No me voy a andar por las ramas: empieza la fiesta más importante del año, el Carnaval de Cádiz. El carnaval se divide en dos grandes eventos: el Concurso Oficial de Agrupaciones de Carnaval, que empieza ahora, y la calle, la fiesta popular, que llenará las plazas de disfraces, libertad y turistas dentro de escasamente un mes.
No son dos cosas separadas, al revés: son dos dimensiones que se retroalimentan. La competición y la fiesta son parte de una dialéctica que ha hecho que algunas de las cosas más bonitas del mundo se han dicho en pasodobles de carnaval; y que, a la vez, algunas de las cosas más duras, más tristes, más descarnadas se han cantado en las tablas del Falla o las calles de La Viña. Y, por si parece una exageración, hoy lo explicamos con todo detalle.
Cái creo que caí
Ya, ya. Que el Carnaval son cuatro tipos vestidos de mamarrachos, que cantan cosas que no se entienden y que, además, no tienen ninguna gracia. Gente bebiendo en las calles de una ciudad vieja y poco más. Pero eso es solo la fachada, en realidad es una pequeña joya que normalmente pasa demasiado desapercibida.
En frío, solo hay una forma de entender cabalmente lo que es el carnaval gaditano: es poesía. No la poesía fofa y engolada que llena los recitales actuales, sino la poesía viva, atrevida y radical de los escritores del Siglo de Oro. No hablo de talento, claro. Hablo de una forma de entender la poesía como algo que puede ser, a la vez, un arma para destripar al contrincante, un chiste zafio de mal gusto, una sátira política o una bellísima pieza de orfebrería literaria.
Quevedo lo mismo escribía al amor (...polvo seré...), hacía crítica social (...poderoso caballero...) o insultaba a sus enemigos sin piedad (...a una nariz pegado...): ese es el tipo de poesía que vive en Cádiz en febrero y sólo desde esa perspectiva puede entenderse el carnaval. Lo demás es accesorio: el acento, la jerga y el localismo ridículo no es más que atrezzo. El carnaval es importante porque ahí sigue viviendo una idea antigua de la poesía, una que ya sólo se puede ver en la Tacita de Plata.
Una brevísima historia del Carnaval moderno
A las diez de la noche del 18 de agosto de 1947, un destello iluminó Cádiz como si fuera de día. Doscientas toneladas de TNT que almacenaba la Armada Española saltaron por los aires. El cielo se tiñó de rojo, el destelló se pudo ver en Ceuta y el sonido se llegó a escuchar en Portugal donde lo confundieron con un terremoto.
Fue devastador. La explosión destruyó todo lo que estaba a este lado de la muralla: el barrio de San Severiano, la barriada española, los colegios, una iglesia a medio construir, el hospicio de la ciudad, el sanatorio Madre de Dios y un número altísimo de casas, astilleros, barcos y almacenes.
Oficialmente, murieron 151 personas (la mayoría niños) y 5.000 resultaron heridas. Extraoficialmente, muchas más. Si las murallas de la ciudad no hubieran resistido, la matanza hubiera sido descomunal.
Aun así más de 2000 edificios se vieron afectados: las puertas de la Catedral se abrieron por la onda expansiva, las de la Plaza de Toros salieron despedidas y las principales industrias quedaron reducidas a escombros. La risa de Cádiz se murió aquella noche de agosto de 1947.
Fue entonces cuando, buscando alguna forma de levantar el ánimo a los gaditanos, el Gobernador Civil se encontró con un coro cantando tangos en el barrio de la Viña. La tradición carnavalera se remonta, como poco, a la Edad Media y resistió invasiones, censuras y prohibiciones, pero tras la Guerra Civil el carnaval había desaparecido de los febreros gaditanos. Hasta que la explosión de San Severiano llamó a filas a los carnavaleros para recuperar el verdadero corazón de la ciudad de Cádiz.
El Concurso Oficial de Agrupaciones
Los concursos de agrupaciones se remontan por lo menos a 1862. Y, en esencia, sigue siendo un concurso de aficionados. Cualquiera puede presentarse rellenando un formulario y pagando una fianza. Las agrupaciones preparan durante todo el año sus repertorios ensayando al salir del trabajo a razón de tres o cuatro ensayos por semana.
El concurso tiene cuatro fases en las que se van cribando las mejores letras, tipos y conjuntos musicales. Este año enfrentará a 127 agrupaciones, aunque en la calle, durante la semana de carnaval, hay muchas más.
Desde fuera, es difícil hacerse una idea del poder y el predicamento que tienen estas letras de Carnaval. En 1993, Martínez Ares, un autor de comparsas, llevó al concurso una letra llamada 'Ha dicho el Santo Padre" criticando algunas incoherencias que, a su juicio, defendían la iglesia y el Papa.
La letra tuvo tal impacto en Andalucía que el Obispo de Cádiz intervino directamente, desautorizó al autor y lo expulsaron de la hermandad de Semana Santa de la que formaba parte. No es el único caso, hay decenas: hace un par de años, la muy reivindicativa chirigota de Kike Remolino fue registrada sin más motivo por la policía local de la ciudad.
El vídeo de arriba es quizá el mejor ejemplo de cómo las letras de Cádiz también han servido para visibilizar y denunciar problemas sociales como la violencia de género, la homofobia o la pobreza y los sacrificios de la clase trabajadora.
Las reinas del concurso
Pero vayamos al concurso propiamente dicho. A día de hoy, en el COAC hay cuatro grandes tipos de agrupaciones. Las agrupaciones varían en el número personas que las componen, en el tipo de piezas que cantan y en el enfoque que adoptan.
Pero, por lo demás, todos tienen un tipo (una temática de la que van disfrazados), todos siguen un esquema parecido y todos acaban cantando en la calle gratuitamente durante la semana de Carnaval, aunque se agradece una ayuda para financiar los tipos.
La chirigota
La chirigota es la modalidad más famosa del carnaval. Suele estar formada por unas doce personas y su composición fundamental es el 'cuplé', una pequeña composición humorística. Hay chirigotas para todos los gustos: desde las que se abonan a un humor chabacano y hasta desagradable a las que usan el tipo para dar una visión original, crítica y divertida de la sociedad. Para muestra un botón:
Su razón de ser es hacernos reír, pero no sólo eso. El carnaval es una fiesta muy reivindicativa y por eso las mejores chirigotas siempre tienen algo de denuncia. Y, a veces, tienen un mucho y sus letras recorren todo el país.
El coro
Los coros están formados por un máximo de 45 personas y son seguramente el tipo de agrupación más genuina del carnaval gaditano. En el carnaval de principios de siglo XX eran los reyes absolutos y sus canciones se recordaban vivamente incluso cuando la Guerra acabó con los carnavales.
Su composición estrella es el 'tango de carnaval' y la copla más famosa es, de hecho, el himno oficial de la fiesta: "Aquellos duros antiguos", un tango de 1905. Tal llegó a ser su popularidad que aquí lo podemos ver cantado por Marisol.
He de reconocer que el coro, por su uso de los laudes y bandurrias, es difícil de escuchar y complejo de entender. Además, al ser tantos componentes, son más caros y actúan menos. Para verlos, lo mejor es el carrusel cuando, subidos en carros, recorren la ciudad durante el Domingo de Carnaval. Ese es el sitio para oír lo que tienen que decirnos los coristas.
La comparsa
La comparsa es la reina actual del Carnaval con muchísima diferencia. Es la modalidad que reúne a los mejores autores, a los mejores cantantes y a la mayor cantidad de aficionados. Y, por si fuera poco, es la modalidad más reivindicativa y preciosista.
La comparsa y la chirigota, en realidad, son la misma modalidad. O lo eran, hasta que Paco Alba llegó al Carnaval. Las chirigotas de Alba tenían tanta calidad y un enfoque tan innovador que el jurado del concurso se decidió a crear una modalidad específica en 1960. Desde entonces los comparsistas son los reyes de Cádiz.
La composición específica del carnaval son los pasodobles. Es curioso porque este tipo de canción, la más reconocida, no tiene nada que ver con el estereotipo que tenemos en el resto de España sobre el carnaval: son letras serias, comprometidas y sorprendentes.
El cuarteto
El cuarteto es la cenicienta del concurso. A diferencia del resto de agrupaciones, su parte fundamental no es cantada, sino actuada. Y eso cambia por completo la naturaleza de la agrupación. Durante años cayeron en desgracia (no sin motivo), pero en los últimos años han vuelto a resurgir con fuerza.
Amoscuchá
Ya fuera del Concurso Oficial, sobrevive el romancero, las murgas y las charangas familiares. Pero la filosofía es siempre la misma: una excusa para volver cada año a la libertad festiva y a la poesía popular; a un territorio autónomo donde los cobardes se vuelven héroes y donde todos somos capaces de lo peor y de lo mejor, de lo más zafio y de lo más maravilloso; a una fiesta que, como en 1947, solo quiere reafirmarse en la idea de que nada ni nadie va a poder con nosotros.
Soy consciente de que es difícil acercarse a un carnaval lleno de acentos incomprensibles, jerga específica y chistes sin gracia. Lo sé porque a mí me pasó lo mismo. Pero creedme cuando os digo que es una de esas cosas que merecen la pena.
Imágenes | La explosión de Cádiz, Juan Fernandez