La semana pasada había zonas de Canadá en las que no se podía estar. Como ya nos contaron, los termómetros dieron el valor extremo de 49.6 grados centígrados, dos grados por encima del récord del país desde que hay recuentos desde hace 80 años. La Columbia Británica se llevó la peor parte: la gente de allí no estaba acostumbrada en absoluto a la asfixia de la “cúpula de calor” y murieron de forma súbita 500 personas. El pueblo en el epicentro de este fenómeno se ha consumido hasta los cimientos. Y sí, este suceso debe servirnos para prepararnos adecuadamente ante algunos escenarios que podrían volverse más frecuentes.
Huelga climática. No todos los lugares de trabajo, mucho menos en Canadá, están preparados para estas condiciones extremas. Hay sitios donde el aire acondicionado falla cada dos por tres, hay fábricas que ni cuentan con estos aparatos. La WorkSafeBC, agencia gubernamental de Compensación de los Trabajadores de Columbia Británica, solicitó a las empresas que no pudiesen garantizar el frío en sus instalaciones que considerasen el cierre voluntario para evitar muertes o lesiones. Un puñado de trabajadores de las tiendas de comida VooDoo Donuts y de Jack In The Box se declararon en huelga y se ausentaron de sus puestos, lo que ha abierto una batalla laboral por la que ahora uno y otro lado se reprocha su mal proceder en la crisis.
El calor seco se aguanta mejor. Ante el calor, el cuerpo humano regula su propia temperatura interna con sudor, de ahí que cuando la humedad es muy baja, cuando el clima es muy seco, “basta” con beber muchos líquidos e ir renovando ese flujo para mantener el cuerpo fresco. Cuando la humedad es muy alta y el aire está muy quieto, no puede absorber nuestro propio sudor, lo que hace que el cuerpo no pueda expulsar líquidos, no pueda autorregularse y se sature. Cuando las temperaturas centrales de nuestro organismo superan los 43 grados, se puede causar la muerte o daños neurológicos graves, y si el medio está, por ejemplo, a 45 grados y la humedad por encima del 80%, es extremadamente peligroso.
El bulbo húmedo. Etiopía, Sudán o Túnez pueden tener todos los veranos temperaturas más extremas que la que se ha vivido en Canadá y las muertes, proporcionalmente, pueden salvarse con más facilidad. Pero ahora, según las previsiones científicas, muchas zonas del planeta en cuestión de años sobrepasarán de forma constante el límite de temperatura húmeda, y otras tantas no lo harán de forma constante, pero serán más proclives a ellas. No es posible afirmar con total certeza que el fenómeno de Canadá de estos días se haya provocado por el cambio climático, pero sin él habría sido "casi imposible". Medir la temperatura de bulbo húmedo o temperatura húmeda del aire debería ser una variable más a tener en cuenta en los partes meteorológicos, como puede serlo la probabilidad de lluvia.
La mochila ardiente. En mitad de la emergencia la misma WorkSafeBC ha declarado que, al igual que se toman otras tantas medidas de protección y seguridad laboral, a partir de ahora las empresas del país deberían someterse a regulares evaluaciones de estrés por calor y tener preparados planes de mitigación para actuar en estos casos. Según literatura de sindicatos españoles basado en trabajos de Estados Unidos, la mayoría de accidentes laborales asociados a sobrecargas térmicas tendían a producirse en niveles de calor inferiores a los considerados por los valores de referencia, es decir, que las medidas para evitar o controlar la exposición al calor extremo deben ser actualizadas si queremos cubrir bien los riesgos.
Históricamente el ser humano ha estado acostumbrado a preocuparse más por los riesgos del frío que del calor, y es lógico que así se haya hecho dado que el frío sigue dejando 20 veces más muertos que el calor. Pero no hay más que pensar en esa asociación mental generalizada del calor como “buen tiempo” para darnos cuenta de que la pesadilla climática va moviendo la aguja cada vez un poco más hacia el lado alto del termómetro.
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