Más de 420.000 personas fallecen en España cada año. Las principales causas de mortandad son las enfermedades de uno u otro tipo. Pero hay un buen número de decesos atribuibles a "causas externas", tal y como las define el INE, circunstancias no atribuibles a condiciones exclusivamente médicas. Representan unas 15.000 a cada temporada, y entre todas ellas destaca una por lo abultado de sus cifras: el suicidio. Si bien cuesta creerlo dada su baja visibilidad mediática.
Datos. Es algo de lo que se hacía eco ayer el ministro de Sanidad, Salvador Illa, con motivo del Día Mundial para la Prevención del Suicidio: "Es un problema de salud mental, oculto en muchos entornos ciudadanos y en los medios". A lo largo de 2018, 3.539 personas se quitaron la vida en España. Diez al día, una cada dos horas y media. Un fenómeno de mayor incidencia que la muertes por accidente de tráfico (1.896), las caídas accidentales (3.143) las sobredosis (713) o los homicidios (275).
Y sin embargo, apenas perceptible.
Perfil. El suicidio es especialmente prevalente entre los hombres (2.619 en 2018, el 74% del total), tiene una mayor incidencia entre los 45 y los 59 años (gráfico) y se ha mantenido en cifras constantes desde mediados de la pasada década hasta nuestros días. Su constancia es lo que ha llevado a algunas asociaciones, como Salud Mental Española, a exigir un Plan Nacional de Prevención del Suicidio. Pese a que sí ha estado encima de la mesa de varios ejecutivos.
Inacción. La cuestión ha generado cierto ruido en el Congreso de los Diputados durante los últimos años, sin que haya culminado en nada tangible. Aquí se repasan algunos de los hitos recientes. El grupo parlamentario de UPyD presentó una proposición no de ley (en 2012) planteando la puesta en marcha de un "plan nacional" contra el suicidio. La cámara lo aprueba con 319 votos a favor, pero su desarrollo queda congelado durante los años siguientes.
En 2015, y tras diversas preguntas parlamentarias al respecto, el PP presenta otra proposición no de ley para "actualizar" la estrategia de Salud Mental contra el suicidio. Y de nuevo se aprueba. Pero nada más.
¿Por qué? Las causas hay que encontrarlas en la propia naturaleza del suicidio. Es invisible, la opinión pública no lo interpreta como una urgencia social. El motivo es su ausencia en los medios de comunicación, fruto de la creencia (muy antigua, como vimos en este artículo) de que su difusión simplemente los alentaba. La asunción se apoyaba en una amplia evidencia científica que, a largo plazo, ha resultado ser torpe, en especial en su interpretación práctica. Debemos hablar del suicidio.
¿Cómo? Es una buena pregunta. A finales de los ochenta, la Asociación de Prevención del Suicidio, alarmada por un repunte en las cifras durante los años precedentes, publicó una guía sobre el tratamiento mediático de los suicidios. Convenía no dar detalles de los métodos, presentarlo como algo inconcebible o asociarlo a motivos románticos. Era recomendable mostrar alternativas y apoyos, hablar de casos similares que no terminaron en suicidios y mostrar el impacto en las familias o amistades.
Funcionó. Los suicidios cayeron un 75% en los seis meses siguientes, y las "políticas mediáticas" fijadas por Austria han servido como modelo a otros países.
Conversación. España no ha abierto una conversación sobre el suicidio. Pero como algunos relatos ilustran, la ausencia de visibilidad pública puede contribuir a que las ayudas y las herramientas para prevenirlo escaseen. Sean opacas. En este camino, también escasea una comprensión integral de las causas (por ejemplo, la evidencia y las explicaciones en torno a la mayor incidencia entre los hombres sobre las mujeres no son abundantes), lo que dificulta su prevención.
Imagen: Jude Beck/Unsplash
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