¿Vuelve España al punto de partida? Las noticias emitidas por los telediarios y por los medios de comunicación durante los últimos días así parecen indicarlo. La incidencia acumulada, el dato que nos ha servido de orientación para conocer la dirección de la pandemia desde finales del verano pasado, está subiendo. Está subiendo mucho. Y esto siempre ha estado asociado a mayores hospitalizaciones, mayores fallecimientos, mayores restricciones y mayor inquietud social.
Hasta ahora.
Los datos. Primero, echemos un vistazo a la IA a dos semanas vistas desde primeros de junio hasta ayer mismo. España entraba en el trienio estival con 110 casos por cada 100.000 habitantes. Hoy supera los 270, tras haber registrado poco menos de 92 a finales de junio. La situación en algunas comunidades es especialmente drástica. Cataluña supera los 600 casos por 100.000 habitantes, cifras no vistas desde enero; Navarra, como siempre, ronda los 400; Castilla y León, los 417.
Sólo Galicia, Madrid y Murcia están por debajo de los 200 en el territorio peninuslar.
El proceso. ¿Qué está pasando? Dos datos para entenderlo: España ha vacunado ya a 20 millones de personas con la pauta completa y el 58% ha recibido al menos una dosis; al mismo tiempo que apenas ha inmunizado al 8% de los jóvenes entre 18 y 24 años, el porcentaje más bajo de Europa. Es decir, la campaña de vacunación ha protegido a los más mayores (porque tenían más riesgo frente al coronavirus) y ha dejado expuestos a los más jóvenes. Tumbadas las restricciones, se han contagiado.
Covid joven. El resultado es una IA disparada entre los jóvenes (+900) y contenida entre las cohortes más envejecidas. Este gráfico elaborado por El Diario es ilustrativo: el repunte de los casos se concentra entre menores de 30 años. Aquellas que aún no han podido vacunarse, pero también aquellas que, como sabemos desde el primer día, sufren menos el virus. Terminan menos en la UCI. Fallecen menos (el 94% de los fallecidos tenían más de 60 años; el 64%, más de 80 años, todos vacunados).
Ingresos, muertes. Esto se traslada directamente a dos factores más importantes que la IA para comprender el impacto de la enfermedad en la población: las hospitalizaciones y las muertes. Las primeras se han desplomado durante los últimos meses. Cataluña, la comunidad más afectada, tiene 2 camas ocupadas por 100.000 habitantes. Los pacientes por coronavirus sólo representan al 14% del total, cuando hace no demasiado tiempo superaban el 100%. El aumento de los contagios (real y tangible) no se está trasladando, como solía hacer, a los hospitales.
Y lo mismo sucede con los fallecidos: comunidades como Baleares, Extremadura, Murcia o Navarra no han notificado defunciones en los últimos siete días; Aragón Asturias, País Vasco o Cantabria apenas uno; la Comunidad Valenciana o Cataluña, tres. La gráfica del Ministerio de Sanidad al respecto (página 5) habla por sí misma: tenemos hoy menos muertos por covid que en ningún otro momento de la epidemia.
El clima. Las vacunas lo han cambiado todo. Lo que relativiza nuestra obsesión por la IA. Hoy predice el impacto de la pandemia en la sociedad de forma más defectuosa. Es cierto, muchos de los contagios se deben a fiestas de final de curso, discotecas y otros eventos dedicados a los jóvenes. Pero también es cierto que el riesgo moral de según que actividades, de contagiarse, es distinto hoy una vez los grupos vulnerables están protegidos por vacunas que sabemos muy eficaces.
La economía, el long covid. Si queremos discutir y entender esta fase del coronavirus debemos fijarnos más en la tasa de vacunación, ingresos y fallecidos que en la IA. Lo que no quita para que siga siendo importante. La incidencia, por ejemplo, es el medidor que están utilizando otros países europeos para abrir o restringir viajes. O lo que es lo mismo, para recomendar o no a sus ciudadanos si acuden a España este verano. Es un asunto clave para un sector muy golpeado.
Y tampoco debemos ignorar por completo el impacto más marginal pero tangible del "largo covid" en los jóvenes afectados. Sabemos que algunas personas desarrollan síntomas que se prolongan durante mucho tiempo. Sus ramificaciones son aún inciertas y aún hay mucho debate científico sobre en qué consiste realmente el "long covid", pero es un riesgo (moral, sanitario) que no tampoco debe ser minusvalorado. En cualquiera de los casos, sin embargo, la IA es hoy un factor de peso menos relevante.
Imagen: Emilio Morenatti/AP
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