Están siendo unos días intensos para el deporte. Miles de personas se arremolinan frente a los televisores para ver los grandes astros del balón. Cientos de atletas profesionales le ponen ojos a sus récords personales compitiendo contra ellos y contra sus compañeros de todas partes del planeta.
A los tarraconenses les gustaría que estas dos afirmaciones anteriores se refiriesen a su ciudad, donde están teniendo lugar los Juegos Mediterráneos, la que debería ser la gran cita anual multideportiva de los países ribedeños de este mar. Para su desgracia, mientras el resto del mundo atiende al Mundial de Fútbol y esperan la llegada del próximo mitin parisino de la Diamond League, se han convertido en el blanco de todas las bromas.
Estamos ante un fracaso organizativo y una crisis de imagen nacional, ya que todo esto proyecta una visión tercermundista de las capacidades españolas de dignificar este tipo de eventos. Pero no está siendo un fracaso a nivel mediático, ya que en menos de dos semanas ya nos ha dado muchísimos titulares. Eso sí, no los que les gustaría estar dando. Son los siguientes.
Un niño de cinco años, atropellado: el culpable fue un conductor de una subcontrata del Comité con una tasa de alcoholemia tres veces superior a la debida y que, yendo por las calles de Salou con un vehículo oficial, arrolló a un niño. Está en el hospital y evoluciona favorablemente.
Sin tiritas: los médicos del recinto han denunciado no tener ni para atender una ceja partida.
Y sin espectadores: está siendo una de las cuestiones más acusadas por los medios y los vecinos. Muchos partidos tienen menos asistencia que la de un partido colegial. ¿te imaginas ser el único espectador de un partido de waterpolo con jugadores de renombre internacional? Pues este hombre sí que se lo imagina.
Por no tener, no tienen ni azafatos: Mireia Belmonte, cansada de esperar a que llegue el que condecore a la tercera clasificada deba colocar la medalla a una rival, se la coloca ella misma.
Sin megafonía: así pasa, que tenemos que ver a los jugadores franceses de bádminton cantar a pleno pulmón su propio himno, ya que el estadio era incapaz de proyectarlo por los altavoces del recinto.
Un atleta tunecino se fuga: “voy al vestuario”, le dijo a su delegado nacional este deportista de gimnasia artística, y ya no le volvieron a ver. Al parecer, salió del pabellón, fue hasta su hotel (en el recinto de PortAventura) y recogió su pasaporte en la habitación de la villa mediterránea. No se sabe más de él.
Huelga de jueces: al poco de inaugurar el evento, se supo que los jueces internacionales de lucha olímpica decían basta. Según ellos, no estaban cobrando las dietas de alojamiento y comida, mientras los organizadores españoles llamaban al entendimiento y a la paciencia antes de recibir el cobro.
Suspenden partidos porque el suelo se rompe: es lo que le ha pasado a los jugadores del 3X3 de básket, una nueva modalidad que será olímpica pronto. Un boquete, en el suelo de la pista.
Sí, el independentismo también: aquí que fue el Rey a inaugurar los juegos, con Quim Torra a su lado. Mientras el público aplaudió al monarca, el presidente de la Generalitat se llevó una estruendosa pitada. Los catalanistas han acusado después al alcalde de Tarragona, el socialista Josep Félix Ballesteros, de haber entregado entradas para la apertura a organizaciones españolistas, lo que habría provocado el revuelo antiindependentista. Por su parte, los catalanes pueden estar tranquilos: nada de todo esto está dando buena imagen de nadie.
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