Una versión anterior de este artículo se publicó en 2017.
"El planeta se agota". "Sus recursos son finitos". De forma habitual, tendemos a asociar estas frases a elementos como el petróleo, el carbón, el gas natural, los muchos minerales que extraemos del subsuelo o incluso la madera. Ahora bien, ¿qué pasa cuando analizamos el estado de conservación de los elementos de la tabla periódica? Que nos enfrentamos a un cuadro inquietante.
Durante milenios, la humanidad ha extraído recursos de la tierra sin mayores miramientos. Su estado de conservación no era un problema. Con el paso del tiempo, hemos descubierto que no somos bueno preservando la fuente natural de nuestra riqueza. Tampoco los elementos químicos. Con este estupendo y muy simple gráfico, la American Chemical Society ha querido ilustrar cómo también hay numerosos de ellos en peligro de extinción a corto y largo plazo.
Como vimos en su momento, la tabla no es una mera descripción científica de los elementos químicos que podemos encontrar en nuestro entorno. También es un compendio de productos que son utilizados en una vasta panoplia de procesos industriales y artesanales. Desde la creación de placas solares hasta la producción de coches, dependemos de ellos para que nuestro mundo siga funcionando. Pero también se agotan: hay 44 cuyas existencias se han agotado de forma drástica. Y eso representa un problema.
Pensemos en el fósforo: es omnipresente en nuestro entorno, aunque ni siquiera pensemos en él (las cerillas). Pero no es el único: el hafnio, el zinc (!), el galio, la plata, el telurio y hasta ¡el helio! sufren serio riesgo de carestía, o de agotarse completamente, en menos de un siglo. Muchos de ellos son minerales que se extraen de forma compulsiva y sistemática para sostener la industria y la producción contemporánea. Sin embargo, si no encontramos soluciones y/o sustitutivos, podríamos quedarnos sin ellos.
El caso del galio es muy particular. En 2008 ya se escribía sobre su inminente "muerte". Se trata de un mineral muy raro, azul y blanco, descubierto tan tarde como 1831 y de inusuales propiedades: su punto de fusión es muy bajo y se oxida con dificultad, por lo que lo hemos utilizado en productos que requerían de productos que pudieran funcionar a muy altas temperaturas durante mucho tiempo. ¿Se te ocurre alguno? Lo tienes delante: tu móvil, tu ordenador y tu TV compuestos por cristal líquido. Todos ellos dependen del galio.
¿Qué pasa? Que el galio es difícil de extraer (no hay minas concentradas como tales), y que lo solemos encontrar en otros materiales como el zinc o el aluminio. Y dado que hay poco, se extrae con dificultad y se utiliza mucho, lo hemos conducido al borde de la desaparición. Es un problema al que posiblemente encontremos solución, pero es indicativo de hasta qué punto el proceso puede ser idéntico en el caso de otros materiales igualmente críticos. De su conservación también depende nuestro futuro.
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