El tópico de que todos los chinos son iguales es rancio y racista (aunque es normal que pensemos así). El de los coreanos, sin embargo…
Estas son las imágenes de las concursantes de 2013 de un conocido certamen de belleza del país. Sus rostros se hicieron virales por ilustrar la obsesión por una belleza restringida a un único registro que experimenta el país asiático. Es un fenómeno que afecta sobremanera a la industria de la fama, y por eso, a las cantantes de K-Pop. Ahora Jin Sun-mee, Ministra de Igualdad y Familia en Corea del Sur, está intentando combatir esta tiranía visual.
Contra el “lookism”: o “aspectismo”, como se ha traducido en castellano. Es como se conoce a este fenómeno de discriminación por el aspecto de la gente. Esto, que ocurre en todas las sociedades, en Corea llega a extremos enfermizos: el único talento necesario para ser famoso y venerado es ser joven y guapo, el país tiene una industria de la cosmética adelantada 14 años a nuestros estándares y una de cada tres mujeres del país (y una de cada dos mujeres de entre 19 y 29 años, y cada vez más hombres) se ha hecho algún tipo de cirugía plástica, más que en cualquier otro lugar del mundo.
A favor de la diversidad televisiva: Sun-mee sugirió que sería conveniente que, para las nuevas directrices de retransmisión de televisión, se limitase el número de grupos de K-pop para concienciar a los jóvenes y que no se cieguen con unos estándares de belleza irreales (y también racistas, ya que se encumbran los ragos caucásicos y se desprecian los autóctonos). “¿Son gemelos todos los cantantes de los programas de música de la tele? La mayoría de ellos, de grupos de idols, son delgados, tienen el mismo peinado y maquillaje y llevan ropa reveladora”, decía la propuesta gubernamental.
Contra la censura gubernamental: “¿está el Estado intentando determinar cuáles son los cánones de belleza?” ha sido la idea de fondo que ha lanzado la ciudadanía en redes sociales, que no creen que los políticos deban interceder en lo que ven como una elección personal. La oposición ha sido más dura, diciendo que esta sugerencia tiene el mismo trasfondo que la imposición de un aspecto uniformado que se exigía a la población durante la dictadura de Chun Doo-hwan.
El triunfo de los guapos: aunque se trataba de una propuesta que no requería de su obligado cumplimiento (era una mera sugerencia de buenas prácticas para las televisiones), se ha borrado su mención en la nueva ley de radio y televisión ante las críticas de los políticos y la ciudadanía.
El paraíso superficial: ya desde 2014 los gobiernos han tomado distintas medidas para intentar combatir la obsesión surcoreana por la belleza, como en los currículums, donde sigue siendo obligatorio incluir la foto (para todo tipo de trabajos) y las mismas compañías de operaciones dermoestéticas se publicitan como un remedio para “mejorar tu CV”. En la televisión se siguen haciendo comentarios y bromas que dan a entender que, por el simple hecho de ser menos guapo, mereces menos amor.
El feo, ese Otro: el fenómeno también está rebajando los índices de autoestima de una población cuyos ciudadanos, al operarse y cambiarse párpados, labios y color de piel, en ocasiones sufren un extrañamiento de la propia imagen que les lleva a sufrir daños psicológicos.
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