El Banco de Alimentos redistribuirá productos perecederos en la ciudad para evitar que caduquen
Varias delegaciones del organismo se han visto "desbordadas" por el volumen de donaciones
En un arranque de solidaridad ciudadana, el Banco de Alimentos ha recibido toneladas de comida para las familias afectadas por la DANA en Valencia. Muchas. Tantas de hecho, que parte de esos bricks de leche, latas de conservas o cajas de galletas jamás llegarán a la Comunidad Valenciana. Una parte se quedará por ejemplo en Valladolid. Quizás suene extraño. Quizás parezca anecdótico. El caso es que lo ocurrido en la capital pucelana es un reflejo claro de lo mejor y peor de la red de solidaridad que se ha activado ante la catástrofe que ha asolado Valencia.
Nos recuerda que la solidaridad es un músculo de una fuerza tremenda… Y lo difícil que puede ser aprovechar esa fuerza.
¿Qué ha pasado en Valladolid? Nada que no fuera previsible. Y humano. Tras ver las imágenes de las riadas de Valencia, bajos y parkings anegados de lodo, viviendas destrozadas y gente llorando a sus muertos o buscando desaparecidos, en Valladolid -al igual que otros muchos puntos de España- se activó el músculo solidario: la gente sacó comida de sus neveras y alacenas o la compró en los súper con la esperanza de que esas viandas aliviasen las estrecheces de alguna de las familia de Paiporta o Aldaia.
¿Era lo lógico, no? Al fin y al cabo cuando hemos visto catástrofes medioambientales en otros lugares lejanos, como los terremotos de Haití o Marruecos o el tsunami del Índico de 2004, eso es lo que necesitaban los afectados: lo más básico, comida y ropa. Tras ese aluvión de solidaridad y teniendo en cuenta que la situación en la Comunidad Valenciana está todavía muy lejos de haberse normalizado, el sábado El Norte de Castilla publicaba un artículo con un titular chocante: "Toneladas de comida donadas para la DANA se repartirán en Valladolid para evitar que caduquen".
¿Y eso por qué? Por algo no menos previsible: en Valladolid, al igual que en cualquier otra ciudad de España o el resto del planeta, las familias donan basándose en su criterio y experiencia. Entregan bricks de leche, paquetes de galletas o arroz, latas … Y esa avalancha de solidaridad no siempre se ajusta a las necesidades reales en la zona afectada o permite actuar con eficiencia, sobre todo si hablamos de comida perecedera.
El diario castellanoleonés habla por ejemplo de que en la nave del Banco de Alimentos de La Cistérniga se han juntado con botes de leche que se estropearán en unas semanas o (los menos) ya han caducado. Y no los únicos. Parte de las donaciones entregadas para los valencianos son alimentos que dejan poco margen de maniobra y corren el riesgo de estropearse, como yogures, pan, fiambre… Productos que no han podido meter en camiones rumbo Valencia porque había otras prioridades, como el material de limpieza.
¿Solidaridad falluta? Para nada. Primero, porque ninguna lo es. Segundo, porque la propia organización ha buscado ya la forma de sacar provecho de esa ola de solidaridad, aunque sea con un rodeo más largo de lo esperado. La idea del Banco de Alimentos es aprovechar igualmente ese material. ¿Cómo? En el caso de Valladolid, por ejemplo, distribuir las viandas perecederas entre las personas que suele atender en la zona, alrededor de 12.000.
A su nave de Argales ya han empezado a llegar parte de esos alimentos que acabarán en hogares y organizaciones solidarias pucelanas. Eso no significa que el gesto de sus donantes no vaya a revertir en los afectados por la DANA de Valencia. El Banco de Alimentos entregará 1,8 euros por cada uno de esos kilos 'desviados' para las víctimas de la tragedia de Valencia. Desde la delegación de Valladolid aclaran que el dinero irá a parar a la Federación Estatal de Bancos de Alimentos para que lo transfiera a sus compañeros localizados en Valencia o Albacete.
¿Un caso aislado? No. Llega con buscar en Google para ver que el Banco de Alimentos se ha visto “desbordado” en otros puntos de España, como en Córdoba o Cádiz. Desde esas regiones, u otras, como Galicia o la propia Valladolid, se ha insistido además en un mismo mensaje: la importancia de que la respuesta solidaria fuese coordinada, precisamente para que ganar en efectividad.
"No donemos a Valencia como pollos sin cabeza, están desbordados con todo el cargamento de comida que tienen", explicaba a La Voz de Galicia hace unos días José Luis Doval, portavoz de la organización solidaria en Pontevedra. Allí y en Vigo el banco decidió actuar como depositario de comida en un intento por organizar y repartir el flujo de viandas a Valencia ajustándose a las necesidades y capacidad para asumir las donaciones. "De lo contrario va a acabar la comida en estado de descomposición".
¿Comida o dinero? Otra de las claves de las últimas semanas y que vuelve a poner de manifiesta la decisión que se ha tomado ahora en Valladolid: ¿Mejor donaciones de comida, ropa y productos de limpieza o transferencias de dinero, cash que deje más margen a las organizaciones para coordinar sus respuestas? En Córdoba el propio alcalde, José María Bellido, llegó a pedir a sus convencidos que "priorizasen" las ayudas económicas en vez de las materiales después de que los bomberos de la localidad recaudasen más de 160 toneladas de productos que se dirigieron a Valencia.
"Para nosotros es una satisfacción ver la respuesta de la sociedad ante una desgracia como esta. Pero es una campaña de recogida muy mal diseñada. No se puede pedir alimentos y artículos de limpieza a toda España para atender a 100.000 personas", coincidía Juan José Cas, vicepresidente del Banco de Alimentos de Córdoba, en declaraciones a El Diario de Córdoba. Su nave de Campo San Antón ya estaba abarrotada de cajas con diferentes productos, desde comida a agua, pañales o escobas, hace más de una semana.
¿Por qué es un desafío? Entre otras cuestiones, por la logística. Desde Cádiz el mensaje era claro. "Agradecemos enormemente la colaboración, pero estamos desbordados. Por favor, cualquier recogida de alimentos y artículos de primera necesidad debe coordinarse primero con el Banco de Alimentos". Allí directamente aseguraban haberse quedado sin palés, cajas y espacio de almacenaje. "Y las naves de las que disponemos en Valencia también están ahora mismo repletas", explicaba la organización a Diario de Cádiz a principios de noviembre, días después de la DANA.
Lo cierto es que (afortunadamente) España no está habituada a lidiar con desastres como el que ha sacudido Valencia, pero las organizaciones y profesionales que trabajan en redes sociales sí lo están y desde muy pronto hubo voces que insistieron en la importancia de coordinar la respuesta. El 4 de noviembre en Directo al Paladar hablaban ya con expertos que cuestionaban que "la llamada a la 'operación kilo'" fuese la respuesta adecuada para Valencia.
"Es un modelo cada vez más arcaico. Ahora lo que se suele pedir es cash", explicaba una cooperante: "La gente no se da cuenta del enorme coste que implica toda esta logística". A modo de ejemplo, explicaba que una donación de diez euros en comida puede acarrear unos costes de distribución que supongan la mitad o incluso el valor íntegro de lo que se ha entregado.
¿Qué nos dice exactamente? El boom de solidaridad desatado por la tragedia de Valencia deja botando unas cuantas ideas sobre la mesa. Algunas positivas. Otras, no tanto. Entre las primeras, hay una clave: en situaciones de emergencia, la gente responde, se moviliza y busca la forma de ayudar. Y suele hacerlo recurriendo a experiencias previas o referentes recientes que, en el caso de las catástrofes medioambientales, han ocurrido lejos de España.
Entre las segundas ideas, la no tan positivas, destaca sobre todo la falta de una respuesta mejor organizada, que coordinase y organizase la solidaridad en los primeros compases. Sobre todo por parte de las instituciones públicas. Al fin y al cabo es previsible que en Valencia siga siendo necesaria ayuda durante los próximos meses, no solo inmediatamente después de la DANA.
¿Algo más? “Me llama mucho la atención que en un contexto como en España haya que llegar a esto. No es útil. Cuando se trata de comida el tiempo de utilidad es muy corto, ¿van a poder cocinarla?”, explicabala cooperante internacional a DAP tras apuntar el desafío (y costes) que implica manejar las entregas de comida.
No es la única en apuntar en esa dirección. Desde el Banco de Alimentos de Córdoba reconocían hace días que la campaña de recogida estaba "muy mal diseñada". "A los cordobeses les pedimos que, por favor, hagan solamente aportaciones económicas", apuntan El Diario de Córdoba en el Banco de Alimentos Medina Azahara.
¿Por qué donamos en especies? Que la respuesta haya sido tan intensa en la entrega de comida, medicamentos o ropa, mercancías al fin y al cabo, deja botando otra cuestión más: ¿Somos más reticentes a colaborar con aportaciones económicas, aunque sean por el mismo importe que hemos dedicado por ejemplo a llenar una bolsa en el súper que luego entregaremos a una ONG? ¿Han perjudicado esa vía de solidaridad los casos de intento de fraude, alguno muy sonado y mediático?
La pregunta no es baladí si se tiene en cuenta que las organizaciones benéficas empiezan a cuestionarse la eficiencia, al menos en ciertos casos, de las ayudas directas en especies.
Imagen | Ayuntamiento de Valladolid (X)
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