El cierre de la actividad comercial y social a principios del año pasado provocó que la economía mundial se paralizara. La gente dejó de comprar. La gente dejó de vender. Las empresas dejaron de producir. Aquel shock duró un puñado de meses pero ha lastrado a las finanzas de todos los países desde entonces. Con todo, ninguna crisis es igual para todo el mundo. Hay sectores que se han aprovechado de la circunstancia para crecer como nunca antes. El de los superyates es uno de ellos.
Siempre arriba. Lo relata este reportaje de Bloomberg. El volumen de pedidos a los astilleros más prestigiosos del mundo se ha disparado durante los últimos diez meses. Durante el tercer trimestre de 2020, ya a la vuelta del verano, se vendieron 166 superyates, el mayor número en los últimos cuatro años. La cifra ha crecido trimestre a trimestre, llegando a los 219 de principios de este año. Multimillonarios tan ilustres como Jeff Bezos se han hecho con uno de ellos (por un valor superior a los $500 millones).
Atasco. Como tantos otros sectores, la industria sufre una pequeña crisis logística. La demanda ha superado con creces la capacidad de crecimiento de la industria. "Es imposible conseguir hueco para un yate de nueva construcción", explica uno de los expertos consultados en el artículo. Sólo en el norte de Alemania, donde se concentran algunos de los astilleros más solicitados, se están fabricando medio centenar de barcos con más de 100 metros de longitud (no hay criterio unánime, pero se considera superyates a todos los barcos de lujo por encima de los 24 metros).
¿Por qué? Porque pueden. La economía mundial va muy mal, pero la economía de los más ricos sigue yendo muy bien. Lo vimos hace poco: el número de milmillonarios creció en 2020 por encima del 30%. No sólo hay más ricos sino que los ricos se han hecho aún más ricos: el 86% de ellos incrementó su fortuna de un modo u otro; y sólo los diez hombres más acaudalados del planeta dispararon sus ganancias en torno al 27% . A principios de 2021 contaban en sus carteras $540.000 millones más que a un año antes. Un récord en términos absolutos.
Cambios. Así las cosas, en algún lugar habrá que meter el dinero. ¿Y qué mejor lugar que un yate? En un contexto de crisis, cierres fronterizos y grandes eventos cancelados nada mejor que un barco privado donde alejarse del mundanal ruido y de las miradas indiscretas para disfrutar de la vida (su riqueza) tranquilamente. Lo explica un trabajador de la industria en este texto: "Un nuevo tipo de comprador vino al mercado. Gente que buscaba un ambiente seguro que pudieran controlar, con la capacidad de viajar libremente con sus amigos y su familia".
Un giro inesperado. La epidemia apuntaba a una crisis aguda dentro del sector. Pero al contrario que en 2008, en esta ocasión la riqueza de los multimillonarios apenas se ha resentido.
Más y más y más. Una tendencia que quizá haya llegado para quedarse. Cada vez se encargan barcos más grandes y más lujosos. Del mismo modo que el coronavirus ha cambiado otros sectores y patrones de consumo (tanto a nivel vacacional como residencial, pasando por el crecimiento exponencial del comercio electrónico), no es improbable un futuro en el que cada vez más familias decidan pasar sus días de reposo en pequeñas repúblicas independientes con forma de barco. Es la era dorada del yate, por paradójico que pueda resultar tras un año calamitoso.
Imagen: Ivan Ragozin/Unsplash
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