Por más que medien miles de kilómetros, los jóvenes occidentales y orientales tienen más cosas en común de las que aparentan. Ambas generaciones han accedido a un mercado laboral muy competitivo y al mismo tiempo precarizado; soportan una alta presión social para igualar o superar el progreso laboral y económico de sus padres; y afrontan un creciente aumento del coste vital, en especial en materia de vivienda. Todo ello mientras son menos desde un punto de vista demográfico, y por tanto menos relevantes en lo político.
No puede extrañar, pues, que estén desarrollando formas de ver la vida muy similar.
"Tang ping". El término hace referencia a la última tendencia filosófica de las nuevas generaciones china. Traducido de forma aproximada viene a significar "echarse en el suelo". Ha surgido durante los últimos meses en las redes sociales chinas y refleja la apatía y pasividad con la que muchos jóvenes afrontan las exigencias sociales que sus padres y su país han depositado sobre ellos. Una suerte de rebelión silenciosa frente a las interminables horas en la oficina, las exigencias de un mundo materialista y la permanente actualización de su perfil profesional.
Ante la presión por ser siempre productivos y frente al trabajo (y el dinero) como medida del éxito personal y social, la elección de no hacer nada. De quedarse tumbado viendo la vida pasar.
Cómo y cuándo. Este reportaje de Sixth Tone, un medio dedicado a cubrir la actualidad social y política de China, arroja algo de luz. El concepto surgió hace algunas semanas en Tieba, una de las plataformas sociales más populares de China. "Dado que jamás ha habido una tendencia ideológica que exalte la subjetividad humana en nuestro país", explicaba el mensaje hoy fundacional, "crearé uno yo mismo: echarse al suelo es mi movimiento racional. Sólo tumbados en el suelo podemos los humanos convertirnos en la medida de todas las cosas".
La evolución. El mensaje ganó popularidad durante los siguientes días, si bien desapareció rápidamente de la plataforma. La idea saltó a Weibo y de ahí a otras comunidades como Douban (una especie de IMDB + Reddit), donde más de 6.000 personas se sumaron a un grupo celebratorio del movimiento "tang ping". Fue allí donde surgió la "guía para echarse al suelo", siete pasos vitales que abogaban por aceptar las limitaciones propias (en lugar de superarlas), negar el dinero como medida de la felicidad y rechazar el existencialismo (qué soy, a dónde voy) como filosofía.
Su propagación fue vertiginosa, hasta el punto de que algunos medios de comunicación vinculados al aparato del estado comenzaron a publicar piezas exaltando las virtudes del trabajo honesto y la productividad. De ahí ha saltado con rapidez a los medios occidentales.
Justificación. ¿Pero en qué consiste exactamente? Algunos testimonios recopilados por Sixth Tone son ilustrativos:
Según el estándar mainstream, un estilo de vida decente pasa por trabajar duro, obtener buenos resultados en las evaluaciones laborales, esforzarse por comprar un coche y una casa y tener hijos. Yo, sin embargo, procrastino en el trabajo siempre que puedo, me niego a trabajar horas extra, no me preocupo por los ascensos y no soy partícipe del teatro dentro de las empresas.
En resumidas cuentas, se echa al suelo y se dedica a descansar, extasiada por el insoportable ritmo laboral y social que se ha apoderado de China. Caixin, otro medio chino, desarrolla esta idea en otro interesante reportaje:
En China, las generaciones nacidas entre los '90 y los '00 han experimentado una fuerte "involución" (...) Sus padres siempre les presionaron para estudiar duramente, apuntarse a cursos y clases extraescolares y para no tomarse ni un sólo día libre. Los resultados fueron a menudo falta de sueño y un extremo deterioro de la salud física. El futuro ideal sobre el que soñaban ha resultado no existir. Son criticados si regresan a sus ciudades de origen, pero las grandes urbes como Beijing, Shanghai, Shenzhen y Hangzhou les están quitando la vida. No importa cuánto trabajen (todo el día, seis días, siete días a la semana), sus jefes nunca están satisfechos. Sus esfuerzos no sirven de nada contra la interminable "involución" de la sociedad que les consume.
El término "involución" (内卷化) lleva meses rondando algunos medios de comunicación chinos. Hace referencia al punto en el cual lo que antaño era percibido como progreso (más trabajo, escalar en la pirámide social, la oportunidad de acceder a una educación superior) se convierte en una trampa para las nuevas generaciones. China es hoy un país más próspero. Los jóvenes se han criado bajo entornos más competitivos y menos pobres. Las ciudades se han convertido en auténticos monstruos económicos. La exigencia es más alta, pero también la posibilidad de fracasar.
996. Así, lo que antaño fue un ideal (un trabajo estable, oportunidades laborales) hoy es el estado normal de las cosas. Y donde sus padres pudieron escalar en la pirámide social muy rápidamente (trabajando mucho, pero también accediendo a bienes y propiedades más baratos, como un coche o un piso) hoy hay más dificultades. Se suponía que la prosperidad debería facilitar la vida, pero no lo ha hecho. China (y Occidente) ha respondido a esta ansiedad generacional con una receta simple: 996. De 09:00 a 21:00 seis días en la oficina. Trabajar, trabajar y trabajar.
Si te esfuerzas lo suficiente, todo irá bien. Pero hay que esforzarse, un eufemismo de "trabajar hasta que el cuerpo aguante". Como en otros países, la aspiración vital de las nuevas generaciones no era deslomarse como sus padres sino vivir mejor. En el camino se han topado con precariedad y un coste vital disparado: en 2018, siete de las diez ciudades del mundo donde el precio de la vivienda más había crecido estaban en China. Y los sueldos no aumentan acorde a los pisos o al número de horas de oficina.
La reacción. Para algunos jóvenes chinos, como para otros tantos occidentales, no hay nada que hacer frente al sistema. Sólo rebelarse desde la apatía y la falta de ambición, pecados capitales en el siglo XXI. "Tang ping" sólo es la última de una larga hilera de filosofías descuidadas: desde la "sang culture" que comentamos aquí, la negativa a participar en la rueda de la hiperproductividad laboral; hasta "ge you slouch", un meme que sintetizaba la actitud resignada e irónica de toda una generación frente a un modelo de vida que les exigía mucho para ofrecerles muy poco. Lo más revolucionario no es quemar contenedores, es echarse una siesta.
Imagen: Thomas Peter/Reuters
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