Un avión de papel se lanza al aire y aterriza en forma de canto a la diversidad, a la tolerancia y a la convivencia entre culturas sobre el asfalto interminable de Los Ángeles. Sí, es una metáfora sobre la que desfilan mujeres con hijab, latinos, afroamericanos y queers de todo tipo, un silogismo poético con el que la ciudad más diversa de Estados Unidos quiere decirle al turista de mundo: "Tranquilo, nosotros no somos Donald Trump".
¿Quién podía imaginar que el turismo se vería afectado por la elección de un presidente abiertamente xenófobo y hostil para con los extranjeros que aterrizan en los aeropuertos de su país? Las ciudades, claro: Nueva York, San Franciso, Los Ángeles, Las Vegas, Miami y Chicago, entre muchas otras. Todas ellas acaparan el grueso de las visitas internacionales a lo largo de un año en Estados Unidos. Una industria muy, muy rentable.
En cifras: se calcula que alrededor 2 trillones de dólares de la economía estadounidense dependen directamente del sector turístico, fuertemente concentrado en las grandes y populosas ciudades de las costas. Más de 15 millones de trabajadores estadounidenses dependen de forma directa de un sector que se ha visto inquietado, cuando no agitado, por la política belicista de Trump para con el visitante. ¿El último ejemplo? La entrega de tus contraseñas sociales a la policía en caso de que quieras acceder al país.
Para ayuntamientos como el de Los Ángeles, la dinámica Trump representa un problema. Las grandes ciudades calculan que tras años de continuado ascenso, las restricciones y la nueva imagen internacional de Estados Unidos puede debilitar la prolífica industria. Nueva York cree que perderá 300.000 turistas este año, y San Francisco cree que su crecimiento se ralentizará al 1% tras varios años de éxito continuado.
De modo que necesitan soluciones, gritarle al mundo que la "América" de Trump no es su patria.
Por ahí se entiende mejor el último anuncio lanzado al mundo por Los Ángeles: una celebración de la diversidad y del multiculturalismo en minuto y medio. Un spot alegre en el que no se pronuncia ni una sola palabra pero que, en tiempos divisivos y de tensión racial, representa todo un desafío implícito a la nueva-imagen de Estados Unidos promovida por la Administración Trump. Estados Unidos ya son grandes, y lo son en su diversidad.
El eslogan también es significativo: "We welcome everyone". Un "nosotros" que, de nuevo, se contrapone al gobierno federal: Los Ángeles es la ciudad más populosa de California, un estado donde ya un tercio de la población es de origen latino y donde los blancos no son la etnia mayoritaria. Tanto el alcalde de la ciudad como sus colegas en otros puntos del país, como Nueva York o Boston, han hecho esfuerzos por gritarle al mundo que las ciudades, reductos liberales y multiétnicos que siempre votan demócrata, no son Donald Trump.
Es un ejemplo más, si acaso más sutil y centrado en un sector económico delicado para los condados urbanos e irrelevante para los rurales, de la batalla que libran ciudades y campos en pos del gobierno de los países occidentales. Una muestra más de mapa electoral que mostraba unas costas atestadas de centros urbanos espantadas por la reacción nacionalista del interior rural, sólo que en forma de jingles saltarines y vídeos de colores.
De fondo, nosotros, los turistas de mundo: en un tiempo de expansión turística, las ciudades americanas creen que tienen algo que perder si no se desmarcan del efecto Trump. Y en eso andan.
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