El "Tesoro de Alacranes" y la disputa por los pecios: de quién son realmente los barcos españoles hundidos en el mar

México exhibe el "Tesoro de Alacranes", un valioso legado de oro, esmeraldas y diamantes rescatado de un barco español del XVIII descubierto al sureste del país

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De aquellos galeones, estos tesoros… y disputas. Hubo un tiempo, hace siglos ya, que por las aguas del Atlántico surcaban grandes buques de bandera española repletos de oro, joyas y demás alhajas cargadas en América. Los había que regresaban a las costas españoles y otros, menos afortunados, que por una razón u otra acababan convertidos en pecios hundidos en el fondo del océano con las tripas bien cebadas de metales preciosos. Hoy son motivo de interés para los arqueólogos y, en ocasiones, un endiablado quebradero de cabeza diplomático que deja botando una pregunta difícil de responder: ¿Quién puede decidir sobre ellos ahora?

Es la (otra) herencia de la época colonial.

Presumiendo de tesoros. Que hay pecios españoles hundidos en el Atlántico repletos de tesoros no es ninguna novedad, pero el tema se ha colado estos días en los medios por una iniciativa del INAH y el Museo de Arqueología Subacuática El Fuerte de San José el Alto, en México: el centro ha decidido poner en valor una exposición con joyas de oro, esmeraldas y diamantes encontradas en un barco español del XVIII descubierto en el sureste mexicano. Las piezas las estudian expertos de México, España y Colombia.

"Lo llamamos el 'Tesoro de Alacranes' y se compone de 420 piezas que forman parte de una investigación interdisciplinar en la que converge el trabajo de arqueólogos, estudiosos de la joyería, gemas, metales e ingenieros", explica a la agencia EFE Helena Barba, de la Subdirección de Arqueología Subacuática del Centro INAH Campeche. El nombre del tesoro no es un capricho. Se descubrió en el Arrecife Alacranes de Yucatán, en el sureste mexicano.

e "El tesoro del arrecife Alacranes" en el Museo de Arqueología Subacuática San José el Alto.

Pero… ¿Qué clase de tesoro? Alhajas de todo tipo, incluidos anillos, medallas, relicarios, rosarios, botones, hebillas, mondadientes de oro, esmeraldas y diamantes. Barba insiste en que más allá del valor de los metales preciosos y gemas, el tesoro es especial porque "habla de la vida cotidiana del comercio y las rutas navales del siglo XVIII". Las piezas han sido examinadas ya por los expertos del INAH, que comprobaron por ejemplo que el oro es de 24 quilates, lo que les lleva a pensar que puede proceder de Colombia, Venezuela, Panamá o de Oaxaca, al sur de México. En cuanto a los diamantes, deslizan un posible origen brasileño.

Una "mina" de tesoros. Si de algo ha servicio la muestra es para reivindicar el valor de la zona, en Yucatán. "En los últimos 20 años hemos encontrado 39 naufragios en el Arrecife Alacranes, que es una trampa para la navegación y aún nos falta mucho porque apenas llevamos el 5% de exploración en ese lugar", señala la arqueóloga. Del tesoro en sí que nutre ahora el museo no han trascendido demasiados detalles, aunque Efe señala que el pecio es un barco del siglo XVIII descubierto en 2018. Si han podido fechar la nave es gracias a los clavos adheridos a la madera, fabricados con un método que empezó a usarse a finales de 1780.

"Lo que más resalta de ese naufragio es su tesoro, que apenas es el 1% del cargamento que seguramente estará en la parte del arrecife que hoy está plagado de corales de fuego y permanecerá así el resto de su vida material", añade. Sobre la mesa los expertos tienen la hipótesis de que el barco podría ser uno de los Galeones de Tierra Firme que se encargaban de comunicar España y el virreinato del Perú en el marco de la Carrera de Indias.

El opulento Ancla Macuca. En su web el INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia) de México explica que "el tesoro de Arrecifes Alacranes" se compone de piezas recuperadas durante las exploraciones del pecio Ancla Macuca, identificado en el arrecife del Golfo de México. La institución precisa que la colección integra 211 piezas de oro, esmeraldas, amatista, un rubí y coral rojo que pudieron formar parte del cargamento de un orfebre que trabajaba durante la travesía. Hace cuatro años un grupo de expertos reconocía ya en la revista Arqueología mexicana que el naufragio Ancla Macuca es considerado "uno de los descubrimientos más importantes de la arqueología subacuática mexicana".

El millonario San José. El de Alacranes no es, ni mucho menos, el único tesoro encontrado al otro lado del Atlántico en un navío de bandera española. El caso más popular probablemente sea el del galeón San José, hundido en 1708 con un cargamento de tesoros valorado en 20.000 millones de dólares, cifra que otras estimaciones rebajan de forma notable, aunque moviéndose siempre en los miles de millones. A bordo transportaba oro, plata y joyas, un valioso cargamento que no le impidió acabar sucumbiendo a los cañonazos de una escuadra de corsarios británicos durante la Batalla de Barú, en plena Guerra de Sucesión Española. El buque se fue al fondo del mar frente a la costa de Cartagena, Colombia.

De tesoros y disputas. Si el San José es popular no es sin embargo por su fascinante tesoro e historia. O esas no son las únicas razones. El pecio y su milmillonario patrimonio protagoniza una larga polémica que gira en torno a una pregunta clave: ¿De quién es ahora? En lid hay varios protagonistas. Colombia ha mostrado su interés en el pecio y de hecho ha iniciado su exploración con una consigna clara: "Vamos a recuperar el patrimonio arqueológico, no a buscar un tesoro". Glocca Morra y Sea Search Armada han reclamado sin embargo tener ciertos derechos. Su argumento es muy sencillo: aseguran haber facilitado las coordenadas de la embarcación a cambio de una porción sustancial del tesoro.

Incluso España ha mostrado su interés en el San José. Tras el hallazgo del galeón, en 2015 el Gobierno reclamó a Bogotá "información precisa" y el Ejecutivo de Mariano Rajoy llegó a insistir en su "clara posición" de defensa del patrimonio submarino. "España tiene derecho sobre el San José", esgrimía el ministro de Cultura. El buque se construyó en Guipúzcoa por encargo del gobierno de Carlos II y entró en servicio para custodiar los navíos de la Flota de las Indias.

La comunidad indígena boliviana de Qhara Qhara también se ha sumado al debate al exigir derechos sobre el tesoro. "Pedimos por legitimidad los recursos que fueron extraídos de nuestra nación", recalcaban en 2018 en una carta enviada al entonces presidente Juan Manuel Santos.

Un desafío delicado. Si algo ha mostrado el San José es que el debate en torno a los derechos sobre los tesoros hundidos es casi tan complicado como las maniobras para reflotarlos. "El océano es el museo más grande del mundo", reconocía hace años a la BBC Peter Campbell, arqueólogo marino. Sus riquezas son tentadoras tanto para los arqueólogos como para los cazadores de tesoros, aunque existen acuerdos internacionales al respecto.

"Es un panorama muy complejo, ya que muchos estados y personas pueden tener intereses variados y frecuentemente rivales en el naufragio, intereses que tienen sus orígenes y diferentes conjuntos de leyes", abunda Robert Mackintosh, experto de la Universidad de Southampton. Un buen ejemplo es el derecho del propietario original de la embarcación frente al país con dominio en sus aguas territoriales.

Suma y sigue de casos. El del San José no es un caso aislado. Los pecios y tesoros sumergidos han dado pie a más riñas entre cazatesoros y gobiernos o directamente entre países. El año pasado Francia ganó por ejemplo una batalla legal contra una compañía, GME, por la propiedad del buque La Trinité, hundido a mediados del XVI frente a las costas de Cabo Cañaveral. Y España también protagonizó su propia disputa en los tribunales contra una empresa estadounidense por el tesoro de la fragata Las Mereces, un buque que contenía más de 500.000 monedas de oro y plata. Según RTVE, el tesoro se eleva a cerca de 14 toneladas de plata y oro.

Imágenes: Wikipedia e INAH

En Xataka: La historia del buque Pelayo, el letal acorazado español que atemorizó a Estados Unidos en el siglo XIX

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