Trabajar ya no basta para salir de pobre: el 13% de los asalariados apenas llega a fin de mes

Desde mediados del siglo pasado, la lógica económica de los países occidentales dictaba lo siguiente: obtener un trabajo otorga una remuneración estable, recursos para llevar una vida digna y seguridad a largo plazo. Quedarse al margen del mercado laboral implicaba riesgos y afrontar la pobreza, pero tener un trabajo, por más sacrificado y duro que fuese, aseguraba acceder a unos ingresos estables y a la economía de consumo. ¿Sencillo, verdad? Ya no lo es tanto. Tanto Europa como Estados Unidos observan hoy un fenómeno más que frecuente: el trabajador pobre, aquel empleado, pero aún así sin suficientes recursos.

En España, representan el 13% de los asalariados.

El informe. Lo revela un informe de la Organización Internacional del Trabajo, un organismo de Naciones Unidas dedicado a estudiar y evaluar las condiciones de los trabajadores y del mercado laboral. En este sentido, España sale mal parada. Tan sólo dos países del continente cuentan con un porcentaje mayor de trabajadores pobres (Grecia, un cataclismo económico desde 2008, con el 17%, y Rumanía, con el 24%), y sus cifras superan con mucho la media europea (9,5%). En ningún país a este lado del mercado único hay tantos asalariados sin la remuneración suficiente como para superar el 60% de la mediana de los ingresos.

¿Por qué? La OIT lo atribuye a una recuperación lenta y desigual. España ha encadenado numerosos trimestres de crecimiento récord (por encima del 3% y de los principales países europeos), pero no siempre se ha trasladado a un aumento de los salarios o a una mejora de las condiciones de muchos trabajadores. Gran parte de los empleos creados tras el fin de la recesión fueron temporales, y los salarios se han mantenido estancados durante el último lustro. El resultado es una mejoría desdibujada, refrendada por la escasa recaudación fiscal y, a las puertas de una nueva recesión, en peligro. Y muchos trabajadores con ingresos insuficientes.

Tendencia. Un dato para España: desde 2008, el 10% más pobre del país ha perdido un 40% de su nivel adquisitivo. Es un ejemplo drástico, pero extensible al resto de Occidente. Estados Unidos marca la pauta: su economía está creando puestos laborales a un ritmo inédito (una tasa de paro rondando el 3%), pero los sueldos siguen exactamente donde estaban... Hace 45 años. Hoy un asalariado estadounidense tiene más o menos el mismo poder adquisitivo del que disfrutaba a mediados de los sesenta, cuando cobraba poco más de $2,5 la hora. Es la paradoja del estancamiento, una que congela los ingresos de los trabajadores mientras la economía sigue generando más y más riqueza.

Más pobres. Este reportaje del New York Times explora la cuestión en clave estadounidense, donde la delgada línea que separa a los pobres de la clase media es letal, ante la ausencia de cobertura social. Madres solteras que encadenan dos trabajos distintos y en torno a una semana laboral completa son incapaces de cuadrar las cuentas. Más de 40 millones de trabajadores cobra menos de $12 la hora (el estándar para la mayor parte de los trabajos) y la mayor parte de ellos no tienen cobertura sanitaria, lo que les deja aún más expuestos. Al menos 7,6 millones de asalariados están por debajo de la línea de los ingresos mínimos para llegar a fin de mes.

El trabajo ha dejado de ser un remedio contra la pobreza.

Desigualdad. En España la temporalidad y la precariedad del mercado laboral han cambiado la cara de la pobreza. Si antes los mayores de 65 tenían más riesgo de caer bajo el umbral, hoy son los jóvenes entre los 16 y los 29 quienes han ocupado su lugar. Una pensión es ya un seguro de vida, mientras un trabajo, precario y mal pagado, no tanto. Al menos dos millones de asalariados cobran menos de 700€ al mes con contratos legales, mientras que el 80% de entradas y salidas en el mercado laboral, según la Agencia Tributaria, corresponden a trabajadores con ingresos menores a los 10.300€ anuales. Es decir, a los más pobres y vulnerables.

El impacto de la precariedad es muy distinto, e indica algo preocupante: España redistribuye menos, y los trabajadores pobres cada vez lo tienen más difícil para dejar de serlo.

Imagen: Ariela Muñoz/Flickr

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