aún) más difícil. La directriz no hace otra cosa que ponérselo (todavía) más difícil al turismo de masa. Hasta ahora, como recuerda el Consistorio, la ciudad aplicaba ya una "política hotelera estricta" que explica que en 2017 solo hubiese tres propuestas que cumpliesen con las condiciones. "Sin embargo sigue habiendo hoteles en construcción y se están sumando otros", reconocen las autoridades, que aseguran que hay "26 iniciativas en marcha". De ahí su decisión de poner freno a la construcciones de nuevos alojamientos en el municipio, una medida que no afectará a las autorizaciones que se hayan concedido hasta ahora.
El turismo, mejor con techo. La enorme afluencia de turistas que recibe Ámsterdam y su impacto en el día a día de la ciudad le ha llevado a dar un paso peculiar: autoimponerse un tope. Mientras en otros grandes destinos europeos las autoridades presumen de cada nuevo récord turístico y sacan a relucir las cifras de facturación del sector, en la capital holandesa el discurso es otro distinto.
Allí han decidido ponerle techo a la afluencia de visitantes. La medida no es nueva. Se habla de ella desde hace años. Pero el Ayuntamiento ha aprovechado su nuevo veto para recordarla: la ciudad aspira a no superar los 20 millones de pernoctas.
"El límite de 20 millones de pernoctaciones procede de la iniciativa popular 'Ámsterdam tiene elección'. 30.000 vecinos de la ciudad pidieron que se controlara el flujo de visitantes. El municipio estableció en un reglamento que el número de pernoctas turísticas no debía superar los 20 millones", recuerda el Ayuntamiento: "El número de pernoctaciones hoteleras en 2023 fue de 20.665.000, excluyendo alquileres vacacionales, bed and breakfast y las estancias en cruceros".
"Limitar el crecimiento". El entrecomillado vuelve a ser de la autoridad municipal de Ámsterdam, que en su web oficial explica cómo ha activado una serie de medidas con ese propósito: frenar el crecimiento del sector… y sus "molestias".
Su receta incluye iniciativas como "combatir" las despedidas de solteros que causen disturbios y los tours por pubs, "restringir" el trasiego de cruceros fluviales, redistribuir el turismo por la ciudad para lograr que se organice de forma "más uniforme", reconvertir hoteles en hogares y oficinas, prohibir el consumo de cannabis en ciertas zonas y adelantar el cierre de bares y discotecas.
Cuando se llega al tope. "El Ayuntamiento aprobó en junio de 2021 una nueva política turística, 'Turismo en equilibrio'. El plan establece un número máximo de pernoctaciones y visitas de un día por turista", abunda el Consistorio, que habla en su web de "un máximo de 20 millones de visitantes al año" —no pernoctaciones— y avanza que en caso de sobrepasar la barrera de los 18 millones adoptará medidas. Las autoridades locales incluso van más allá y lamentan que haya empresas que hagan "un mal uso de la imagen de la ciudad" y trasladen que "se permite todo".
El problema de la saturación turística y el complicado equilibrio entre el éxito turístico y la vida de la población local no es exclusivo de Ámsterdam. Mañana mismo Canarias acogerá una manifestación contra la masificación bajo la consigna de que la región insular "tiene un límite”. En Barcelona, otro gran destino nacional, el informe 'Percepción del turismo 2023', presentado por el Ayuntamiento, revela que el 61,5% de los habitantes creen que la ciudad ha llegado a su tope. En el centro de la Ciudad Condal también llegó a vetarse la apertura de hoteles.
Cuestión de cifras. Lleguen atraídos por esa imagen de libertad o por sus paisajes, patrimonio e historia, lo cierto es que Ámsterdam recibe cada año una avalancha de turistas. Tantos que sobrepasan con creces a su población local. En la capital residen entre 800.000 y 900.00 personas, pero atrae cada año a millones de turistas. Statista asegura que en 2022 sus hoteles registraron cinco millones de llegadas internacionales, con Alemania a la cabeza, y 1,6 millones de nacionales. ITB Berlin habla de más de 22 millones de visitantes solo en 2019.
El propio Consistorio asegura que en 2023 se sobrepasaron los 20,6 millones de pernoctaciones, sin incluir las que se registran fuera de los hoteles. Statista estima que en 2019 la ciudad sumaba alrededor de 81.300 camas de hotel, 4.450 más que solo un año antes. A esa oferta se añade de nuevo la disponible en Airbnb.
Ni cruceros, ni desmanes. El veto a los hoteles no es la primera medida que activan las autoridades locales. El año pasado acordaron restringir el atraque de grandes buques de pasajeros y se planteaban incluso cerrar la terminal central, un movimiento que golpeó con fuerza el sector de los cruceros. Hace meses la ciudad lanzó también una campaña turística poco ortodoxa y en la que, de forma directa, sin medias tintas, pedía a cierto perfil de visitante que se mantuviese alejado.
"¿Viene a Ámsterdam para una noche loca? Manténgase alejado", proclamaba su eslogan principal de su iniciativa, enfocada sobre todo al público británico y que algunos negocios del sector turístico tacharon de "discriminatoria".
Imagen | Franklin Heijnen (Flickr)
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