La monarquía española atraviesa una crisis sin precedentes desde que regresara al trono hace más de cuarenta años. El causante es quien una vez aglutinara elogios por su rol durante los años más tensos de la Transición. Juan Carlos I, gran muñidor de la reinstauración de la Corona y de la reconstrucción de su legitimidad popular, es hoy el protagonista de una serie de escándalos que amenazan con erosionar, quizá para siempre, aquella misma legitimidad.
Las noticias se han sucedido durante las últimas semanas. Lo que comenzó como la causa privada de un radical libre de los bajos fondos del Estado, el ex-comisario José Manuel Villarejo, se convirtió más tarde en la investigación de un fiscal suizo interesado en comisiones irregulares y lavados de dinero. Dos pequeños procesos que han terminado en manos de la Fiscalía del Supremo y en la investigación formal, la primera desde la restauración de la democracia, de un ex-jefe de estado.
Juan Carlos I está en la picota. En la pública y potencialmente en la judicial. Su caída en desgracia dentro de la Casa Real, ya repudiado públicamente por su hijo, ha abierto la veda para publicar todo lo que durante años no se publicó, por omisión o por desconocimiento. Medios de comunicación y figuras políticas y judiciales han entrevisto una ventana de oportunidad para depurar responsabilidades. De ahí que las revelaciones y las exclusivas, a cual más pasmosa, se estén sucediendo con gran velocidad.
Este es un intento de recopilar todo lo que sabemos sobre Juan Carlos I y sus negocios irregulares, siempre de espaldas al corriente funcionamiento de la Corona, y todo lo que aún no sabemos. Las historias que tienen más fundamento y aquellas que han salpicado a los medios durante las últimas semanas. Los hilos que unen a unas y otras. El gran escándalo, en definitiva, que amenaza con erosionar su legado y con emborronar el futuro de la institución que un día recuperó para España.
Los €65 millones de Arabia Saudí
La historia más sólida, perseguida primero por un fiscal de Ginebra, Yves Bertossa, y posteriormente por la Fiscalía del Supremo. A principios de marzo, la acusación suiza hallaba una transferencia de €65 millones mientras investigaba diversas sociedades controladas por Arturo Fasana y Dante Canónica, dos presuntos testaferros objeto de sus pesquisas. El remitente, el Ministerio de Finanzas de Arabia Saudí. El destinatario, una sociedad panameña llamada Lucum Foundation.
El titular último de aquella sociedad caribeña sería Juan Carlos I. Lucum operaría como pantalla de su cuenta personal en el banco Mirabaud, en Suiza, para sus negocios irregulares. La transferencia de €65 millones se efectuaría en agosto de 2008, a las pocas semanas de haberse creado la fundación. Felipe VI figuraba como segundo beneficiario de Lucum, titularidad a la que renunciaría en 2019 tras conocer su existencia antes de que el escándalo saliera a la luz.
¿A qué obedecía? Los tiempos coinciden con el acuerdo entre España y Arabia Saudí para la construcción del AVE a La Meca. Junto a Corinna Larsen, Juan Carlos I habría operado como facilitador y comisionista, mediando entre las empresas españolas y las autoridades saudíes. El pago sería una muestra de agradecimiento de Abdalá bin Abdulaziz. Parte del dinero terminaría depositado tras años de uso indiscriminado en la cuenta de otro banco suizo, esta vez a título de Larsen.
Todas las partes implicadas, muy en especial Larsen, siempre han sostenido que todas las transferencias no eran sino "regalos" y muestras de afecto mutuas. Sin embargo, son estos movimientos altamente irregulares los que han terminado en manos de la Fiscalía del Supremo. El rey emérito está siendo investigado por fraude fiscal y blanqueo de dinero, aunque el destino de tales diligencias sigue siendo incierto.
Los 100.000€ cada mes
Las revelaciones de Bertossa y la definitiva implicación de la Fiscalía del Supremo abrieron una veda que no se ha cerrado. Sus supuestas cuentas bancarias en remotos paraísos fiscales, su rol como comisionista a título individual en los negocios internacionales de las empresas españolas, sus relaciones privadas y muy ventajosas jamás aclaradas por la Casa Real... Todo ello apuntalaba un personaje caído ya en desgracia y sobre el que siempre recayó cierto halo de sospecha.
Todo lo que se ha publicado durante las últimas semanas simplemente ha confirmado el relato no-oficial que siempre había pesado sobre Juan Carlos I. Como, por ejemplo, que fuera capaz de extraer 100.000€ al mes de su cuenta en Suiza entre 2008 y 2012, casualmente tras recibir el "regalo" de $100 millones por parte del rey saudí. Lo reveló El Confidencial hace algunos días: el rey hizo un uso frecuente del dinero transferido por Arabia Saudí, siempre justificado para "gastos personales" jamás revelados.
Aquellas extracciones, siempre en metálico, alcanzaron niveles desorbitantes. A finales de 2010 llegó a sacar hasta 300.000€. A lo largo de aquel año reclamaría más de €1,5 millones de su cuenta. Juan Carlos I se aprovecharía también de una misteriosa transferencia efectuada por el rey de Barhain, Hamad bin Isa Al Khalifa, de €1,9 millones. ¿Qué necesidad tendría todo un Jefe de Estado de hacer uso de tamañas cuantías de dinero en efectivo a espaldas de la contabilidad oficial?
Es un misterio, pero uno al que se le puede intuir respuesta. Los extractos cesarían en junio de 2012, cuando el rey, tras el escándalo de su cacería en Bostwana y la advertencia de Mirabaud, transferiría el dinero restante (unos €41 millones) a la cuenta de Corinna Larsen. El periplo de Lucum Foundation llegaría a su fin, tras cuatro años de intensa actividad. Canonica y Fasana disolverían la sociedad aquel mismo verano.
Las máquinas de contar dinero
¿Qué hacía con aquel dinero? Una posible respuesta la ofrece Larsen. Fiel a sus hábitos y costumbres, el ex-comisario Villarejo grabó todas sus conversaciones con la antigua amiga del rey cuando se reunió con ella hace cuatro años. Aquellos encuentros se han filtrado en su práctica totalidad a los medios de comunicación, legando declaraciones que arrojan luz sobre el uso que Juan Carlos I hacía de tan elevadas cantidades.
"Toma el avión, va a los países árabes, y vuelve en el avión (...) Cada vez lleva como tres, cuatro, cinco millones. El dinero está en Zarzuela. Tiene una máquina para contar [billetes]", explicaría. El dinero llegaría a España por la base de Torrejón: "Entran en el avión, Chequean las maletas... Tiene que explicar de dónde saca cinco millones cada vez que va a la Fórmula 1 a Bahrain o Abu Dhabi. La manera en la que lo ha hecho ha sido la más fácil: viajar sobre protección diplomática, coger el dinero y volver a casa".
¿Y para qué? Gastos personales, pero también para pagar en metálico "a su hijo, a sus hijas, a su mujer". Naturalmente, las palabras de Corinna, reveladas en confidencia a un personaje tan turbio como el ex-comisario Villarejo, no representan prueba alguna. Son un testimonio de parte, motivado por sus intereses personales. Ahora bien, coinciden con otra información publicada por El Confidencial: su abogado Dante Canonica habría transportado el dinero de Lucam desde Suiza, tras extraerlo en efectivo, hasta España. En avión regular. Por Barajas.
La operación habría sido completamente ilegal, y no sólo por la naturaleza irregular de la sociedad y de la obtención del dinero. La normativa fiscal prohíbe introducir en suelo español más de 10.000€ sin declarar su origen. Tampoco es posible transportar más de 100.00€ en metálico dentro del territorio nacional. Canonica, en representación del monarca, habría incumplido ambas normativas, dadas las generosas cantidades extraídas de la cuenta de Mirabaud durante cuatro años.
La transferencia de €3,5 millones a Bahamas
Y una última revelación publicada por El País. Bertossa investiga ahora una transferencia de €3,5 millones efectuada desde la cuenta suiza de Juan Carlos I, es decir, Lucum Foundation a través de Mirabaud, a otra sociedad a nombre de Dante Canonica en Bahamas, gestionada a través del también banco suizo Pictec & Cie. El fiscal de Ginebra aún desconoce si el dinero fue a parar directamente a Canonica, algo improbable dado que detraía sus emolumentos de Lucum Foundation, o a una tercera cuenta.
Se trata de la única pieza del puzzle que no aún no encaja. Bertossa ha logrado rastrear los movimientos de los 65€ millones donados por Arabia Saudí al rey emérito en 2008 y depositados en Lucum Foundation. La mayor parte de ellos, como sabemos, terminaron en manos de Corinna Larsen. Primero mediante una transferencia de unos €39 millones a un banco privado estadounidense; y más tarde, mediante un traspaso de €11 millones a sus cuentas en Reino Unido.
Tanto Bertossa como la Fiscalía del Supremo están interesados en el delito de "blanqueo de dinero", no en el uso personal que el rey hiciera del dinero. De ahí que las múltiples propiedades adquiridas por Larsen en Londres y Suiza centren sus investigaciones. Habrían sido financiadas con el dinero obtenido por Juan Carlos I, pero también por otras transferencias efectuadas por monarquías del golf pérsico, como Kuwait, que pudo haber entregado unos €5 millones a Larsen por "consultoría".
Lo que no sabemos
Hay numerosos puntos ciegos. Por ejemplo, ni Bertossa ni la Fiscalía del Supremo saben o tienen interés en saber a qué dedicó Juan Carlos I sus "gastos personales". Es uno de los puntos más controvertidos del escándalo, dado que podría implicar parcialmente a otros miembros de la Casa Real. El rol del actual monarca, Felipe VI, también es una incógnita: sabemos que renunció a su herencia y a todo el dinero depositado en las cuentas opacas del rey en 2019, pero no si sabía de su existencia con anterioridad.
Tampoco sabemos qué acuerdos verbales mantenía el rey con Arabia Saudí, o en qué consistió exactamente su mediación. Si benefició a las empresas españolas a la hora de adjudicarse el contrato... O si benefició a las autoridades saudíes por medio de una rebaja en la factura. Sí parece haber un patrón claro: el rey funcionaba como intermediario (para "poner en contacto a gente que quiere instalar sociedades en el Medio Oriente", como relatara Corinna) entre empresarios o figuras individuales y las monarquías del golfo. De ahí las donaciones de Bahrain o Kuwait.
Por último, tampoco sabemos el verdadero alcance de la fortuna oculta de Juan Carlos I. ¿Hay más sociedades pantalla, hay otras cuentas en Suiza? Lo único evidente es que el escándalo pone en una posición compleja a la monarquía. El rey emérito se valió de su privilegiada posición como Jefe de Estado para, presuntamente, agrandar su fortuna personal (y la de su círculo cercano). Siempre se había presentado a Juan Carlos I como un auténtico valedor de los intereses de España en el extranjero. El relato era parcialmente cierto. Ante todo se valía por los suyos.
Todo esto ha sido suficiente para que la Casa Real corte lazos con quien antaño la encabezara, en un nítido gesto de rechazo y repulsa por parte de Felipe VI. Pero insuficiente para, por el momento, llevar la causa judicial más allá de la investigación o del blanqueo de dinero, tal y como pretende Bertossa. Es probable que nada de lo revelado sirva para imputar o condenar al rey. Pero el daño a la monarquía ya está hecho.
Imagen: Enrique de la Fuente/GTRES