Francia lleva más de una década enfrascada en un debate público de apariencia irremediable: la eutanasia. Por cada partidario hay un feroz entusiasta; por cada campaña para su regularización surge otra en su contra. El caso de Alain Cocq es muy ilustrativo. Postrado para siempre en una cama, ha tratado de quitarse la vida en directo, en Facebook, durante el pasado fin de semana. Para espanto de una parte de la sociedad francesa, de la propia red social y de Emmanuel Macron.
Su caso. Cocq, de 57 años, padece una enfermedad degenerativa desde hace más de veinte años. Las paredes de sus arterias se están pegando poco a poco, provocando isquemias que interrumpen el flujo sanguíneo a determinados tejidos u órganos de su cuerpo. Durante los dos últimos años no ha podido levantarse de su cama. Consciente de su circunstancia irremediable, Cocq lleva años reivindicando su derecho a quitarse la vida. La regularización de la eutanasia.
El directo. Su figura tiene cierta relevancia en la esfera mediática francesa, fruto de su (frustrada) campaña por la muerte digna. Cocq cuenta con miles de seguidores en redes sociales. El viernes, les anunció que abandonaría su tratamiento médico y dejaría de comer y beber, iniciando el camino "hacia el alivio". Se trataba de una prerrogativa legal, indiscutible por el Estado francés. Lo llamativo fue su forma de difundirlo: mediante un streaming de Facebook frente al que languidecería poco a poco.
Una muerte retransmitida en directo para miles de espectadores.
Resistencias. Tan tremendo ejercicio de telerrealidad duró poco. Facebook ejerció su derecho de veto e interrumpió todas sus posibles retransmisiones hasta mañana, martes 8 de septiembre. Las reglas internas de la compañía impiden difundir "cualquier intento de suicidio", como un portavoz aclararía a AFP poco después, por lo que Cocq no podría retransmitir su paulatino fallecimiento. El enfermo reaccionó invitando a sus miles de seguidores a protestar a la compañía vía email.
En el mismo mensaje, anunció un back-up en menos de 24 horas. Sin "imágenes basura", como explicaría en esta entrevista a El País:
No va a haber ninguna imagen basura, esto no es para mirones. La cámara estará colocada sobre mi cabeza y quizás al nivel de mi torso, pero no más. Cuando me tengan que hacer algún cuidado, se girará la cámara. Las imágenes solo serán difundidas desde que me despierto y hasta el atardecer. No quiero imágenes basura.
La petición. La decisión de Cocq es irremediable. Pero lo importante es el mensaje, la reivindicación codificada a través de su muerte en directo. De ahí que escribiera a Emmanuel Macron, presidente de Francia, solicitando su permiso para un suicidio asistido, una "sedación profunda" que pusiera fin a su sufrimiento. Macron le respondió en términos negativos, recordando lo improcedente de tal práctica bajo la legislación francesa. Tal sedación sólo se habilita para enfermos terminales. Cocq no lo es.
El debate. Macron se amparó en la ley Claeys-Léonetti, aprobada en 2016 entre grandes revuelos mediáticos. Se trataba de una actualización de otra normativa anterior, promulgada bajo el gobierno de Chirac. Francia lleva no menos de tres décadas discutiendo sobre la eutanasia y la muerte digna. En 1978 ya se planteó al Senado, sin éxito. En 1989, dos senadores trataron de reformar el Código Penal para dar cobertura legal a la eutanasia y al suicidio asistido. Tampoco fructificó.
Hace dos años, 156 diputados de la Asamblea Nacional presionaron en la cámara para actualizar y expandir la ley, frente a las resistencias de gobierno. Campañas similares brotan con frecuencia en plataformas como Change.org, algunas de ellas con más de 500.000 firmas. Sucede que cualquier paso hacia la eutanasia es enormemente controvertido entre los sectores más conservadores de la sociedad (y de la política), por lo que el debate lleva casi siempre a un punto de no retorno.
Drásticos. De ahí que figuras como Cocq lleven al extremo su reivindicación. La discusión ha avanzado a menudo a través de casos personales. El más célebre, previo al que hoy nos ocupa, fue el de Vincent Lambert: postrado en una cama e incapacitado para la comunicación desde 2016, fue desconectado a petición de su esposa en julio del año pasado, tras una interminable batalla judicial con sus padres y múltiples resoluciones tanto a favor como en contra de su desconexión.
Lambert no había dejado voluntad alguna, y las discrepantes opiniones médicas (estado irreversible, pero vivo) enconaron el debate en toda Francia. Ahora Cocq quiere llevarlo a un nuevo nivel.
Imagen: Alain Cocq Faceebok