Nueva Zelanda se ha propuesto que el suyo sea el primer país de gran tamaño libre de malos humos. El Gobierno laborista hizo una consulta a la ciudadanía, que dio su visto bueno, y desde entonces han estado elaborando un plan presentado hoy mismo y al que sólo le queda pasar por el proceso legislativo, que se prevé lo supere sin obstáculos antes de finales de 2022. Ningún joven de hoy podrá comprar legalmente tabaco a partir de 2025.
Smokefree 2025 es el nombre que ha recibido la medida. Todo aquel neozelandés que tenga hoy 14 años o menos no podrá comprar nunca tabaco dentro de su territorio. Además, la edad legal para fumar irá aumentando cada año, por lo que, cuando estos ciudadanos tengan 25, 30 o 55 años, tampoco podrán adquirir la sustancia: se les verá prohibido el consumo de por vida, convirtiéndose en la deseada generación “libre de humos”. Los mayores sí podrán comprar tabaco, por lo que los que sean fumadores hoy no se verán afectados por el veto.
Una medida acompañada de otras. Fumar será “inasequible e inaccesible”, afirman los funcionarios. A la mentada limitación de consumo a las nuevas generaciones se añaden otros importantes obstáculos a los adictos de hoy: se rebajará la cantidad legal de nicotina presente en las cajetillas actuales a niveles muy bajos (lo justito, dicen, para paliar el mono), se reducirá el número de puntos de venta y aumentarán los impuestos para financiar los servicios de adicción. Por el momento, eso sí, la ley no contempla restringir el vapeo, cuando, según las encuestas, esta es una práctica mucho más extendida entre la juventud de hoy que fumar.
Campaña social. La tasa de tabaquismo de la población kiwi es del 11,6%, pero si nos vamos a las poblaciones maoríes e isleños del Pacífico, las tasas suben a un 29 y a un 18% respectivamente. Ayesha Verrall, ministra de Seguridad Alimentaria, ha explicado que “los no maoríes viven en promedio ocho años más que los neozelandeses maoríes, y dos años y medio de esa brecha se debe al consumo de tabaco”. Nueva Zelanda, como casi todos los países, lleva años aplicando fórmulas tradicionales en su guerra contra el tabaco, como un incremento de precios, lo que ha llevado a que esa población, que tiende a ser además más pobre, tenga que invertir una mayor cantidad de su dinero a sufragar la adicción. Todo ello justificaría, según el Gobierno, su batería de medidas más extremas.
¿Y el contrabando? Con el veto a toda la juventud a poder comprar tabaco a perpetuidad, Nueva Zelanda se convierte en el país con una industria tabacalera más restringida del mundo sólo por detrás de Bután, donde la venta de cigarrillos también está prohibida. A pesar de la prohibición, el tabaco sigue presente entre la juventud de este reino del Himalaya y el contrabando es de lo más habitual. De hecho, en 2020 las autoridades levantaron temporalmente el veto para eliminar el tráfico ilegal e incontrolado de fronteras por la COVID-19.
Por supuesto, no es la misma la geografía de estas dos regiones del mundo, pero la realidad es que el mercado negro aparece incluso en los países en los que el tabaco no está del todo prohibido, sino que empieza a irrumpir cuando la disponibilidad o el precio no son lo suficientemente atractivos para los niveles de demanda. La oposición conservadora no ha hecho esperar sus críticas y aventura un estrepitoso fracaso.
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