Sudán del Sur es [posiblemente el estado más inestable del mundo][1]: la falta de un legado institucional ([su creación se remonta al año 2011][2]) hace que todos los indicadores políticos, de seguridad, económicos y sociales se hayan deteriorado en medio de un conflicto civil. Con el desgaste de la legitimidad del estado, el número de grupos armados y milicias tribales ha aumentado rápidamente y ya existen más de 40 grupos de este tipo.
Una consecuencia del conflicto prolongado es que Sudán del Sur ([un país con más de 13 millones de habitantes][3]) ha pasado a ser una de las mayores fuentes de refugiados del mundo en la actualidad. Hay aproximadamente [2,5 millones de personas buscando refugio en los países colindantes][4] y otras 1,85 millones de personas desplazadas dentro del país. Casi [7 millones de personas][5] (el 60% de la población antes de la crisis) están en peligro de hambruna e inseguridad alimentaria grave.
La economía casi ha colapsado con una [inflación anual][6] que fluctúa entre el 100 y el 150%. Los conflictos entre las diferentes comunidades han creado una ruptura social y han acabado con la cohesión social. Muchas comunidades se han replegado en grupos étnicos cerrados, algo que amenaza la unidad nacional y que cada día va a más por culpa de los conflictos.
Sin embargo, el fracaso de la élite que gobierna el país a la hora de aceptar la diversidad del país y de separar el poder y los recursos también tiene parte de la culpa.
Para conseguir reorientar el país hacia la paz y la unidad, es necesario resucitar el [Acuerdo para la Resolución del Conflicto en Sudán del Sur][7] firmado en 2015. La firma del acuerdo de paz revitalizado en septiembre de 2018 da nuevas esperanzas para devolver la paz a Sudán del Sur aunque [sigue habiendo serias dudas][8] sobre su viabilidad. A esto hay que añadir la finalización de la creación de las fuerzas de protección regionales.
La inestabilidad todo lo domina
Sudán del Sur tiene que hacer frente a muchos problemas graves que son la causa de su inestabilidad. El problema más serio es la permanente insurgencia en la que ninguna de las partes involucradas en el conflicto puede imponer su voluntad de forma militar.
En medio de todo esto existe una hambruna provocada por las consecuencias de estas acciones y el colapso de la producción alimentaria y económica que ha tenido como resultado desplazamientos en masa de población dentro y fuera de las fronteras del país. Otra consecuencia del conflicto es la violación de los derechos humanos, incluyendo [crímenes de guerra][9] y crímenes contra la humanidad.
La desintegración de las instituciones de seguridad ha hecho que el país se vea imposibilitado de proteger las vidas y las propiedades humanas. No solo eso, sino que ha pasado a ser un origen clave de violencia e inestabilidad. La degradación de la presencia del gobierno en las zonas rurales y su retirada a Juba, la capital del país, ha hecho que muchos críticos opinen que Sudán del Sur ha pasado a ser una mera ciudad-estado.
Esta retirada ha creado amplias zonas sin gobierno en las que los insurgentes, la milicia y lo que queda de las fuerzas armadas miden sus fuerzas de forma constante. Durante el proceso, los civiles se han convertido en las víctimas, sobre todo por motivos étnicos.
Pero este "conflicto nacional" es el resultado de una [cornucopia de conflictos preexistentes][10] entre los que se incluyen conflictos sobre recursos naturales como tierras, pastizales, agua y ganado. Además, la [cultura de venganza violenta][11] ha reemplazado al sistema retributivo tradicional y muchas veces los niños son el blanco de dichas venganzas.
Estamos ante un gran número de retos devastadores que juegan en contra de la estabilidad en el país y de los esfuerzos por la paz y nos ofrecen una imagen muy poco alentadora de lo que le espera en el futuro a la gente de Sudán del Sur. Las malas noticias es que la situación podría empeorar si el reciente acuerdo de paz sufre el mismo destino que el acuerdo de paz de 2015.
Así están empeorando las cosas
Existe una amenaza real de que Sudán del Sur pueda volver a ser una entidad sin estado si el acuerdo de paz actual vuelve a fracasar. A esto le seguiría un periodo de muertes masivas por la hambruna y conflictos. El amplio territorio sin gobierno también supondría un vació en cuanto a seguridad regional.
El país podría desintegrarse en una anarquía permanente caracterizada por:
Degeneración del status quo en caos, anarquía, falta de leyes, oclocracia o gobierno de la turba. A esto le acompañaría la constante fragmentación de los grupos políticos y étnicos y la supervivencia dependería totalmente de la fuerza de cada uno. Las comunidades más débiles se verían obligadas a huir o serían eliminadas.
Incapacidad de pagar los salarios de los funcionarios, jueces y otros organismos conciliadores, lo que tendría como resultado un cierre completo del gobierno.
Posibilidad de que los poderes regionales intervengan en las fuerzas militares a favor de una o varias facciones, lo que aumentaría la intensidad, el alcance y la duración de la violencia. Todo esto haría que la guerra fuera irresoluble.
Desintegración de la situación económica haciendo que el comercio, la transferencia de capitales y el mantenimiento de las infraestructuras sean inviables. Como resultado, la milicia y el resto de fuerzas de seguridad incrementarían sus prácticas de extorsión.
La solución de cara al futuro
Existen varias soluciones posibles y la sociedad de Sudán del Sur puede estabilizarse. Sin embargo, esto requeriría un gran esfuerzo por parte de muchos frentes diferentes.
Primero hace falta un alto al fuego. El nuevo acuerdo de paz de 2018 ofrece un marco y unas condiciones mínimas para que ocurra. En este acuerdo sale ganando el gobierno con una oposición debilitada, fraccionada y con una fuerte sensación de inseguridad. Sin embargo, su éxito depende de la aparición de una nueva generación de líderes capaces de transformar este acuerdo en una oportunidad para crear un espacio cívico libre de violencia.
El despliegue de los [4.000 miembros de las Fuerzas de Protección Regionales][12] sería una parte esencial de dichos esfuerzos y puede que sea necesario aumentar el tamaño de las fuerzas. Esta externalización temporal de las fuerzas de seguridad puede crear un ambiente que permita el éxito de otros aspectos de la estabilización.
Los esfuerzos de estabilización también requerirán una dirección estratégica desde lo más alto. Si el nuevo acuerdo de división de poderes bajo el liderazgo conjunto de Salva Kiir y Riek Machar vuelve a fracasar en su intento de facilitar la transición a la democracia, el gobierno perdería su legitimidad. Por lo tanto, la instalación de una autoridad política generalizada y de carácter público sería crítica para promover la estabilidad y sentar las bases para una transición democrática.
Estos acuerdos deberían estar acompañados de una [estrategia de salida][13] negociada de los actuales líderes políticos.
Teniendo en cuenta las deficiencias de capacidad y la falta de confianza en secciones de la clase política de Sudán del Sur, un acuerdo híbrido podría ser la ruta preferida a seguir. Dicha agenda estaría compuesta por tecnócratas de Sudán del Sur libres de corrupción y la mediación conjunta de la Unión Africana y las Naciones Unidas para gestionar Sudán del Sur hacia una transición democrática viable.
Sudán del Sur podría aprender de las experiencias en Liberia y Burundi en cuanto a sus esfuerzos para rediseñar y transformar las instituciones de seguridad. En Liberia, [fuerzas de seguridad extranjeras][14] fueron invitadas a gestionar el sector de la seguridad mientras se establecían las instituciones locales. Mientras que en Burundi, se introdujeron [cuotas basadas en las diferentes etnias][15] en las fuerzas de seguridad.
Con el predominio de una fuerte sensación de inseguridad en Sudán del Sur, la transición a la democracia será más fácil de obtener a base de controles y balances institucionales. Un fortalecimiento del profesionalismo, especialmente en el sector de la seguridad, también es vital. Con estas medidas se podría crear un ambiente de seguridad más propicio para fomentar el civismo en el gobierno y estabilizar Sudán del Sur mediante el estado de derecho.
También harían falta esfuerzos paralelos que se centren en salvar vidas y devolver la dignidad a la población. Además del profesionalismo en el sector de la seguridad, se deberían hacer esfuerzos enfocados a crear nuevos contratos sociales para restaurar la confianza en las instituciones públicas y fomentar la cohesión social.
Imagen: worldhumanitariansummit/Flickr
*Autor: Luka Kuol, profesor del Africa Center for Strategic Studies.***
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.
Traducido por Silvestre Urbón.