Tú y tu equipo salís a distraeros después de un duro entrenamiento. Tu monitor elige ir a unas cuevas próximas, de bastante longitud, para así hacer también algo de ejercicio. Mientras os distraíais en el interior de esta gruta cavernosa el agua empieza a crecer rápidamente bajo vuestros pies. Han llegado las lluvias monzónicas. Tardásteis más de una hora en entrar, así que salir queda completamente descartado o moriréis ahogados. Sólo os queda juntaros en una zona amplia y elevada de la cueva, abrazaros y rezar por que alguien os rescate. Poco a poco las linternas se quedan sin baterías. Pasáis días en completa oscuridad, sin comida, sin noción del paso del tiempo. Hasta que una potente luz os golpea en los ojos.
Tham Luang: la cueva tailandesa de 10 kilómetros de longitud en la que se ha quedado encerrado todo un equipo de fútbol adolescente junto a su entrenador. Son noticia porque los equipos de rescate internacionales, de más de 1.300 personas, han conseguido dar con ellos con vida, aunque estaban faltos de energía y desorientados. Llegar hasta ellos no ha sido nada fácil, ya que las crecidas y bajadas del agua entorpecían el paso. Los submarinistas profesionales que llegaron más allá de la “Playa de Pattaya”, la región interna y elevada donde intuían que se habrían resguardado, dicen tardar entre tres y cuatro horas en llegar a este punto hundido cuatro kilómetros en la tierra, perdiendo la visibilidad incluso en algunos tramos.
Entre 90 y 120 días: es lo que los equipos japoneses, que ya están drenando la gruta, calculan que podrían tener que pasar los jóvenes en el interior de Than Luang antes de poder ser evacuados sin riesgos. Los psicólogos advierten de que la salud mental de los chicos podría menguar muy rápidamente. Esta opción cuenta con otro riesgo añadido: la temporada de lluvias dura hasta noviembre y se anticipan ciclones para los próximos días. Si de pronto empiezan a caer precipitaciones fuertes, la gruta entera podría llenarse de agua y los jóvenes se ahogarían sin remedio.
Nado a ciegas: en recorrer ese trayecto, los buceadores militares, de sobra experimentados, los mejores de Gran Bretaña, se han lamentado de la estrechez de la cueva en ciertos puntos. Barro y pedruscos por doquier. Según cuentan algunos, es la travesía más dura que hayan visto jamás. Y pese a todo, el que mejor se mueve tarda tres horas en llegar a la salida. En Tailandia no está tan extendida la educación acuática: hay muchos niños que no saben ni nadar. Les están enseñando mientras los japoneses drenan y los rescatistas miran impacientes el reloj. Intentarán poner guías y hacer que expertos submarinistas les acompañen durante todo el trayecto de salida, pero aun así estas víctimas tendrían que nadar a solas y contra todos los elementos en algunos tramos. Todos los expertos concuerdan en que se trata de la opción de rescate más arriesgada: tras diez días aislados los chicos sufren ahora mismo atrofia muscular y desnutrición, con lo que sus cuerpos son incapaces de andar, mucho menos nadar. También es la opción más rápida.
Los nuevos mineros chilenos: el fenómeno ha consternado al país tailandés, pero también a las audiencias del resto del mundo. Es la operación de rescate más compleja y ambiciosa jamás realizada por los del sudeste asiático, pero el esfuerzo merece la pena. La aventura todavía no ha terminado, y todos esperan que el destino de los adolescentes sea el mismo que el de los mineros de las galerías de la mina San José en Chile, tras 70 días de agonía y rescate, y que no estemos ante un caso como el de Omayra Sánchez, pero en formato colectivo.
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